*Carmen Parejo Rendón / RT
La democracia liberal europea se asienta como la falacia que siempre fue, la división de poderes heredera de la Revolución Francesa está hecha añicos, la libertad de prensa, destruida; y mientras en estos días en el Reino Unido los pobres se agreden entre sí, el gobierno más belicista de la Unión Europea (UE), se renovaba hace apenas unas semanas con prácticamente los mismos representantes que nos condujeron a este agujero.
El pasado 1 de agosto, gracias a las negociaciones que llevaron al mayor canje de prisioneros desde la Segunda Guerra Mundial, la Federación de Rusia facilitaba la liberación del periodista de doble nacionalidad ruso-española Pablo González.
Pablo González nació en Rusia. Su padre es ruso y su madre, a su vez, es hija de un ‘niño de la guerra’ española. Recordemos que durante la guerra civil en España cientos de niños fueron acogidos por la Unión Soviética para salvarlos del horror de la contienda. La doble nacionalidad de Pablo, en ese sentido, no es una anomalía, sino que es compartida en cientos de casos, y nos cuenta, una vez más, la historia reciente del continente europeo.
En estos días, en los medios de comunicación españoles se ha acusado a Pablo González por tener dos pasaportes, pero lo cierto es que esta información siempre fue pública y no contradice en absoluto la legalidad.
Pablo González nació en Rusia y su nombre en ruso es Pavel Rubtsov. Pavel y Pablo, de hecho, son el mismo nombre en dos idiomas diferentes. Rubstov es el apellido de su padre, de nacionalidad rusa, mientras que González es el apellido de su madre.
Con nueve años, tras el divorcio de sus padres, su madre y él se instalaron en el País Vasco, donde González estudió la carrera de periodismo y se especializó como ‘freelance’ cubriendo distintos acontecimientos del llamado espacio ‘post-soviético’. Tanto su doble nacionalidad, como el conocimiento del idioma ruso, le facilitaron, en ese sentido, su propia labor profesional.
En estos días, en los medios de comunicación españoles se ha acusado a Pablo González por tener dos pasaportes, pero lo cierto es que esta información siempre fue pública y no contradice en absoluto la legalidad.
De hecho, ese fue el argumento con el que González fue detenido en Polonia, y, sin embargo, tras dos años y medio de prorrogas de la prisión preventiva, la justicia polaca ha sido incapaz de armar una acusación formal contra el periodista con semejantes «pruebas», por lo que podemos asegurar que seguir utilizando la carta de los dos pasaportes carece de solvencia jurídica, y, por lo tanto, solo sirve al fin de la intoxicación mediática.
Lamentablemente, la memoria es frágil en estos tiempos y algunos parece que no quieren recordar que las críticas al gobierno polaco, durante años, no se limitaban a artículos escritos por tal o cual periodista, sino que se extendían por toda la Unión Europea.
El 28 de febrero de 2022, pocos días después del inicio de la Operación rusa en Ucrania, cuando se produjo su detención, el periodista se encontraba cubriendo la llegada de refugiados a Polonia. No era la primera vez que González hacía cobertura en este país.
Algunos periodistas en España, en estos días de fango mediático, están acusando a Pablo González de haber sido una pieza de desestabilización en Polonia, debido a sus artículos que denunciaban el accionar del gobierno polaco, entonces de extrema derecha, en distintos temas, pero sobre todo en relación al trato que recibían los migrantes en su frontera. En ese sentido, la cobertura sobre la llegada de refugiados no era solo un tema de actualidad que solicitaban distintos medios, sino que, además, es visible el hilo de coherencia dentro de la labor profesional del periodista.
Lamentablemente, la memoria es frágil en estos tiempos y algunos parece que no quieren recordar que las críticas al gobierno polaco, durante años, no se limitaban a artículos escritos por tal o cual periodista, sino que se extendían por toda la Unión Europea, por parte de reporteros, pero, sobre todo, por las instituciones europeas y sus representantes políticos.
Polonia y su gobierno solo dejaron de ser señalados cuando se convirtieron en una pieza clave para la presión contra Rusia, a través del conflicto en Ucrania, y, en ese sentido, un elemento fundamental de la estrategia de la OTAN. Del mismo modo, lo que entonces estaba bien y era aceptado, como hacer críticas al gobierno polaco, de pronto se convirtió en una acción «bélica» contra la OTAN.
La detención de Pablo González suponía, en ese contexto tan concreto, por un lado, un aviso a navegantes: la guerra mediática de los socios atlantistas necesitaba reescribir la historia reciente con el fin de justificar su actuación en Ucrania. En ese sentido, todos los periodistas eran avisados. Por otra parte, la doble nacionalidad de Pablo González lo colocaba en el centro de la diana, la rusofobia se extendía en la carrera de propaganda, y durante días, semanas y meses, vimos como autores rusos eran censurados, películas rusas eran apartadas de festivales de cine, y el relato del odio se instalaba a través de los medios de comunicación en Europa.
Durante estos dos años y medio, el Gobierno español no ha hecho más que asegurar su confianza en el sistema polaco. Un sistema que ellos mismos cuestionaban hace no mucho tiempo. Los compañeros de profesión de Pablo González en el Estado español, por regla general, han obviado su caso, salvo contadas y honrosas excepciones. E incluso, algunos medios, para los que trabajó, se limitaron a dejarle en el olvido.
La doble nacionalidad de Pablo González, que fue lo que llevó a su detención, también ha sido lo que afortunadamente ha permitido su liberación para poner fin a una situación prolongada de injusticia. Finalmente ha sido Rusia la que ha intercedido por él.
Desgraciadamente, el calvario de González y su familia no ha terminado. En estos días, desde los medios de comunicación en España y también a través de redes sociales, se está produciendo una campaña de desprestigio del periodista que, no obstante, solo persigue seguir ocultando las miserias de una Unión Europea que ha tenido por más de dos años a un periodista secuestrado sin pruebas ni acusación formal, y de España, que ha dejado a un ciudadano a expensas de esta arbitrariedad jurídica por unos fines políticos más que cuestionables.