¿Transformarse o anquilosarse? Naciones Unidas en busca del equilibrio perdido

*Carmen Parejo Rendon / Russia Today (RT)

«Más de 40 muertos y 158 detenidos en protestas contra la misión de paz de la ONU en la República Democrática del Congo», titularon varios medios el pasado 1 de septiembre. Lo cierto es que esta no fue la primera protesta contra el organismo, ni un hecho puntual.

Las denuncias ante la incapacidad de Naciones Unidas para cumplir con sus misiones se han extendido durante años en distintas partes del mundo.

Durante estos días, representantes de los 193 países miembros del organismo se han reunido en la 78 Asamblea General, donde se ha escenificado un debate profundo sobre las relaciones internacionales en la actualidad y la necesidad de reformular los foros multilaterales para que, en efecto, cumplan con la misión para la que fueron creados.

«En los primeros meses de 2022, el número de personas que se vieron forzadas a huir de la guerra, la violencia y la persecución en todo el mundo superó por primera vez los 100 millones», señalaba recientemente ACNUR (Agencia de la ONU para los refugiados). A su vez, se mantienen activos medio centenar de conflictos armados en distintas partes del mundo, la mayoría de ellos silenciados, aunque la situación de violencia y expolio generalizado sea el principal motivo que lleva a masivos desplazamientos forzosos.

Las denuncias ante la incapacidad de Naciones Unidas para cumplir con sus misiones se han extendido durante años en distintas partes del mundo.

La idea de «multilateralismo» hoy se presenta como un principio de carácter ideológico, que va más allá de fortalecer los foros de encuentro o debate y cuestiona las raíces profundas de las relaciones internacionales hasta la actualidad. Estamos ante una profunda crisis de hegemonía del modelo unipolar desarrollado tras el fin de la Guerra Fría.

Estos días en Naciones Unidas hemos visto cómo una gran mayoría del planeta apostaba por el fortalecimiento y la creación de un nuevo orden mundial, que afecta tanto a las relaciones internacionales como al sistema económico vigente.

El debate se ha profundizado a través de la percepción de desigualdad económica y política entre los distintos Estados.

«Se olvidaron que a nuestros países los invadieron varias veces los mismos que hoy hablan de luchar contra invasiones. Se olvidaron que por petróleo invadieron a Irak, a Siria, a Libia», señalaba el presidente colombiano, Gustavo Petro, durante su intervención en la Asamblea General.

Los dos organismos de carácter multilateral a nivel histórico más relevantes hasta el momento han sido la Sociedad de Naciones y Naciones Unidas. Ambos conectados con dos acontecimientos históricos de enfrentamiento militar: la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial.

La Sociedad de Naciones es la escenificación de la victoria en la Primera Guerra Mundial. El Consejo de la Sociedad de Naciones establecía dos tipos de miembros: los miembros permanentes y los no permanentes.

Brasil, país fundador, exigió su entrada como miembro permanente al Consejo de la Sociedad de Naciones para sustituir a EE.UU., que no conseguía ratificar el pacto en su congreso nacional; y a Alemania, que permanecía excluida.

Sin éxito en su empresa de ser considerado un miembro de primera por el organismo, y tras el infructuoso intento de vetar la entrada de Alemania en 1926, Brasil abandonó la Sociedad de Naciones, haciéndose efectiva su marcha en 1928.

La Sociedad de Naciones había defraudado a muchos y finalmente se había visto superada en sus funciones por el inicio de una nueva contienda mundial. Es este el contexto en que surge Naciones Unidas, sobre la base de los acuerdos suscritos por el bando aliado durante la Segunda Guerra Mundial.

A diferencia de la Sociedad de Naciones, el nuevo organismo sí admitía la igualdad formal de sus miembros; sin embargo, establecía un Consejo de Seguridad por el cual las potencias victoriosas de la Segunda Guerra Mundial adquirían un asiento permanente en el mismo y el derecho a veto. Estos países son: EE.UU., Francia, Reino Unido, China y la URSS (actualmente la Federación de Rusia).

La estructura desigual de este Consejo es, desde hace varios años, uno de los elementos de controversia. ¿Podrá sobrevivir esta estructura a las exigencias del nuevo orden mundial que está en construcción?

Durante la Guerra Fría, el propio contexto internacional de enfrentamiento de bloques antagónicos facilitó no solo cierto equilibrio, sino el auge de alianzas entre naciones que hasta entonces no habían podido gozar de una voz propia en los foros internacionales, destacando El Movimiento de Países No Alineados (MNOAL).

Tras la desintegración del Bloque Socialista comenzó el reinado en solitario de EE.UU. Con la invasión ilegal de Irak, en 2003, el mundo unipolar llegó a su zenit. Naciones Unidas se mostró completamente incapaz de ser el foro para recuperar el equilibrio.

«No podemos hablar de un mundo civilizado cuando vivimos expuestos a ser embargados y que nuestras reservas sean congeladas en bancos extranjeros», señaló durante su discurso en la ONU la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, haciendo referencia a la imposición de sanciones y medidas coercitivas unilaterales por parte de EE.UU. y sus socios europeos.

Luis Arce, presidente de Bolivia, destacó que la mayoría de los países estaban de acuerdo en la construcción de un nuevo orden mundial.

En esa dirección, el presidente iraní, Ebrahim Raisi, aplaudió el surgimiento de este nuevo mundo, señalando que el proyecto de «estadounizar» el globo había fracasado. También denunció que Washington había violado las disposiciones de la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad a Estados Unidos, con su salida unilateral del Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC), el conocido Acuerdo Nuclear, en 2018, durante la presidencia de Donald Trump, y que ha conllevado un aumento de las sanciones y de la política de máxima presión contra el país persa.

La carta oficial de Naciones Unidas establece como principios fundacionales: mantener la paz y la seguridad internacionales, fomentar las relaciones de amistad entre las naciones, lograr la cooperación internacional en la solución de los problemas internacionales y, finalmente, ser un centro para armonizar las acciones de las naciones en la consecución de estos fines comunes. Entre las intervenciones que hemos podido escuchar, estos días queda claro que los Estados miembros consideran que el organismo no está atendiendo a estas necesidades.

Los líderes del llamado ‘Sur global’ o periferia del sistema capitalista, denuncian la incesante violación de acuerdos y tratados y la necesidad de tener una voz en igualdad de condiciones.

La pérdida del poder hegemónico unipolar obligará a reformular la ONU, que, si bien sigue siendo el foro de debate multilateral principal y necesario, ha estado en las últimas décadas atravesada por las desigualdades existentes en el planeta. ¿Podrá la construcción de un mundo multilateral equilibrar las relaciones internacionales para hacer del organismo un instrumento eficaz para la paz entre los pueblos?