* Miguel Sanchez Ostiz / Diario Noticias de Navarra
Otra vez, me dirán, y con razón, pero la del reportero Pablo González, lejos de aclararse, es una situación que se agrava día a día. Ahora, en un foro internacional de seguridad, en territorio beligerante, es decir, en Estados Unidos, el jefe de los servicios secretos británicos, Richard Moore, del M-16, acaba de sostener lo siguiente refiriéndose a la detención de espías rusos en Europa: “Uno de ellos se hace pasar por periodista español, un tipo llamado González Yagüe. Estaba tratando de entrar a Ucrania para ser parte de los esfuerzos desestabilizadores (rusos)”. El bastard británico no ha dado más explicaciones ni ha aportado datos o pruebas que avalen esa gravísima acusación. Prepotencia y malevolencia de quien practica a diario actividades delictivas ligadas a servicios de inteligencia, como lo más normal del mundo. Esto no es una novela de John Le Carré ni una película de espías y servicios secretos canallescos, estamos hablando de una familia que sufre una injusticia evidente… un tipo… carajo, encima el lenguaje del desprecio al que el propio Moore se hace acreedor. Solo le faltaba decir, como dijo aquel juez ribero, que se caracterizaba por su descortesía mayúscula, cuando entró en la sala el acusado: “para mí que este tipo tiene cara de presidio”.
Ante esta grave situación el Gobierno español no puede seguir dejando actuar a la justicia polaca, como se dice por costumbre para desentenderse de abusos, porque esta no está actuando en otro sentido que en el de condenar de antemano a Pablo González. Claro que lo que yo diga y nada es lo mismo. Algún funcionario bellaquito de la Embajada británica se estará riendo a carcajadas con un yintonis en la mano si por casualidad lee esto, que lo dudo. Otro nivel el suyo. Y si la justicia polaca está actuando, es más a favor de una de las partes beligerantes, los británicos, suministrándoles información y pruebas de las que carece el Gobierno español y sobre todo el acusado y sus defensas, que en el colmo de la indefensión no han podido acceder a las actuaciones. Un detenido desde el mes de febrero que no sabe en qué se basan las acusaciones que pesan sobre él. Kafka, sí, pero insisto en que esto no es una fábula, por muy dura que sea. ¿De qué información dispone el Gobierno británico de la que carece el español? Se comenta solo. El Gobierno debe intervenir ya, también ante los británicos, antes de que la infamia se consume pues todo apunta a que se está urdiendo una condena policial-política-judicial, y mediática por supuesto. El abuso se redobla, como digo, de día en día, la indefensión real de Pablo González se agudiza y cae en la tragedia. Esto empieza a recordar demasiado al caso Alsasua donde unos muchachos fueron condenados con denegación de pruebas que les exculpaban con total evidencia, como la documental gráfica de la impoluta camisa de uno de los agredidos, porque ya estaban condenados de antemano.
El del M16 británico, violando de manera flagrante un elemental principio jurídico como es el de la inocencia de todo acusado hasta que se demuestre lo contrario, acaba de cometer un presunto delito del que es víctima el periodista Pablo González, quien no solo no ha sido condenado, sino que ni siquiera ha sido sometido a juicio. De este modo González se encuentra en una situación extrema de indefensión que propicia la fabricación de pruebas por parte de urdidores profesionales como son los británicos, que tienen en su palmarés auténticas infamias. Y el fulano este, al Moore me refiero, hace correr su canallada no en un periódico regional, sino en un foro internacional en el que todos están muy convencidos de todo, con lo que tiene asegurada la repercusión de su acusación condenatoria. Un delito (presunto, pero manifiesto) impune el del británico, que contribuye a poner en tela de juicio todo un sistema. La guerra en Ucrania no lo justifica todo, pero parece ser que sí, y esa es una de sus graves consecuencias: valores éticos y principios jurídicos se están ya subvirtiendo con vocación de futuro. ¿El mundo que viene? Este.