20 años de la muerte del miliciano del batallón comunista Meabe I (Ejercito de Euskadi) y carabinero sestaoarra Rafael Arribas del Valle

Arribas vestido de portero en el equipo del batallón de esclavos de Franco.

*Iban Gorriti / DEIA

Todo escenario de guerra fue (y es a día de hoy) doloroso. Hay quien estima que la Batalla del Ebro fue la más sangrienta de la Guerra Civil española. Uno de sus supervivientes fue el republicano Rafael Arribas del Valle, nacido en Valladolid en 1915 y residente en Sestao en aquella época.

Aquel miliciano comunista del batallón Meabe I (Largo Caballero) del Ejército de Euskadi falleció hace justo veinte años. “Estaba batallando en el Ebro y los franquistas les hicieron un cerco. ¡Mi padre se salvó porque sabía nadar!”, valora Rafael hijo a DEIA. Hace referencia a un hecho histórico, a que el mando golpista ordenó abrir las compuertas de las presas de los embalses de Camarasa y Tremp, “provocando una crecida que arrasó con personas, tanques, camiones, caballos, puentes y todo lo que se ponía en su paso”, según detalla el medio digital deguerra.com.

Arribas salvó la vida, pero cayó en manos del bando faccioso. A partir de ahí, sufrió campos de concentración de San Marcos y Astorga en León, Miranda de Ebro en Burgos, Unamuno en Madrid y Lavacolla en Santiago de Compostela e, incluso, acabada la guerra y perdida por el bando republicano fue “represaliado durante veinte años”. La Guardia Civil de Sestao tenía la siguiente valoración sobre Rafael que su hijo de 77 años ha conseguido: “Desde los primeros momentos se enroló como voluntario en el Ejército rojo-separatista, sirviendo en el Batallón Meabe, políticamente perteneció al Partido Comunista del que fue un gran propagandista, sin que se le conocieran hechos delictivos, su conducta dejó bastante que desear: Dios, etc.”.

La familia de este miliciano conserva algunos apuntes por él escritos. “Teníamos tanta complicidad, que algunos de nuestros conocidos y amigos comunes, ocasionalmente nos transmitían, que salvando la edad parecíamos hermanos. La transmisión verbal de las diferentes situaciones que había vivido durante el periodo del golpe de estado fue fluida y continuada en el tiempo”, se emociona al hablar su hijo de él. Su padre fue el mayor de ocho hermanos. Vallisoletano de nacimiento, su familia afincó su residencia en Sestao hace casi ya un siglo, en 1925, donde nacieron cuatro de los hermanos.

Su padre, Francisco Arribas Calvo (Zamora 1893 – Sestao 1963) de profesión herrero, fue miembro del Sindicato Metalúrgico de la UGT, afiliado a Izquierda Republicana y a continuación al Partido Comunista de Sestao. Durante la Guerra Civil formó parte del batallón número 10 de la UGT (61 de Euskadi), con la graduación de cabo. Se refugió en Molledo (Cantabria) junto con su esposa e hija mayor; desconociendo el lugar, donde se encontraban el resto de sus otros hijos. Sufrió los campos de concentración franceses de Le Barcarès, Arles-sur-Tech y Gurs.

Su hijo Rafael, se alistó en la 3ª Compañía del Batallón de Infantería Meabe I (Largo Caballero). Fue enviado a la defensa del monte Sollube, y aunque el batallón fue elegido para la campaña de Asturias, Rafael no participó en la misma, ya que “es muy probable que quedasen en el cuartel, alguna de las compañías en fase de formación”, valora la familia. “Según nos narraba, vivió situaciones de peligro durante la Batalla de Villareal de Álava”.

A finales de 1936 y a las órdenes del internacionalista italiano Mario Alonso, el batallón participó en la ofensiva planteada sobre Legutio, librando durísimos combates en la zona de las localidades de Elosu, Zestafe y Nafarrate, al suroeste del pantano de Urrunaga. Las numerosas bajas sufridas en dicha acción obligaron a la unidad a pasar a la retaguardia. “Eso le marcó a mi padre de forma especial porque antes de morir pidió que sus cenizas reposaran en Villarreal. Afirmaba que allí había vuelto a nacer”, apostilla su hijo. A continuación, regresaron a algunos enclaves del frente. Batallaron entonces por Ubide, Artea –“allí eran 555 hombres”–, Aramaio, Krutzeta y Zestafe-Nafarrete. A continuación, comienzan a replegarse hacia Santander y pasando a convertirse en el Batallón I de la 10ª Brigada de la 1ª División. Al llegar a Gijón, Arribas se incorpora a una de las Brigadas Mixtas de Infantería de Marina y tras la pérdida de la ciudad, desde el puerto de Musel de la capital asturiana en el barco pesquero Alfredo, se produce su evacuación a Francia en octubre de 1937, arribando en Royan.

Rafael y sus camaradas serán enviados a Catalunya en tren instalándose en el Cuartel Carlos Max de Barcelona. En aquel destino fue incorporado al cuerpo de carabineros a la hora de sumarse a la milicia. “Con el presidente Felipe González salió una Ley 37/1984 que daba derecho a cobrar a los carabineros republicanos y cursamos la petición”, agrega su hijo.

De allí al Segre, Lleida, junto a las Brigadas Mixtas. Y a continuación, el 9 de agosto de 1938 cruzaron el río Segre. Se formó una pequeña cabeza de puente militar que quedó aislada al abrir los franquistas las compuertas de los embalses del Noguera Pallaresa, con el objetivo de que la riada llegase a finales de ese día a su máxima magnitud en el frente del Ebro. El objetivo: dejar aisladas de su retaguardia a las fuerzas republicanas allí presentes ante la contraofensiva que los autocalificados “nacionales” iban a lanzar el siguiente día 10. “Al oeste de Villanueva las fuerzas republicanas quedaron literalmente anegadas por la crecida que llegaba a las riberas del Segre, pereciendo cientos de combatientes a causa de la riada”.

Arribas evocaba que tras cruzar nadando el río, atacaron y acabó herido e ingresado en la Policlínica de Carabineros de Barcelona y trasladado al Hospital de Sangre de Font de Sacalm, donde permaneció unos cincuenta días. Dado de alta, se reincorporó a la guerra y aseguraba que él junto a sus compañeros, fueron “abandonados por sus oficiales”. Rafael fue hecho prisionero en Cabeza de Puente Serós (Lleida) siendo trasladado al campo de concentración de San Marcos (León). De allí lo enviaron al batallón de trabajadores nº 21 Canero, en Astorga. Permaneció represaliado en el mismo diecisiete meses. Allí preso, como curiosidad fue guardameta del equipo de fútbol de la unidad de trabajos forzados. “No sabemos bien, pero mi padre jugó en el Siempre adelante de Sestao o el Lucero de Repelaga, de Portugalete, o en ambos”.

Ya licenciado con permiso, se presentó en el Ayuntamiento de Sestao, teniendo que incorporarse de nuevo días más tarde para ser trasladado hasta el campo de concentración de Miranda de Ebro, “siendo clasificado como desafecto al régimen en el grupo B, pero sin acusarles de un delito concreto como para juzgarles por un proceso penal”. De allí se le incorporó al Depósito de Concentración Miguel de Unamuno en Madrid, pasando más tarde al Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores nº 28, realizando trabajos forzados en la construcción del aeropuerto de la Lavacolla, en Santiago de Compostela, lugar donde fue licenciado definitivamente.

“Hizo en total seis años fuera de casa y veinte como represaliado. Siendo niño recuerdo que aún tenía que presentarse en la Comandancia de la Guardia Civil”, lamenta su hijo, quien evoca que, entre las diversas notas manuscritas por su padre, conservan el poema más conocido del cantautor italo-argentino Gian Franco Pagliaro, que entonaban así: “Por la idea perseguida, por los golpes recibidos, por aquel que no resiste…, yo te nombro libertad”.