La táctica imperialista de la provocación

*MPR21 (mpr21.info)

Para desatar una guerra contra España, en 1898 la marina de Estados Unidos hundió el acorazado USS Maine en el puerto de La Habana, matando a 260 de sus propios soldados, de los que sólo dos eran oficiales. La prensa gringa desató la correspondiente campaña sensacionalista “exigiendo” al gobierno la entrada en la guerra.

Para justificar el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial, en 1939 un grupo de soldados hitlerianos vestidos con uniforme polaco asaltaron una estación de radio desde la que emitieron un mensaje antialemán en polaco para justificar así la posterior invasión.

Para justificar su entrada en la Segunda Guerra Mundial, en 1941 Estados Unidos permitió que Japón atacara la base naval de Pearl Harbour y matara a 2.300 soldados de sus propias tropas. Previamente habían sacado del puerto a los portaviones para que no sufrieran daños.

Para justificar un ataque contra Cuba, en 1960 el Pentágono aprobó la Operación Northwoods para desencadenar actos de terrorismo en suelo estadounidense capaces de conmover a la opinión pública para que diera su apoyo a la agresión. El plan incluía población civil estadounidense acribillada a tiros en las calles, navíos con refugiados de Cuba hundidos en alta mar, personas acusadas de atentados que no cometieron y el secuestro de aviones comerciales. Uno de los planes era un accidente en el que un avión cubano atacaba y derribaba a un avión lleno de estudiantes universitarios norteamericanos. Kennedy rechazó el plan, por lo que sumó puntos para ser asesinado.

Para justificar la agresión contra Vietnam, en 1964 Estados Unidos simuló un ataque contra el destructor USS Maddox en el Golfo de Tonkín ampliamente divulgado por la prensa de todo el mundo. Medio siglo después se desclasificaron los documentos confidenciales en los que se detallaba la preparación del simulacro.

Para justificar el golpe de Estado en Indonesia, en 1965 la CIA y el ejército local inventaron otro golpe de Estado previo dirigido por el Partido Comunista. Los comunistas no fueron los victimarios sino las víctimas: un millón de ellos fueron asesinados.

Para justificar el golpe de Estado de Pinochet, en 1973 la CIA y los fascistas chilenos inventaron el Plan Zeta por el que el gobierno de Allende se disponía a dar un autogolpe de Estado. En 1999 los archivos desclasificados de la CIA demostraron que tal Plan jamás existió y que su divulgación a los medios fue una operación de guerra psicológica.

Para justificar el rearme de los talibanes en Afganistán y Pakistán, en 1979 la CIA esparció a través de los medios la infamia de una supuesta ‘invasión’ de Afganistán por el ejército soviético. La URSS fue el primer país del mundo en firmar en 1923 un tratado por el que se reconocía a Afganistán en un plano de igualdad y su ejército siempre estuvo presente allá a petición del propio gobierno porque, al formar parte de los no alineados, no recibía ayuda militar de Estados Unidos.

Para justificar la agresión a Irak, en 1990 una supuesta enfermera de Kuwait compareció ante el Congreso (y la prensa) estadounidense para denunciar, en medio de un mar de lágrimas, que el ejército iraquí había entrado en su hospital, sacando a los niños de las incubadoras para arrojarlos al suelo y dejarlos morir allí. En todo el mundo se desató una ola de indignación. La enfermera no vivía en Kuwait en el momento de los hechos. Era hija del embajador de Kuwait en Washington y pertenecía a la familia real kuwaití.

Para justificar los bombardeos sobre Yugoslavia y la Guerra de Kosovo, en 1999 la OTAN inventó la masacre de Raçak en la cual la policía había asesinado a 46 civiles. Era mentira. De ellos 37 eran mercenarios kosovares de la UÇK que tenían restos de pólvora en las manos, es decir, que habían disparado armas de fuego, y todos los cadáveres habían recibido los disparos a distancia, esto es, en combate.

A partir de 1980 la CIA financió de manera encubierta la contrarrevolución en Nicaragua y otros países latinoamericanos con la venta masiva de drogas en Los Ángeles y otras ciudades de Estados Unidos, para lo cual apoyó a los cárteles colombianos de la cocaína y sembró Afganistán de opio.

Para justificar la invasión de Afganistán, en 2001 Estados Unidos simuló un ataque de varios aviones comerciales dirigidos por fundamentalistas árabes contra tres edificios en Nueva York, así como contra el Pentágono, en los que miles de sus propios ciudadanos fueron asesinados.

Para justificar la invasión de Irak, en 2003 el general Colin Powell presentó en la ONU las “pruebas” del programa de armas de destrucción masiva de Irak, acusando a Sadam Hussein de comprar uranio en Níger y albergar a terroristas de Al Qaeda. Absolutamente todo era falso.

Para justificar una agresión contra Siria, los imperialistas atacaron la ciudad siria de Ghuta con armas químicas, asesinando a 1.300 personas. Las ONU calificó los hechos como un “crimen de guerra” que la prensa mundial, Human Rights Watch, las ONG, los “defensores de los derechos humanos” y los pacifistas aprovecharon para desencadenar la correspondiente campaña de intoxicación responsabilizando al gobierno de Siria. Las propias milicias opositoras confesaron luego a la agencia Associated Press que ellos eran los responsables del crimen, aunque lo atribuyeron a un accidente. También reconocieron que las armas procedían de Arabia saudí.