En el momento de su creación, la Organización de las Naciones Unidas fue portadora de un ideal de igualdad entre las naciones y los pueblos. Pero, desde los primeros meses de su funcionamiento, los gobiernos de Estados Unidos y del Reino Unido apoyaron a Israel contra el pueblo palestino. Washington falsificó despues el Consejo de Seguridad poniendo el régimen instaurado en Formosa en la butaca que correspondía a China y provocando el boicot de la URSS. Hoy en día, la gran mayoría de los Estados miembros de la ONU denuncian la dominación que Washington ejerce sobre esa organización internacional y los miembros del grupo BRICS se preparan para dar la batalla que debe hacer regresar esa institución a la aplicación del Derecho Internacional.
*Thierry Meyssan/ Red Voltaire
En un año, la Asamblea General de la ONU ha vivido una profunda modificación. En octubre de 2022, 143 Estados, encabezados por Estados Unidos, condenaban las «anexiones ilegales» de Rusia en Ucrania. Pero en diciembre de 2023, 153 Estados exigieron un alto al fuego humanitario inmediato en Gaza, contradiciendo así la opinión de Washington.
En el pasado, Washington estaba en posición de amenazar a numerosos Estados y de imponerles que se pronunciaran en el mismo sentido que Estados Unidos. Hoy, Washington inspira menos temor:
Es verdad que el Mando de Operaciones Especiales de Estados Unidos (USSOCom) puede generar todo tipo de injerencias militares secretas en cualquier país del mundo y asesinar dirigentes en prácticamente cualquier lugar del planeta, pero ese tipo de operaciones parece ahora cada vez más improbable en ciertos grandes países.
Es verdad que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos puede “prohibir” el comercio con cualquier país y hundir así la economía de todo Estado recalcitrante, e incluso desatar el hambre en ese país. Pero ahora, Rusia y China representan una posibilidad de romper ese tipo de asedio económico.
Es verdad que la gigantesca maquinaria de intercepción de las telecomunicaciones creada por los «Cinco Ojos» (la coalición de espionaje de Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Reino Unido) puede descubrir los secretos de cualquier dirigente recalcitrante… pero también es cierto que hay dirigentes honestos a quienes es imposible chantajear para obligarlos a actuar en detrimento de sus pueblos.
Vista desde este ángulo, la lista de Estados que votaron contra el alto al fuego en Gaza resulta particularmente esclarecedora. Además de Estados Unidos e Israel, en esa lista figuran cierto número de regímenes cuyas características son cuando menos sorprendentes:
• Austria
El canciller austriaco, Karl Nehammer, es un formador en materia de comunicación política, un hombre capaz de presentar bajo un aspecto favorable, y por ende capaz de hacer aprobar, prácticamente cualquier decisión. Es a la vez un militar de carrera que trabajó en Washington como formador de oficiales de inteligencia. Hoy es el jefe de gobierno de Austria, país antiguamente neutral.
• Guatemala
El presidente guatemalteco, Alejandro Giammattei, quien ostenta también la nacionalidad italiana, es el representante de un pequeño grupo de capitalistas. Giammattei lucha con todas sus fuerzas… contra quienes luchan contra la corrupción, encarcelando fiscales, líderes de asociaciones de defensa de los derechos humanos y periodistas demasiado curiosos. Fiel aliado de Estados Unidos, Alejandro Giammattei es el único jefe de Estado de un país latinoamericano que ha viajado a Kiev y a Taiwán.
• Liberia
Este país africano todavía tiene como presidente al ex futbolista y cantante George Weah. El presidente electo, Joseph Boakai, todavía no ha asumido el cargo. George Weah, sin experiencia política, tiene como vicepresidente a Jewel Taylor, esposa de Charles Taylor, condenado por crímenes de guerra y de lesa humanidad.
• Micronesia
Micronesia (oficialmente Estados Federados de Micronesia) estuvo bajo ocupación estadounidense hasta que el presidente Ronald Reagan le concedió la independencia. Pero hoy sigue siendo un país bajo tutela cuya defensa depende del Pentágono estadounidense.
• Nauru
La pequeña isla de Nauru (10 000 habitantes) no se convirtió en un país independiente del Imperio británico hasta 1968. Todos saben en la ONU que el “presidente” David Adeang es sólo un oportunista corrupto. Quien esté dispuesto a pagar, siempre podrá contar con el voto favorable de Nauru.
• Papúa Nueva Guinea
Papúa Nueva Guinea es independiente del Imperio británico sólo desde 1975. Hace 7 meses, su actual primer ministro, James Marape, firmó un acuerdo en virtud del cual Estados Unidos puede utilizar el territorio de Papúa Nueva Guinea como base avanzada en el Pacífico. A cambio de varias inversiones estadounidenses, el Pentágono tiene acceso total a todos los puertos y aeropuertos de Papúa Nueva Guinea. Cuando trasladó la embajada de Papúa Nueva Guinea a Jerusalén, el primer ministro James Marape declaró: «Quienes nos decimos cristianos, no podemos respetar plenamente a Dios sin reconocer que Jerusalén es la capital universal del pueblo y de la nación de Israel.»
• Paraguay
El actual presidente de Paraguay, Santiago Peña, está empeñado en “rejuvenecer” las instituciones paraguayas… mientras canta loas a la dictadura anticomunista del general Alfredo Stroessner.
• Chequia
Muchos lectores quizás se sorprenden de ver un segundo miembro de la Unión Europea en la lista de Estados que votaron contra el alto al fuego en Gaza en la Asamblea General de la ONU. Si usted está entre esos lectores es porque no se enteró de la elección del nuevo presidente de Chequia, el general Petr Pavel, amigo personal del embajador de Estados Unidos en Praga. Formado en Estados Unidos y en Reino Unido, Petr Pavel y llegó a ser presidente del Comité Militar de la OTAN. Pero antes había sido colaborador del ocupante soviético, así que tuvo reescribir totalmente su biografía para convertirse en un “occidental moderno”. Hoy utiliza su posición para alinear su país junto a Washington.
En cuanto a los 23 Estados que se abstuvieron en la votación de la Asamblea General de la ONU, se puede decir que son aliados de Washington, pero no simples marionetas como los anteriores. En todo caso el voto de la Asamblea General por el alto al fuego humanitario inmediato en Gaza demuestra que Occidente ha perdido la mayoría (97 votos). El G7 ha dejado de ser la referencia.
En ese sentido, es imposible dejar de mencionar la crisis política en Japón, donde una investigación judicial ha sacado a la luz la corrupción generalizada de la clase política. Entre 2018 y 2022, 99 miembros del parlamento japonés pertenecientes al Partido Liberal Democrático –que ha gobernado el país durante 67 años consecutivos (exceptuando dos intermedios que no totalizan más de 4 años), se echaron en el bolsillo al menos 500 millones de dólares. Aquello que nos presentaban como una «gran democracia» en realidad era una farsa que servía para esconder un sistema mafioso.
¿Cómo puede entonces el G7 proclamarse portador y defensor de nobles valores?
El grupo BRICS, cuyos nuevos miembros ocuparán oficialmente sus sillones el 1º de enero de 2024, representa más de la mitad de la población mundial y los Estados que lo componen quieren un mundo multipolar. La intención de esos países –contrariamente a las pesadillas de Occidente sobre la trampa de Tucídides– no es sustituir la dominación estadounidense por una dominación sino-rusa, sino dejar atrás las “reglas” occidentales y volver al estricto respeto del Derecho Internacional.
Los lectores que no entiendan a qué me refiero pueden informarse sobre ese tema leyendo nuestro artículo «¿Cuál orden internacional?» [1]. Gran parte de la opinión pública desconoce que los miembros de la «comunidad internacional» ya no respetan los tratados que firmaron y que están violando sus compromisos, empezando por la resolución 181 de la Asamblea General de la ONU [2], que estipulaba la creación de un Estado palestino, y que también violan otra resolución mucho más reciente: la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU que debía prevenir la guerra en Ucrania. La gran mayoría de la opinión pública occidental tampoco sabe que las llamadas «sanciones» de Occidente en realidad son armas de guerra y que violan los principios de la Carta de las Naciones Unidas.
La evolución de la Asamblea General está poniendo la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la misma situación que la Sociedad de Naciones (SDN) en 1933. Al rechazar la igualdad entre los pueblos, el entonces presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, había modificado profundamente el proyecto original de la SDN. Hoy, la ONU reconoce el principio de igualdad entre los pueblos… en sus textos pero no en la práctica. Así lo demuestra, por ejemplo, el tratamiento que se ha dado a la cuestión palestina.
Tanto en la SDN como en la ONU, el objetivo inconfesado siempre ha sido mantener la dominación anglosajona sobre el mundo. En la SDN, se trató de alcanzar ese objetivo “desde afuera”: después de haber modificado los estatutos de la SDN, Washington se negó a ser miembro. En la ONU, se trata de alcanzar ese mismo objetivo desde adentro: Washington aceptó ser miembro pero nunca respetó los estatus.
Se imponen ahora interrogantes fundamentales: ¿Lograrán los miembros del BRICS reformar la ONU y encaminar nuevamente la organización internacional hacia el respeto de sus propios principios? ¿Serán capaces de preservar la paz?
Ante esa perspectiva, la Asamblea General no se limitó a exigir un alto al fuego humanitario inmediato en Gaza [3]. Primeramente, adoptó una serie de resoluciones que exigen la aplicación de la resolución 181, precisamente aquella cuya no aplicación ha generado todo el problema actual. Esa resolución exige que Israel indemnice a los palestinos que perdieron sus bienes al ser expulsados de su tierra, hace 75 años [4].