El movimiento comunista occidental y el fetichismo del interimperialismo

«Etiquetar a Rusia como imperialista es dar un verdadero acto de fe, ignorando la evidencia muy palpable de que es un país que ocupa una posición intermedia en las cadenas globales de valor, sin grandes capitales que dominen la escena internacional y con una riqueza per cápita inferior incluso a otros países claramente no imperialistas de Asia, Europa del Este y América Latina.»

*Iniciativa Comunista (iniciativacomunista.net)

La escalada imperialista en Europa del Este y más recientemente en Oriente Medio muestra una vez más los graves límites ideológicos y políticos de los que adolece el movimiento comunista occidental, especialmente cuando se trata, como en este caso, de tomar posiciones firmes, rigurosas y fundadas frente a las maniobras del bloque imperialista al que pertenecen las propias oligarquías estatales españolas y europeas.

Grandes sectores del movimiento comunista siguen recurriendo al hombre del saco del «interimperialismo» para ocultar su ignorancia de la naturaleza concreta del imperialismo actual; legitimar su equidistancia frente a la enésima ofensiva diplomática, política y hasta militar del imperialismo occidental; para pasar de puntillas por el carácter imperialista de la Unión Europea, mientras, por el contrario, pregonan a cuatro vientos la perversidad de un llamado imperialismo ruso. En los últimos años, Ucrania ha estado bajo presión para continuar hostigando a la Federación Rusa, eliminando sus esferas históricas de influencia y tratando de ganar a toda Europa del Este para los intereses del imperialismo. La campaña mediática desplegada por la oligarquía occidental ha encontrado, por enésima vez, más eco del que debería entre algunas voces comunistas.

El gran dedo acusador de estos llamados marxistas señala a Rusia como una potencia imperialista, pero no ofrece ningún apoyo teórico que justifique una tesis tan audaz. Este silencio es comprensible. Al fin y al cabo, si se tomara la molestia de estudiar rigurosamente la realidad económica y el papel internacional de la Federación Rusa, no encontraría en ella el monstruoso imperialismo que ocupa las fantasías de la izquierda occidental, sino, por el contrario, un país de carácter secundario y obviamente subordinado en las redes económicas del capitalismo contemporáneo. Etiquetar a Rusia como imperialista es dar un verdadero acto de fe, ignorando la evidencia muy palpable de que es un país que ocupa una posición intermedia en las cadenas globales de valor, sin grandes capitales que dominen la escena internacional y con una riqueza per cápita inferior incluso a otros países claramente no imperialistas de Asia, Europa del Este y América Latina. (Aquí es donde suprimí otras pruebas económicas).

Esta ignorancia del verdadero carácter económico de la Federación Rusa se debe, en parte, a la ausencia de una teoría científica del imperialismo en las filas del comunismo occidental. Algunos se distancian directamente de las contribuciones del leninismo y caen en las concepciones idealistas del «capitalismo mundial», del «capitalismo desterritorializado», ignorando así la persistente división del mundo en naciones opresivas y oprimidas. Desde este punto de vista, todo conflicto internacional se reduce a un juego de intereses geopolíticos entre actores de igual fuerza.

Otros, en cambio, aceptan de palabra las tesis leninistas sobre el imperialismo, pero no aplican su consigna fundamental: el análisis concreto de la situación concreta. Así, se limitan a ofrecer fragmentos descontextualizados de obras que tienen más de un siglo de antigüedad, pero que ignoran los profundos cambios que se han producido desde entonces.

También hay una confusión absoluta entre las tendencias naturales del capitalismo y la afirmación real de un país como potencia imperialista. Muchos comunistas suponen que países como China o la Federación Rusa son imperialistas simplemente porque tienen relaciones de dominación sobre otras naciones más débiles a su alrededor, o porque tienen ambiciones expansionistas —política, económica o incluso militar— hacia el exterior. Pero estas ambiciones y estas relaciones de dominación no constituyen una especificidad del imperialismo, sino, por el contrario, una tendencia propia de todo Estado burgués, que siempre tratará de ampliar sus esferas de influencia tanto como sea posible. Según esta lógica absurda, que confunde el capitalismo «en general» con la realidad concreta del imperialismo, también deberíamos contar entre las potencias imperialistas a países claramente explotados por la oligarquía occidental como Brasil, Sudáfrica, México, India o Turquía. En este sentido, ¿se beneficia Rusia de su relación desigual con los países del entorno de la antigua Unión Soviética? Sin duda. Pero, ¿significa esto que Rusia se ha erigido en una potencia imperialista? No necesariamente. Y esto tendrá que decidirse mediante un análisis que tenga en cuenta no sólo la relación de la Federación Rusa con su órbita histórica de influencia en Europa del Este, Asia Central o el Cáucaso, sino su papel global en las redes internacionales del capitalismo contemporáneo. Donde, insistimos, todos podrán descubrir un país de carácter intermedio, muy lejos de poder ocupar una posición dominante en el corto y mediano plazo en el marco de la economía capitalista mundial.

Estos sectores del movimiento comunista siguen identificando al imperialismo con el poder militar y no con la dominación económica a nivel internacional.

Las posiciones políticas observadas en los últimos años muestran que hay un sector bastante amplio del movimiento comunista occidental que se adapta de inmediato a la matriz discursiva de Estados Unidos, la OTAN, la UE y la oligarquía del propio país. Su habitual silencio sobre el carácter rapaz y depredador del imperialismo occidental contrasta, desgraciadamente, con su condena inequívoca del «imperialismo» ruso. Una condena que coincide, de manera muy elocuente, con el momento en que las potencias occidentales están intensificando su asedio económico, militar y diplomático a la Federación Rusa. Por lo tanto, en un conflicto en el que el imperialismo de los Estados europeos toma parte activa e interviene como agresor, un comunista que opta por presentarse y señalar los pecados del gobierno ruso no hace más que hacer un servicio a su propia burguesía imperialista, convirtiéndose en cómplice objetivo de las campañas de su propio imperialismo.

Los análisis del imperialismo que prevalecen en el movimiento comunista europeo son, por regla general, bastante débiles, parciales, incoherentes, anticuados. Se refugian en algunos textos de Lenin, pero tergiversan el corazón de su teoría del imperialismo. Todo esto refleja una obviedad histórica: las superganancias capturadas por el capital imperialista han contribuido al desplazamiento hacia la derecha de todo el panorama político en los países occidentales, incluido, por supuesto, el propio movimiento comunista.

Asimismo, vemos cómo se está reproduciendo esta tendencia, afortunadamente de una forma más tímida, pero aún más absurda a propósito de la escalada que se ha venido produciendo en las últimas semanas en Oriente Medio en torno al conflicto palestino. Donde algunos sectores comunistas sustituyen a Rusia en sus discursos por Irán o Hamas, enfatizando sus características reaccionarias, con el fin de justificar posiciones equidistantes.

Por lo tanto, debemos hacer los mayores esfuerzos para combatir cualquier tendencia conciliadora dentro del movimiento comunista y, en general, de la clase obrera. Debemos abandonar las fórmulas y consignas vacías y proponer un estudio rigurosamente marxista del imperialismo contemporáneo, superando los dogmas y distorsiones obsoletos a los que muchos han tratado de someter la teoría leninista del imperialismo.

Debemos superar todas estas desviaciones cuya supuesta equidistancia -«ni OTAN ni Rusia»- no hace más que promover la demonización de los enemigos de nuestro propio imperialismo. En resumen, es necesario devolver al movimiento comunista al terreno que le corresponde: el de una oposición frontal, completa e intransigente a la oligarquía de nuestro propio Estado y a su bloque de parásitos imperialistas.