En el tablero geopolítico del siglo XX, marcado por la tensión y la polarización de la Guerra Fría, la Unión Soviética (URSS) emergió como un faro de esperanza para los países del llamado «Tercer Mundo». La URSS estableció relaciones que prometían un futuro de desarrollo, emancipación y solidaridad para estos países (…).
En el tablero geopolítico del Siglo XX, marcado por la tensión y la polarización de la Guerra Fría, la Unión Soviética (URSS) emergió como un faro de esperanza para los países del llamado «Tercer Mundo».
La URSS estableció relaciones que prometían un futuro de desarrollo, emancipación y solidaridad para estos países. Pero, ¿en qué consistieron realmente estos lazos y qué consecuencias trajo la abrupta desaparición de la URSS en 1991?
La Unión Soviética, impulsada por su ideología y sus objetivos estratégicos, estableció relaciones especialmente intensas con los países subdesarrollados,
La ayuda soviética se manifestó en diversas formas, desde apoyo económico y técnico hasta asistencia militar y educativa, beneficiando principalmente a países como India, Egipto, Indonesia, Irak, Afganistán y Siria.
Los países del Tercer Mundo encontraron en la URSS un aliado estratégico que les permitía diversificar sus relaciones internacionales y liberarse, en cierta medida, del yugo de las potencias occidentales.
La asistencia soviética se tradujo en avances significativos en infraestructura, industria, agricultura y defensa, fortaleciendo la soberanía y la independencia de estos países. Además, la URSS proporcionó un respaldo moral y diplomático invaluable en sus luchas contra el imperialismo y el colonialismo.
La disolución de la URSS en 1991 marcó el fin de una era y dejó un vacío profundo en sus antiguos aliados. La pérdida de apoyo económico y técnico paralizó proyectos de desarrollo y desencadenó crisis económicas en varios de estos países. La desestabilización política y la ausencia de respaldo militar generaron un ambiente de incertidumbre y vulnerabilidad, propiciando conflictos y tensiones internas y externas.
La reorientación diplomática se volvió una necesidad urgente, y muchos países se vieron forzados a buscar nuevos aliados y adaptar sus políticas para congraciarse con Occidente.
Repentinamente, las políticas imperialistas de las viejas potencias coloniales y de Estados Unidos pudieron desatarse sin el relativo freno que les imponía la existencia de la URSS.
La transición hacia un sistema económico neoliberal post-Guerra Fría se sufrió de manera particular en los países del llamado Tercer Mundo afectados por la dinámica de desarrollo desigual propia del sistema capitalista.
El chantaje a los países africanos, latinoamericanos y asiáticos menos desarrollados, para obligarles a adoptar políticas de mercado libre y realizar reajustes estructurales se intensificó a través de instituciones como el FMI o el Banco Mundial, multiplicando las desigualdades, la pobreza y la inestabilidad económica en estas regiones.