*Denis Baturin, politólogo (The International Affairs)
Las crisis ucraniana e israelí son como dos barcos interconectados. Cada vez está más claro que Occidente ve la crisis israelí como una opción de respaldo para reiniciarse a sí mismo.
Habiendo fracasado en su intento de doblegar a Rusia en Ucrania, y con Moscú aparentemente no afectado por las sanciones, librando una lucha larga, compleja y dura, Occidente con su complejo militar-industrial de bajo rendimiento general (especialmente el europeo) necesita tanto un respiro como continuar la guerra. Por eso Volodymyr Zelensky se declara dispuesto a negociar, mientras que al mismo tiempo aviva la crisis y descarta todas las opciones posibles de alcanzar un compromiso, lo que nunca ha sido fácil de conseguir allí.
Las conexiones evidentes
Las crisis israelí y ucraniana están ahora conectadas de forma latente en muchos sentidos. Como en la conducción de operaciones militares, cuando, por ejemplo, las tan cacareadas rejillas antidrones de los tanques rusos aparecieron de repente en los “mejores y más modernos” Merkavas de Israel; las repercusiones regionales y mundiales de los conflictos desde el punto de vista de las relaciones entre países y grupos de países; la evaluación por los países de las acciones y reacciones de las organizaciones internacionales en relación con estas crisis; los cambios en el mercado armamentístico; a qué aliado beligerante enviar armas y en qué cantidad.
En cuanto a la crisis ucraniana, parece que a Kiev se le ha encomendado la tarea de “congelar” el conflicto y esto sólo puede hacerse en la mesa de negociaciones. Zelensky se vio obligado a aceptar esta opción y ahora se muestra cautelosamente dispuesto a negociar con Rusia y dice que Moscú podría participar en la “próxima conferencia de paz”.
La primera “conferencia de paz” en Burgerstock, Suiza, se celebró bajo el lema: “Rusia no tiene nada que hacer en la cumbre; nosotros decidiremos todo y se lo haremos saber a Moscú”. Fue una mala idea. La cumbre, a pesar de poner una cara valiente en el repugnante juego colectivo de Occidente y Ucrania, resultó ser un fracaso, sin ningún resultado y criticada por India, China y otros países.
Ahora, al hablar de la necesidad de negociar con Rusia, Zelensky sigue afirmando que ese no es en absoluto su deseo, que se debe simplemente a que la mayoría de los países del mundo asocian los avances en el arreglo diplomático del conflicto con la participación de Rusia en la próxima conferencia de paz: “Puesto que todo el mundo quiere que estén en la mesa de negociaciones, no podemos estar en contra de ello”. Kiev planea preparar un documento basado en los resultados de la primera cumbre, “fijar una fecha” para los diplomáticos ucranianos y pedir a los socios extranjeros que hagan lo mismo, “para que en noviembre tengamos un documento que lo tenga todo: integridad territorial, soberanía, etc.”.
El juego de Zelensky
Es decir, Zelensky está dispuesto a hablar de paz, pero el “documento” que propone discutir inicialmente no tiene en cuenta la posición de Rusia, expuesta por el presidente Vladimir Putin, que condiciona las negociaciones a la retirada de las tropas ucranianas de los territorios de las regiones de Donetsk, Luhansk, Kherson y Zaporizhia, así como a la negativa de Kiev a ingresar en la OTAN.
Al mismo tiempo, sintiendo la creciente presión de las circunstancias y de los aliados, Zelensky, en una entrevista con el diario francés Le Monde, dijo que Ucrania podría estar dispuesta a ceder parte de sus territorios en aras de la paz, calificando esta cuestión de “muy difícil”.
Aunque admite su disposición a aceptar pérdidas territoriales de iure, ya que la situación de facto no deja otras opciones, Zelensky se justifica al mismo tiempo, afirmando que “no es la mejor opción”, ya que Ucrania perderá parte del territorio. No obstante, admite que es posible que Ucrania no pueda recuperar esos territorios por la fuerza: “Esto no significa que en este mismo momento (negociaciones con la Federación Rusa) volvamos a nuestras fronteras de 1991, pero creo que una paz justa para Ucrania es la restauración de nuestra integridad territorial, pero esto no significa que debamos hacerlo sólo por medios militares”.
En una confesión igualmente importante, no descartó la celebración de un referéndum a escala nacional, ya que “la cuestión de la integridad territorial de Ucrania no puede ser resuelta sólo por el presidente, sin contar con el pueblo ucraniano”. Resulta que Kiev no necesitó un referéndum para iniciar la llamada Operación Antiterrorista (ATO) en 2014, para decidir su ingreso en la OTAN y en la UE, pero las consecuencias de estas acciones podrían abordarse ahora mediante un referéndum, trasladando así la responsabilidad a los ciudadanos ucranianos.
Aquí encontramos otra incoherencia. Según la legislación ucraniana, un referéndum sobre cuestiones territoriales debe celebrarse en todo el territorio de Ucrania. Sin embargo, el régimen, la constitución y las leyes actuales consideran Crimea, las repúblicas del Donbass y las regiones de Zaporizhia y Kherson territorio ucraniano. Por lo tanto, según la Constitución ucraniana, un referéndum celebrado sin estos territorios será ilegítimo.
Kiev no puede celebrar un referéndum en estos territorios pues se trata de regiones de la Federación Rusa, las tierras históricas que pasaron a formar parte de Rusia sobre la base de los resultados de los referendos ya celebrados allí. Esto significa que si se acepta un referéndum en Ucrania como escenario de trabajo, estaremos hablando de un presidente ilegítimo proponiendo un referéndum ilegítimo.
Los asesinatos selectivos
Hablemos ahora del asesinato de personas que participaron en las negociaciones de paz en ambas crisis. En marzo de 2022, Denis Kireyev, miembro de la delegación ucraniana en las negociaciones con Rusia, fue asesinado en Kiev mientras estaba detenido por agentes del SBU. Quién lo necesitaba y por qué, quizá nunca lo sepamos.
El Ministerio de Defensa ucraniano se apresuró entonces a afirmar que Kireyev era un empleado de la Dirección Principal de Inteligencia y que estaba llevando a cabo una misión especial. Esta versión fue rápidamente respaldada por el ayudante del jefe de la oficina presidencial, Mikhail Podolyak, quien declaró: “Él [Kireyev] estaba relacionado con la Dirección Principal de Inteligencia, y su asesinato (…) tuvo que ver con el hecho de que en ese momento (el inicio de la Operación Militar Especial de Rusia) no había una estrecha coordinación entre los organismos de seguridad. Es decir, había ciertas reclamaciones, por un lado, contra él, y por otro, no tenían tiempo para resolver estas reclamaciones en un formato de diálogo. Esta es la razón; no tiene relación con el trabajo de la delegación ni con el proceso de negociación como tal”.
Podolyak hizo esta declaración tras la publicación de un artículo en The Wall Street Journal, en el que, citando a un empleado anónimo del Servicio Secreto de Ucrania (SBU), se informaba de que Kireyev fue asesinado porque supuestamente se dedicaba al espionaje para Rusia, al tiempo que se afirmaba que Kireyev también cooperaba con la GUR.
Por lo tanto, cabe suponer que Kireyev participaba en un determinado canal de comunicación entre los servicios especiales de Ucrania y Rusia. Un canal de este tipo siempre es importante. Sin embargo, era una época en la que Occidente se esforzaba por impedir cualquier oportunidad de negociación entre Moscú y Kiev, y Kireyev podría haberse convertido en una víctima de este esfuerzo.
La guerra contra Palestina
El 31 de julio, el movimiento palestino Hamas informó de la muerte del líder de su brazo político, Ismail Haniyeh, en un atentado contra su residencia en Teherán, adonde había llegado para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente iraní. Hamas culpó a Israel y a Estados Unidos del asesinato de Haniyeh, que era el principal negociador con Qatar y Egipto del acuerdo con Israel. Al mismo tiempo, Washington destacó el papel y la importancia de Ismail Haniyeh, expresando su preocupación porque el asesinato del jefe del politburó de Hamas pudiera hacer descarrilar las negociaciones encaminadas a lograr un acuerdo de alto el fuego en la Franja de Gaza.
Sin embargo, hay algo más detrás de esta “preocupación” y de la rapidez con que, en situaciones difíciles para Israel, Washington cambia su postura de condena a apoyo. La ruptura de las negociaciones y el inicio de una guerra regional encajan bien en la estrategia de transferir la carga del caos controlado a otra región. Matar a los negociadores es un indicio del interés por mantener las crisis.
Al mismo tiempo, Estados Unidos reconoce las dificultades para garantizar el apoyo a las dos zonas en conflicto. En vísperas de las elecciones presidenciales de noviembre, se habla mucho de los problemas para financiar Ucrania e incluso para proporcionar apoyo no militar: “Al Gobierno de EEUU le resulta cada vez más difícil encontrar fondos para prestar asistencia a Kiev, lo que conlleva la necesidad de buscar nuevas opciones en lugar del apoyo presupuestario directo”, declaró la representante especial de EEUU para la recuperación económica de Ucrania, Penny Pritzker. Al mismo tiempo, afirma que el apoyo no se ve amenazado por la política –ya que incluso si Donald Trump es elegido presidente en su opinión Ucrania seguirá recibiendo “apoyo bipartidista”– sino por la falta de recursos.
De repente, la crisis ucraniana se volvió problemática por su intensidad, que requiere suministros de armas en volúmenes y plazos que ni EEUU ni Europa están aún preparados para proporcionar. Inicialmente, esta falta de preparación obedecía a razones políticas, y después de que Washington quebrara la voluntad de los países de la UE, los motivos adquirieron una naturaleza económica y tecnológica.
Por lo tanto, con un posible cambio de enfoque hacia Oriente Medio, en Ucrania Occidente, sobre todo EEUU, necesita algún tipo de tregua, negociaciones, en una palabra, una desescalada, una congelación. Esta es la principal apuesta ahora; esto es algo por lo que Occidente presionará. Esto ya se lo ha explicado a Kiev, incluso que tendrá que aceptar algunas pérdidas territoriales. Tal vez, ésta sea la principal conexión entre las crisis en el sentido de que están intentando gestionarlas y regular la intensidad de la confrontación.
Aquí la cuestión de las líneas rojas en el contexto del método de llevar a cabo operaciones militares ha adquirido gran importancia. Israel está cruzando clara y abiertamente las líneas rojas: destrucción total y muerte de miles de personas en la zona más poblada del mundo, la Franja de Gaza, y ahora el asesinato del jefe del politburó de Hamas, Ismail Haniyeh, que se encontraba en Irán para la toma de posesión del nuevo presidente del país, Masoud Pezeshkian, y que fue asesinado como consecuencia de un ataque contra su residencia en Teherán. Este atentado y las declaraciones sobre la disposición a cualquier tipo de acción militar son la apuesta de Israel por un conflicto regional a gran escala.
En cuanto a Rusia, no ha llevado a cabo ni está llevando a cabo ataques masivos contra objetivos civiles en Ucrania, y ni un solo dirigente del régimen nacionalista ha sido eliminado por un ataque de precisión o como resultado de una operación de los servicios especiales. Si Moscú lo hubiera hecho, EEUU, la OTAN y Ucrania habrían puesto el grito en el cielo. Israel, sin embargo, puede hacer lo que le plazca, y la ligera desaprobación de Washington no hace sino confirmarlo.
Al mismo tiempo, los ataques masivos y los asesinatos de representantes del régimen de Kiev son algo muy esperado de Rusia en respuesta a los ataques ucranianos contra ciudades pacíficas, que ya llevan diez años, en respuesta a las declaraciones caníbales procedentes de representantes oficiales de Kiev. Rusia lleva tiempo siendo provocada para que haga esto y así poder denunciar “la naturaleza bestial de Moscú”.