Por Gabriela Cladera / Nueva Revolución
En la primera década del siglo XX, Benjamín Abramson y su esposa llegaron a Argentina huyendo de una condena a muerte en la Rusia zarista después del fallido intento revolucionario de 1905 en el que había participado.
En Buenos Aires nacieron las hijas: en 1917 Paulina y en 1920 Adelina, quienes crecieron en un medio familiar politizado en el que las palabras «Revolución» y «Unión Soviética» representaban el futuro.
En Argentina, la familia vivió años en la estrechez de los conventillos*. Abramson que trabajó de chófer, retomó la militancia y fue uno de quienes acompañó la fundación del Partido Comunista Argentino.
La instalación de la Sudamtorg en Buenos Aires implicó una mejora en la vida de los Abramson, el padre comenzó un nuevo trabajo como traductor.
La dictadura de corte fascista instaurada en 1930, significó la cárcel y la tortura para el padre. Este hecho los decidió a trasladarse a la URSS en 1932, en ese momento la patria soñada donde se construía el socialismo.
A las jovencitas les costó adaptarse al clima y a la vida en Moscú, nuevamente tocó habitar en viviendas que recordaban los conventillos y se debía administrar la economía con las cartillas de racionamiento. “Éramos jóvenes y creíamos que la construcción de la patria socialista bien valía sacrificios” diría Paulina. El padre consiguió empleo en una Editorial, y poco después Paulina entró como mecanógrafa.
A principios de 1936 Paulina aceptó una oferta de trabajo en una editorial comunista en Madrid, a dónde viajó en compañía de su novio, Andrés Martín un joven militante español a quien conoció en las escuelas de formación política de la URSS.
Con el estallido de la guerra, los caminos de Paulina y Andrés se bifurcaron. Andrés fue designado Comandante del Regimiento Pasionaria asignado al Frente de Extremadura. Paulina partió el 25 de julio como miliciana a la Sierra en el batallón Octubre con Etelvino Vega a la cabeza.
La vida de miliciana de Paulina fue breve ya con la llegada del cineasta Roman Karmen y del delegado de Stalin, Mijail Koltsov, en septiembre, el partido consideró que era más provechosa por su condición de bilingüe que oficiara de traductora. Con ellos recorrió los frentes de la guerra desde septiembre a octubre del 36.
Karmen buscaba filmar la guerra desde adentro, desde las mismas trincheras. Motivo por el que todo el equipo de filmación, incluida Paulina, arriesgaron más de una vez la vida en el empeño.
A fines de septiembre una noticia sacudió a la joven: Andrés Martín, con quién se había casado al inicio del conflicto, había caído.
En un año intenso en España, Paulina se había casado, había tomado las armas, había conocido con Koltsov a las grandes figuras de la guerra, había enviudado.
En octubre, se la asignó como traductora oficial del coronel Xanti, Jadyi Mansurov, asesor militar de las Brigadas Internacionales, quien se convirtió en su pareja antes de dejar España.
Paulina regresó a Moscú en marzo de 1938. Fue una de las pocas mujeres a las que se les permitió el acceso a la academia Frunze. Durante la II Guerra Mundial fue condecorada con la Orden de la Bandera Roja.
En enero de 1937, Adelina, la hermana menor, con 16 años, y su padre, también viajaron a España como traductores.
Ya en Barcelona, sus caminos se bifurcaron: Benjamín fue asignado al Frente de Aragón y Adelina a las Fuerza Aérea Republicana.
Adelina también “creció de golpe” con la guerra. Se casó y se divorció en España con un aviador ruso, que murió a principios del 39 en unos ejercicios militares.
Conoció a Pasionaria, y a muchas de las figuras que entonces eran los ases de la Gloriosa.
De regreso a la URSS las hermanas tomaron distintos caminos:
Paulina junto a Mansurov participó en la Gran Guerra Patria, (II Guerra Mundial).
Adelina ingresó al Instituto de Idiomas, donde aprendió italiano, idioma que la llevó a oficiar de traductora durante la Guerra de los prisioneros italianos.
La familia tuvo otro golpe a principios de los años 50: el padre, acusado de troskista, cayó en las purgas y estuvo en un Gulag hasta la muerte de Stalin.
Paulina y Adelina vivieron en tres países y padecieron dos guerras… pero fue España la tierra que quedó grabada a fuego en sus corazones .
Para ellas, las Brigadas Internacionales habían sido no sólo el ejemplo de la solidaridad humana llevada al extremo, sino también la esperanza que alguna vez pudiera el socialismo triunfar como sistema en el mundo.
Adelina llegó a presidir AGE, la Asociación de Guerra y Exilio; en el 2009 logró el pasaporte español, la vida no le dio oportunidad de cumplir el sueño de vivir sus últimos años en España