*Walter Ortiz / Revista la Comuna (revistalacomuna.com)
Por supuesto si a algún analista le asalta una ingenuidad pacifista enorme, o por el contrario es propagandista del bipode EEUU – OTAN puede que la narrativa simple y reduccionista de la guerra de Ucrania es una invasión de la Federación de Rusia, sin más ni más, sin ver contextos, análisis, situaciones que de suyo derivan en la guerra actual y que el tiempo de este primer aniversario han hecho emerger como asuntos ineludibles para pensar el conflicto.
Dos elementos concretos han hecho palidecer cualquier escenario de negociación, de diálogo, de acuerdo y de entendimiento, incluso de algo tan necesario para esto como es la construcción de confianza que promueva la resolución de conflictos con el uso de las herramientas que proporciona el derecho internacional.
Ambas evidencias lo que vienen es a confirmar el socavamiento definitivo de la sociedad internacional basada en reglas, cuya primera lesión estructural empieza a operar con las infames intervenciones ilegales e inmorales en el medio oriente con Afganistán e Irak en primera fila y luego la República Árabe Siria, sin otro particular que poner un régimen político colonialista cuyas acciones tuvieran como centro proteger intereses estratégicos del hemisferio occidental y su polo principal de poder, la élite de poder en Washington.
La primera de ellas es la farsa de los acuerdos de Minsk 2014 – 2015, presentada ahora como una maniobra política para convertir a Ucrania, regentada por un régimen nazi elevado por Washington y Europa al poder desde el golpe de Estado de febrero – marzo de 2014, en señuelo fortalecido por EEUU y la OTAN para provocar al punto de agresión a la Federación de Rusia, siendo el momento de maduración de semejante estrategia el arranque del gasoducto Nord Stream II y los coqueteos para incorporar a Kiev en la esfera del tratado militar noratlántico e incluso de la Unión Europea.
Revelado en las declaraciones abiertas de la ex Canciller de Alemania Ángela Merkel y del Secretario General de la OTAN Jens Stoltenberg, esta táctica de preparación para una posterior guerra encaja perfectamente en la agresión sistemática del régimen de Kiev a las regiones que se declararon en abierta lucha contra el golpe de Estado de 2014, mediante ataques militares a población civil que dejó en toda la región del Donbass así como a la República de Crimea hasta 7000 seres humanos asesinados, solo contando el período 2014 – 2022, y que fue uno de los puntos esenciales de los acuerdos de Minsk solo fraguados por occidente para ganar tiempo en una guerra planificada con años de antelación y, por ende, incumplidos de manera abierta y sistemática.
Lo segundo es una de las razones de fondo del conflicto provocado, que a un año de desarrollo solo conoce una ruta, el crecimiento y expansión, como es el sabotaje a los gasoductos Nord Stream I y II como pavorosas amenazas al control estratégico de Europa Occidental por parte de EEUU, más cuando el suministro de gas barato a toda Europa deriva de relaciones afianzadas y estratégicas entre Berlín y Moscú.
El periodista estadounidense Seymour Hersh ha revelado tener información sensible de fuentes muy cercanas a quienes ejecutaron dicha acción de agresión, afirmando la participación plena de elementos de las Fuerzas Armadas de los EEUU y la connivencia de Europa Occidental aun conociendo la afectación de semejante acción, quitando gas a precio más barato para los pueblos de Europa Occidental y dañando directamente inversiones fruto de una alianza donde capitales europeos han participado.
Nada de esto ha sido siquiera mesurado a la hora de una acción que no puede ser otra cosa que negada por sus ejecutores, a riesgo de desencadenar una situación aún más compleja en lo político y especialmente militar ya suficientemente difícil a la luz de las condiciones actuales.
Pero es evidente en lo estratégico que la razón de la guerra es evitar la expansión política, económica y financiera de la Federación de Rusia en Europa Occidental, como uno de los ejes del nuevo bloque de poder que se levanta ineludiblemente en el hemisferio oriental, justo utilizando las herramientas de la globalización liberal que como endemia se propagó por todo el planeta bajo los auspicios del fin de la historia, el excepcionalismo estadounidense y una pax americana muy al estilo demencial de los dirigentes de la antigua Roma.
Por esto, y teniendo estos dos elementos como claros dispositivos de la guerra actual lo cual despachan simplonerías analíticas, lo que se deduce es el crecimiento en batallas en el campo militar, con el objetivo de EEUU y la OTAN de procurar recuperar Crimea o algunas de las regiones del Donbass, hoy parte íntegra de la Federación de Rusia, incorporando a la mezcla explosiva la creciente tensión en el Mar Meridional de China y las amenazas al gigante asiático que, no por casualidad, es el otro eje articulador del nuevo polo multipolar de poder que está emergiendo con fuerza casi imposible de contener.
Esto último ha llevado a Beijing a buscar razones, expuestas en 12 puntos, para promover escenarios para la paz, comenzando con la distensión de la situación actual, esfuerzo que parece dejar ver en lo estratégico que ellos son los próximos en la lista de agresión del contubernio EEUU – OTAN, sin medir consecuencias de una tercera guerra mundial por pedacitos, como ya muchos analistas lo explayan.
La primavera europea que comienza en Marzo parece traer una creciente guerra y más lejanía a las posibilidades de paz, en una confrontación claramente dispuesta para sostener algo imposible en este punto de la humanidad, la dictadura mundial del unilateralismo, esa que alguna vez denunció el entonces Presidente de Venezuela Hugo Chávez, por allá en 2006.
Mientras más prolongado sea el conflicto, más cerca estamos del punto de no retorno y la posible disposición de armas nucleares para garantizar la destrucción mutua asegurada.
Ojalá y no suceda, pero el pronóstico es reservado.