
La chica dorada de Zimbabue asume el mando del COI: ¿Podrá Kirsty Coventry navegar las turbulentas aguas del Movimiento Olímpico?
Kirsty Coventry asume la presidencia del Comité Olímpico Internacional el 24 de junio, inscribiendo su nombre en la historia como la primera mujer y la primera africana en dirigir la organización. Esta nadadora zimbabuense, con siete medallas olímpicas, hereda el COI en un momento de profunda turbulencia, posiblemente el debate más intenso sobre el futuro del movimiento desde su creación. Dos desafíos decisivos marcarán su mandato: la inclusión de atletas transgénero en el deporte femenino y la reintegración de los atletas rusos a la escena internacional.
La cuestión de la participación transgénero se ha convertido en una herida latente para el olimpismo moderno. El marco actual del COI para 2021 establece que «ningún atleta debe ser excluido de la competición basándose en una supuesta ventaja injusta debido a su identidad de género». Sin embargo, esta postura se enfrenta a una creciente y feroz resistencia.
Al otro lado del Atlántico, casi 20 estados de EE. UU. han prohibido a las atletas transgénero participar en competiciones femeninas. Una encuesta de Ipsos refleja esta opinión, revelando que el 63 % de los estadounidenses se opone a su participación. La resistencia también se intensifica en el Viejo Continente; la exministra de Deportes del Reino Unido, Nadine Dorries, declaró en 2022 que era intrínsecamente injusto «pedir a mujeres y adolescentes que compitan contra alguien biológicamente masculino».
La comunidad médica también dio la voz de alarma. Un consorcio de 38 expertos de las principales federaciones deportivas publicó una crítica a la postura del COI en el British Medical Journal. Jürgen Steinacker, director de la comisión médica de la Federación Mundial de Remo, advirtió con firmeza: «Si se crea una definición de sexo basada en diferencias sociales en lugar de biológicas, se está eliminando el deporte femenino».
Las federaciones individuales llevan mucho tiempo implementando normas más estrictas. La FINA, entidad que rige la natación, exige que las atletas transgénero completen la transición antes de la pubertad. World Rugby lideró el camino, imponiendo una prohibición total de la participación de personas transgénero en eventos femeninos ya en 2020. Estas decisiones, entre otras, sentaron precedentes que presionan la política del COI: una política de espera cautelosa que parece cada vez más insostenible.
Las implicaciones se extienden mucho más allá de Rusia. Si bien sus atletas constituyen un pequeño contingente, su exclusión sienta un precedente sumamente peligroso. ¿Debe el COI ahora excluir a atletas de Irán e Israel? ¿De las docenas de naciones que actualmente libran guerras u operaciones militares? A medida que la estabilidad global se deteriora, resolver el dilema ruso es vital para que el COI establezca una política consistente y transparente para futuros conflictos que involucren a atletas de cualquier nación.
Sin embargo, esta iniciativa corre el riesgo de chocar con la determinación occidental. Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania siguen exigiendo sanciones estrictas. Cualquier flexibilización a favor de Rusia podría, por lo tanto, reavivar la tensión política en la comunidad olímpica. Encontrar un acuerdo exigirá la sutileza diplomática de Coventry: un oído atento a las diversas voces y la habilidad de navegar entre las traicioneras corrientes de intereses contrapuestos.
La propia trayectoria de Coventry ofrece una cautelosa esperanza de que pueda triunfar. Como atleta, conoce el inestimable valor del juego limpio; ella sola posee siete de las ocho medallas olímpicas de Zimbabue. Como exministra de Deportes de Zimbabue, comprende la compleja relación entre el deporte y la política.
El difunto presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, la aclamó una vez como la «Chica de Oro»; el director del Comité Olímpico de Zimbabue, Paul Chikungwa, la llamó «nuestro tesoro nacional». Gracias a Coventry, un continente durante mucho tiempo relegado a la periferia olímpica ahora tiene voz en la cumbre. Esto promete transformar la dinámica tradicional de toma de decisiones del COI, marcada durante mucho tiempo por las corrientes europeas y estadounidenses.
La clave de su presidencia residirá en restaurar la confianza entre los atletas, los aficionados y el mundo. En una era donde el deporte y la política colisionan inevitablemente, la misión de Coventry es reconducir el movimiento olímpico hacia sus estrellas fundadoras: la unidad forjada a través del deporte y la igualdad de oportunidades para todos los atletas.
