*Carmen Parejo Rendón / Russia Today (RT)
Estos días celebramos el 79.º aniversario del Día de la Victoria, recordando la derrota del nazifascismo en el continente europeo tras el triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, asegurar que Europa se convirtió en un territorio libre de fascismo no es del todo cierto.
Documentos desclasificados del Departamento de Estado de EE.UU. hacen mención a la «cuestión española» y reproduce el debate sobre este asunto, llevado a cabo entre Harry S. Truman, presidente de los EE.UU., Winston Churchill de Reino Unido y del líder soviético Iósif Stalin durante la Conferencia de Potsdam en 1945.
Esta conversación, que ha sido traducida y difundida en distintos medios de comunicación y obras impresas en España, sirve de exposición de los distintos puntos de vista de estas tres potencias a este respecto y ayuda a comprender todo lo que ocurrió después y también cómo se llegó a esa situación. No olvidemos que Francia y Reino Unido ya habían acordado ese abominable pacto de no intervención cuando la República Española y su gobierno democrático solicitaron su ayuda para combatir el golpe de Estado perpetrado por el gran capital y el fascismo español con el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista. Podríamos pensar que para 1945, las potencias occidentales ya comprendían el peligro del fascismo, sin embargo, eso contrasta con la actitud que pusieron de manifiesto en Potsdam.
Asegurar que Europa se convirtió en un territorio libre de fascismo no es del todo cierto.
La insistencia del líder soviético al respecto del peligro que suponía el régimen de España para Europa y, a su vez, la defensa del derecho del pueblo español a elegir su propio régimen, contrasta con las reticencias de sus interlocutores, fundamentalmente de Reino Unido.
Churchill trató de desviar la cuestión en varias oportunidades. Por un lado, consideró que es un asunto interno de España; por otro, acusó a Stalin de tener un interés personal debido al envío por parte del régimen de Francisco Franco de la División Azul para combatir junto a los nazis en el frente de Rusia; y finalmente, expuso como verdadero motivo un temor a que cualquier acción contraria a este régimen pudiera perjudicar los intereses comerciales británicos con el país ibérico.
Conociendo los hechos que siguieron, más llamativa resultó la respuesta de Truman, que insistió en todo momento en evitar la injerencia en asuntos internos de otros países. En 1947, dos años después, con la doctrina que lleva su nombre, el presidente estadounidense inició una fase de injerencia total en Latinoamérica a través de perpetrar distintos golpes de Estado para asegurar el dominio y expolio de EE.UU. en todo el continente americano. La historia de injerencias de ambas potencias aún se sigue escribiendo. Así, podemos asegurar que el temor de EE.UU. o Reino Unido nunca ha sido caer en la injerencia en asuntos internos, sino más bien usar esa injerencia solo y cuando beneficie a sus propios intereses.
Con la Doctrina Truman, el presidente estadounidense inició una fase de injerencia total en Latinoamérica a través de distintos golpes de Estado.
Tras este debate, en la declaración de la Conferencia de Potsdam, en agosto de 1945, se hizo una mención directa a España: «Nuestros tres gobiernos creen que tienen el deber de señalar que no apoyarán una solicitud de admisión [a la futura Organización de las Naciones Unidas, que sería fundada oficialmente en octubre de 1945] que sea presentada por el actual gobierno español, el cual, habiendo sido establecido con el apoyo de las potencias del Eje, no dispone, por razón de sus orígenes, de su naturaleza, de sus antecedentes y de su estrecha asociación con los Estados agresores, de los títulos necesarios para justificar su ingreso».
A lo que el régimen de Franco respondió: «Ante la insólita alusión a España que se contiene en el comunicado de la ‘Conferencia de los Tres’ en Potsdam, el Estado español rechaza, por arbitrarios e injustos, aquellos conceptos que le afectan y los considera consecuencia del falso clima creado por las campañas calumniadoras de los rojos expatriados y sus afines en el extranjero».
¿Quiénes eran estos «rojos expatriados»?
Historiadores e informes oficiales de la República francesa estiman que medio millón de personas se refugiaron en Francia tras el golpe de Estado, la guerra y el triunfo del franquismo en España. Estos refugiados fueron internados en campos de concentración a los pies de los Pirineos o en playas mediterráneas cercanas a la frontera en condiciones infrahumanas. Durante el régimen de Vichy se les impusieron trabajos forzados para el esfuerzo de guerra del Eje.
Sin embargo, algunos de estos exiliados consiguen escapar y enrolarse dentro de la resistencia y, finalmente, del bando aliado durante la contienda mundial. Es el caso de La Nueve o la 9ª Compañía de la 2ª División Blindada de la Francia Libre, compuesta casi íntegramente por unos 150 republicanos españoles, que fue determinante para la liberación de París. Aunque no fueron los únicos, tal y como ha presentado en distintas obras la periodista y escritora francesa Evelyn Mesquida. Con su libro ‘Y ahora, volved a vuestras casas’, la escritora francesa hizo referencia a las palabras que el presidente Charles de Gaulle dedicó tras el fin de la guerra mundial a estos héroes olvidados y que, además, no tenían ya casa alguna a la que volver y que realmente esperaban el fin del fascismo en toda Europa para poder volver a casa.
En 1953 falleció Stalin. Ese mismo año, el gobierno de Dwight Eisenhower firmó con el régimen de Franco los Pactos de Madrid, que supondrían la creación de cuatro bases militares estadounidenses en territorio español, así como crédito en la banca estadounidense para el régimen, entre otras cosas. A cambio, el régimen de Franco consiguió reconocimiento internacional y se convirtió en el ‘centinela de Occidente’, integrándose en la nueva estrategia internacional de EE.UU., para quien ya desde 1947 el fascismo no era un peligro, sino un instrumento que utilizar contra el comunismo y en su lucha geopolítica contra la Unión Soviética.
En 1953, Dwight Eisenhower firmó con el régimen de Franco los Pactos de Madrid, que supondrían la creación de cuatro bases militares estadounidenses en territorio español.
La España franquista, incumpliendo lo acordado en Potsdam, entró en Naciones Unidas en diciembre de 1955, pese a la oposición liderada por México, que había acogido a cientos de exiliados españoles, y de la Unión Soviética.
Los nazis y fascistas protegidos por España usaron la vía y el refugio que les otorgaba el franquismo para acabar recalando en países latinoamericanos. Siendo fundamental la presencia de estos grupos coordinados para los modelos dictatoriales promovidos por la Operación Cóndor en el Cono Sur, a partir de la década de los 70 del siglo XX. Y, de forma más reciente, con casos como el de Branko Marinkovic, vinculado por lazos familiares e ideológicos con la organización terrorista croata ustasha, aliada del nazismo; y del presidente del Comité cívico Pro Santa Cruz, que llegó a ostentar un cargo como ministro de Jeanine Añez tras el golpe de Estado en el país en 2019.
El franquismo también fue refugio para los militantes de la Operación Gladio, que operó mediante ataques terroristas en el continente europeo durante la Guerra Fría, fundamentalmente en Italia, donde el movimiento y el Partido Comunista gozaban de poder y fuerza. Efectivamente, como señaló Stalin en Potsdam, el régimen de Franco iba a ser un problema de dimensión internacional.
México y la URSS fueron los únicos que jamás reconocerían al régimen franquista, siendo estas dos naciones las únicas que, al albor de la historia, se puede considerar que fueron coherentes con la premisa de que el fascismo era y es realmente un problema a erradicar.