Nazis en Ucrania, para qué preocuparnos

Artículo de Aitor Saiz Lasheras, Metodólogo e Historiador. 

 

 La presencia de nazis en la gestión del Estado de Ucrania es algo absolutamente innegable. Algo que a la sociedad occidental parece no importarle en absoluto, hasta tal punto de ni siquiera querer admitir las aplastantes evidencias de su existencia.

El promocionar y permitir que esa ideología se expanda, de tal manera que pueda controlar un Estado que ha proclamado este mismo mes la intención de dotarse con armamento nuclear, de unirse a la OTAN, de invadir Crimea y que ha empezado (de la mano de los EEUU) a construir instalaciones de guerra biológica (en Odesa por ejemplo), parece ser algo de lo que no debamos preocuparnos como ciudadanos europeos.

Al fin y al cabo, somos “aliados” de los EEUU, y para ellos, ese tipo de consideraciones morales se reducen a la famosa reflexión ética en torno a la conveniencia de aupar y de mantener a Pinochet: “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. También lo fueron los yihadistas en Afganistán contra la URSS, los narcoterroristas kosovares contra Yugoslavia, los yihadistas en Bosnia, Libia, en Siria, Armenia, los “democráticos” saudíes en Yemen. Y sin olvidarnos de estos personajes de las imágenes de abajo:

Atentos a la figura de Yaroslav Stetsko y su Bloque de Naciones Antibolcheviques, ya que es un eslabón entre el colaboracionismo fascista y el banderismo ucraniano en la Segunda Guerra Mundial, la organización de la internacional criminal fascista (con gran peso del elemento ucraniano) en los años de la Guerra Fría, y la ideología actual del Régimen ucraniano.

Sobre este interesante asunto de cómo el “Mundo Libre” recicló y utilizó el fascismo para sus fines, podemos leer un pequeño artículo sobre la Liga Anticomunista Mundial de Meissan, o un breve texto de Norm Dixon, How the Liberals sheltered Nazis.

Pero a día de hoy, 26 de febrero de 2022, “nuestros amiguitos” son los neonazis ucranianos del Régimen de Kiev, dignos herederos de “nuestros amiguitos” de ayer. Por lo tanto en Occidente, o como nos gusta autoproclamarnos, en la “comunidad internacional” tenemos ya el callo ético-moral endurecido como para ponernos tiquismiquis con unos nazis apaleando a gitanos y a homosexuales y asesinando a rusoparlantes, mientras sirvan a los intereses de EEUU, al fin y al cabo, llevamos haciendo eso desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Tampoco tendremos problemas en volver a acogerlos y a subvencionarlos cuando OTRA VEZ sean derrotados y OTRA VEZ muchos logren escapar de la justicia y del castigo por sus crímenes de lesa humanidad.

Si queremos ir al asunto del nazismo en Ucrania sin que parezca que hacemos “propaganda rusa” debemos utilizar fuentes nada sospechosas de ser prorrusas.

Podemos leer el informe de la Freedom House (2020) sobre el auge de la ultraderecha en Eurasia: Ucrania, Georgia y Armenia y el peligro que representa.

También el informe del Institut français des relations internationales (Ifr): Vyacheslav Likhachev, “The Far Right in the Conflict between Russia and Ukraine”, Russie.Nei.Visions, No. 95, Ifri, July 2016.

Mi intención a la hora de redactar este texto era precisamente llamar la atención sobre el factor fascista en la ecuación de la intervención armada de La Federación Rusa en Ucrania. Y casualmente hoy mismo ha caído en mis manos una carta escrita el 24 de febrero de 2022 por Michael Buergermeister, muy interesante por el recorrido que hace de la implantación paulatina de la ideología neonazi en el Estado e Ucrania y en su Régimen. Pese a que no comparto ni su errado diagnóstico de que Rusia no entraría en Ucrania con sus tropas hasta la cocina (cosa que sí ha sucedido), ni su teoría sobre el origen del Estado ucraniano, voy a traducir una parte considerable de su escrito, ya que sin duda su síntesis sobre el problema del nazismo es superior en calidad a la que yo había preparado para este escrito. Le cedo pues, la palabra:

[…] los estadounidenses nunca han ocultado el dinero que se ha pagado para influir en los asuntos de Ucrania, Nuland:  ni han tenido el menor problema en inmiscuirse en la forma en que se gestiona realmente el país a diario.

La «revolución» del Maidan, por ejemplo, fue una clásica operación de «bandera falsa» «…que fue racionalmente planificada y llevada a cabo con el objetivo de derrocar al gobierno y tomar el poder» [The “Snipers’ Massacre” on the Maidan in Ukraine by Ivan Katchanovski, Ph.D.].

Según fuentes italianas «varios de los francotiradores admitieron que la oposición ucraniana pro-estadounidense/europea estaba detrás de estas muertes. Según el documental, el georgiano Alexander Revazishvilli y sus dos compañeros fueron contratados en Tiflis por Mamuka Mamulashvili para apoyar el golpe de Euromaidán junto con otros voluntarios georgianos y lituanos.»

«Mamulashvili y otros líderes de la oposición ucraniana distribuyeron armas entre los «grupos de voluntarios» contratados y les encargaron que dispararan a los manifestantes y a la policía y que sembraran el caos

«En política electoral, el partido Svoboda (Libertad) está considerado como el brazo político más desarrollado de la extrema derecha ucraniana», afirma April Gordon. «La mayor victoria política del partido se produjo en 2010, cuando obtuvo el 10 por ciento de los votos en las elecciones parlamentarias y varios puestos ministeriales en el gobierno ucraniano… El apoyo electoral a Svoboda y a otros partidos políticos abiertamente nacionalistas disminuyó en los años siguientes; Svoboda obtuvo solo el 4,5 por ciento de los votos en 2014, y una coalición de partidos de derecha liderada por Svoboda no logró entrar en el parlamento en 2019 tras obtener solo el 2,15 por ciento de los votos.»

«Sin embargo, la estrecha visión de la ortodoxia nacionalista pro-ucraniana y la vehemente retórica anti-rusa defendida por Svoboda y sus aliados se convirtió en una narrativa política dominante, cuyas variantes son cada vez más comunes en el discurso político dominante. Con su eslogan «¡Ejército, lengua, fe!», el ex presidente Petro Poroshenko contribuyó a popularizar una marca exclusivista de patriotismo que sigue atrayendo un importante apoyo tanto de los segmentos moderados como de los radicales de la sociedad.»

«La retórica política de Poroshenko culminó finalmente en una serie de severas medidas legales que pretenden preservar la identidad ucraniana, pero que a menudo infringen los derechos de los grupos minoritarios del país.»

«Los grupos de extrema derecha también son muy activos fuera del ámbito político formal. Envalentonados por la lucha con Rusia y por la mayor aceptación social de un tipo de patriotismo radical e intolerante, estos grupos atacan las amenazas internas percibidas y los elementos «impuros» de la sociedad -incluidos los romaníes, las personas LGBT+ y las minorías religiosas y lingüísticas- que no se alinean con su exclusiva visión «tradicional» de la identidad ucraniana.»

«Sus métodos van desde la violencia brutal, como los pogromos en los campamentos romaníes, hasta los esfuerzos agresivos para impedir que la comunidad LGBT+ utilice los espacios públicos y participe en la vida pública.»

«La guerra en el este ha proporcionado una nueva legitimidad social a los grupos de extrema derecha, trayendo consigo niveles de sofisticación, financiación, reclutamiento y capacidad organizativa sin precedentes.»

«Preocupantemente, los grupos de extrema derecha ucranianos no se sostienen sólo con la ideología: sus actividades se apoyan en diversas operaciones comerciales y políticas internas, que regularmente contratan los servicios de los grupos como matones a sueldo. El propio gobierno ucraniano es una de las muchas partes interesadas que recurre al conjunto de habilidades violentas de los grupos de extrema derecha tanto formal como informalmente, llegando incluso a integrar grupos paramilitares de derecha en las fuerzas armadas ucranianas«.

Para Vyacheslav Likhachev el punto de inflexión llegó en 2010. Antes, los llamamientos a reforzar el papel de la lengua ucraniana o a separar la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del patriarcado de Moscú simplemente cayeron en saco roto.

«…tras la llegada al poder de Víktor Yanukóvich en 2010, la situación cambió rápidamente. Los «acuerdos de Járkov» (que, entre otras cosas, preveían la prórroga del arrendamiento de la flota rusa del Mar Negro en Sebastopol), así como otras medidas adoptadas por Yanukóvich, llevaron a mucha gente a temer por la seguridad nacional y la soberanía de Ucrania. Antes, la idea radical-nacionalista de que la lucha por la independencia real seguía vigente parecía un anacronismo, pero al cambiar el contexto, volvió a estar de actualidad. En un momento en el que el enfrentamiento entre la sociedad y las autoridades se intensificaba rápidamente, muchos vieron a los nacionalistas radicales como opositores intransigentes y, por tanto, creíbles.»

«El 21 de noviembre de 2013 se inició en Kiev un movimiento de protesta popular masiva bajo el nombre de Euromaidán (o simplemente «Maidán»). Comenzó como reacción a que el gobierno emitiera una declaración pública anunciando que no firmaría la Asociación con la Unión Europea. La «Revolución de la Dignidad», como se denominan estos acontecimientos en Ucrania, terminó con la victoria del Maidan. Ésta se logró tres meses después del dramático enfrentamiento que alcanzó su punto álgido con la matanza generalizada de un centenar de manifestantes antigubernamentales entre el 18 y el 20 de febrero de 2014«.

Como sabemos ahora, el «movimiento de protesta popular masiva» fue en realidad una «Revolución de Color» patrocinada por Occidente y la oligarquía local.

El ascenso del nacionalismo ucraniano condujo inevitablemente, en un país de composición étnica tan compleja y de historia aún más compleja, a una involución reaccionaria.

«En el caso de la región del Donbass, la agitación del golpe de estado ucraniano del Maidán en 2014 puso las cosas en marcha para que los habitantes de la región declararan la independencia y formaran las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.»

«En marzo de 2014, los habitantes de Crimea celebraron un referéndum en el que el 96% de los votantes optaron por unirse a Rusia

El conflicto culminó con una violencia atroz: «Más de 30 personas murieron en violentos y caóticos enfrentamientos en la ciudad ucraniana de Odessa, al sur del país», informó The Guardian en mayo de 2014 «…cuando activistas pro-Ucrania asaltaron un edificio defendido por manifestantes opuestos al actual gobierno de Kiev y a favor de estrechar lazos con Rusia

En agosto de 2014 Niles Williamson escribió: «El gobierno ucraniano está financiando y desplegando bandas de matones fascistas como punta de lanza de sus operaciones

para preparar la masacre a gran escala de separatistas prorrusos y civiles en la ciudad de Donetsk.»

«El gobierno de Kiev ha desatado estas bandas fascistas contra la población ucraniana con el pleno apoyo y respaldo de Estados Unidos, Alemania y otras potencias europeas. El batallón neonazi Azov ha desempeñado un papel clave en el cerco de Donetsk y en la captura y apertura de los puestos de control rebeldes. La semana pasada, el batallón fue enviado por delante de la 51ª Brigada Mecanizada de Ucrania para atacar y capturar un puesto de control separatista prorruso en el suburbio occidental de Marinka.»

«El ministro del Interior ucraniano, Arsen Avakov, emitió en abril un decreto que permitía la creación de unidades especiales para contrarrestar a los separatistas prorrusos, proporcionando a varios grupos paramilitares fascistas el imprimátur del Estado y permitiéndoles operar con impunidad. Además del batallón Azov, se han organizado otras milicias de extrema derecha para luchar contra los separatistas, como los batallones Dnipro, Donbass y Kharkiv.»

«El batallón Azov, financiado por el multimillonario oligarca y nombrado gobernador de la región de Dnipropretrovsk, Ihor Kolomoyskyi, está comandado por Andriy Biletsky. Biletsky dirige la neonazi Asamblea Social-Nacional (SNA) y su ala paramilitar, los Patriotas de Ucrania».

«El SNA de Biletsky, cuyos miembros constituyen una parte importante del batallón Azov, apoya la readquisición de armas nucleares por parte de Ucrania y la introducción de leyes de pureza racial, y se jacta abiertamente en su sitio web de llevar a cabo ataques físicos contra minorías étnicas y sociales. En un reciente arrebato antisemita, Biletsky escribió: «La misión histórica de nuestra nación en este momento crítico es liderar a las razas blancas del mundo en una cruzada final por su supervivencia. Una cruzada contra los Untermenschen dirigidos por los semitas».

«El batallón Azov enarbola en su estandarte el neonazi Wolfsangle, un símbolo utilizado por la 2ª División Panzer de las SS y otras fuerzas nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Los miembros del batallón están muy orgullosos de su ideología supremacista blanca y antisemita».

«The Telegraph» citó a un combatiente conocido como «Phantom», que dijo: «Personalmente, soy un nazi. No odio a ninguna otra nacionalidad, pero creo que cada nación debe tener su propio país. Tenemos una idea: liberar nuestra tierra de los terroristas

El hecho de que Israel haya apoyado a estos grupos ha suscitado fuertes críticas de grupos de derechos humanos del propio Israel.

Recientemente, en febrero de 2022, John Pilger escribió: «Vladimir Putin se refiere al «genocidio» en la región oriental de Donbass en Ucrania. Tras el golpe de Estado en Ucrania en 2014 -orquestado por la «persona de contacto» de Barack Obama en Kiev, Victoria Nuland- el régimen golpista, infestado de neonazis, lanzó una campaña de terror contra el Donbass de habla rusa, que representa un tercio de la población de Ucrania.»

«Supervisadas por el director de la CIA, John Brennan, en Kiev, las «unidades especiales de seguridad» coordinaron ataques salvajes contra la población de Donbass, que se oponía al golpe. El vídeo y los informes de testigos presenciales muestran a matones fascistas en autobús quemando la sede del sindicato en la ciudad de Odessa, matando a 41 personas atrapadas en su interior. La policía se mantiene al margen. Obama felicitó al régimen golpista «debidamente elegido» por su «notable moderación»».

«En los medios de comunicación estadounidenses se restó importancia a la atrocidad de Odessa, calificándola de «turbia» y de «tragedia» en la que «nacionalistas» (neonazis) atacaron a «separatistas» (personas que recogían firmas para un referéndum sobre una Ucrania federal). El «Wall Street Journal» de Rupert Murdoch condenó a las víctimas: «El mortal incendio de Ucrania probablemente fue provocado por los rebeldes, según el gobierno».

«El profesor Stephen Cohen, aclamado como la principal autoridad estadounidense en materia de Rusia, escribió: «La quema hasta la muerte de rusos étnicos y otras personas en Odessa despertó recuerdos de los escuadrones de exterminio nazis en Ucrania durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, los asaltos relámpago contra homosexuales, judíos, ancianos de etnia rusa y otros ciudadanos ‘impuros’ se han extendido por toda la Ucrania gobernada por Kiev, junto con las marchas con antorchas que recuerdan a las que acabaron enardeciendo a Alemania a finales de los años 20 y 30…»

«La policía y las autoridades legales oficiales no hacen prácticamente nada para impedir estos actos neofascistas ni para perseguirlos. Por el contrario, Kiev los ha fomentado oficialmente rehabilitando sistemáticamente e incluso conmemorando a los colaboradores ucranianos con los pogromos de exterminio alemanes nazis, cambiando el nombre de las calles en su honor, construyendo monumentos en su honor, reescribiendo la historia para glorificarlos, etc.»

«Hoy en día, rara vez se menciona a la Ucrania neonazi. Que los británicos están entrenando a la Guardia Nacional ucraniana, que incluye a neonazis, no es noticia. (Véase el informe «Desclasificado» de Matt Kennard en el Consorcio del 15 de febrero). El regreso del fascismo violento y refrendado a la Europa del siglo XXI, citando a Harold Pinter, «nunca ocurrió… ni siquiera mientras ocurría»«.

Las personas con las que Eva Bartlett se reunió en el otoño de 2019 dijeron que sólo querían poder hablar su idioma nativo, ser educados en ese idioma y querían poder practicar sus tradiciones culturales. Ellos, que «siempre habían sido parte de Rusia», querían volver a ella.

En muchos aspectos, el conflicto de Ucrania es un reflejo de la lucha por Yugoslavia en la década de 1990. En la década de 1990, Occidente apoyó la desintegración de Yugoslavia, pero ahora se arriesga a una tercera guerra mundial para reprimir a dos repúblicas escindidas.

Como siempre hay que seguir el dinero. Una pequeña minoría de peligrosos y extremistas neonazis está siendo utilizada para promover, en estrecha alianza con oligarcas corruptos y malévolos, una clara estrategia geopolítica. Que esto pueda llevar a la Tercera Guerra Mundial es poco probable, pero sigue siendo una clara posibilidad. Cualquiera que sea la forma en que esto se desarrolle, el Complejo Militar Industrial ganará invariablemente. Y, por supuesto, cada vez menos gente prestará atención a la erosión de las libertades civiles y a la destrucción de las democracias que conlleva la actual estafa y el genocidio de Jab.”

Hasta aquí, Michael Buergermeister.

Planteemos la siguiente cuestión ética: Si Putin no miente y quiere desnazificar Ucrania, ¿quién se posiciona abiertamente en contra de desnazificar un país armado hasta los dientes? ¿por qué alguien se posiciona en contra de desnazificar un país? ¿estaría usted en contra de desnazificar Europa? ¿se puede tolerar al nazismo, o tolerarlo le convierte a uno en cómplice de su intolerancia y violencia declaradas abiertamente en su programa? ¿qué le parece condenable de la intervención militar rusa en Ucrania, los medios, los fines, o ambos?

Mark Galeotti, experto en asuntos de seguridad de Rusia y Ucrania en la Universidad de Nueva York, advirtió ya en los comienzos de la agresión a las repúblicas de Donbass de la creciente influencia de estos elementos fascistas, que están siendo reclutados en todo el mundo y entrenados por el régimen de Kiev. «El peligro es que esto es parte de la construcción de un legado tóxico para cuando la guerra termine», dijo. «¿Y qué se hace cuando la guerra termine y haya veteranos del Azov pavoneándose por la calle, y en su propia vida?».

Hoy mismo la Presidencia del Régimen de Kiev ha hecho un llamamiento de acogida a voluntarios neonazis de todo el mundo para luchar contra “los rusos”, estos aguerridos “guerreros” que no sean enviados al Valhala, cuando vuelvan a nuestros pueblos y ciudades, ¿serán unos vecinos convenientes para una sociedad democrática?

Muchos yihadistas europeos que fueron a Siria a asesinar civiles y a imponer a su sociedad laica y multisecular su visión de un islam medieval son ahora un problema de seguridad nacional de primera magnitud en casi todos los países europeos, ¿lo serán los excombatientes nazis o los criminales nazis que huyan de la justicia cuando les toque pagar por sus crímenes y se alojen entre nosotros?

Tal vez las personas y la sociedad civil de Europa Occidental, si queremos sobrevivir como una civilización basada en la libertad, la igualdad, la fraternidad y los derechos humanos, deberíamos elegir mejor a nuestros amigos y de paso librarnos de la tutela asfixiante de los EEUU y Reino Unido, que tienen su propia agenda y sus propios valores anglosajones al margen de los nuestros. Tal vez podríamos comenzar ese proceso los pueblos de cultura latina: deberíamos hacer un esfuerzo por reconectar con nuestra historia, valores, cultura y legado humanista y comenzar a librarnos de la aculturación anglosajona a la que hemos estado sometidos durante décadas.

Como decía Confucio: Cuando el sabio señala a la luna, el necio mira al dedo. Así que cuando busquemos el origen de esta espantosa guerra que asola Europa, dejemos de mirar al dedo-Putin y miremos a la luna-Sleepy Joe Biden.

Aitor Saiz Lasheras
Metodólogo e Historiador

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