*Eduardo Luque / El Viejo Topo
Quedan pocas opciones y el tiempo se agota. Los contactos entre los presidentes ruso y estadounidense se intensifican. Es tal la gravedad de la situación que han tenido lugar dos conversaciones directas en un mes y se anuncian otras para enero. En este momento un error de cálculo puede precipitar los acontecimientos. La OTAN tiene acantonados en las fronteras rusas en un primer escalón, no menos de 13000 efectivos, 200 tanques, más de 400 vehículos blindados y 30 aviones (12 españoles), sin contar los soldados y material propios de cada país. Las provocaciones aéreas, marítimas y terrestres de la OTAN se intensifican; los vuelos de reconocimiento se doblaron en 2021 respecto a 2020, el número de maniobras militares sin previo aviso por parte de la organización Atlántica aumentaron significativamente (en 2021 se realizaron más de 30). El presupuesto militar se incrementa. La OTAN dispuso en el ejercicio económico del 2021 un total de 1,174 billones de dólares, unas 18 veces mayor que el presupuesto militar ruso.
En el campo diplomático la arrogancia occidental sustituye al sentido común. Las iniciativas políticas lanzadas por Moscú son rechazadas como sucedió en 2020 cuando se propuso una iniciativa para contener la tensión militar en la zona. La OTAN respondió rompiendo toda comunicación formal con el Kremlin a nivel de representación diplomática. La última propuesta de Putin el 15 de diciembre un Acuerdo (auténtico Tratado de paz) para obtener garantías de que Ucrania no albergará armas nucleares y que la OTAN se retirará a una profundidad estratégica de 500 Km no ha sido contestada hasta este momento. La única manifestación se produjo a través de “La voz de América” altavoz de la propaganda estadounidense que señaló: “numerosos expertos están preocupados por esta maniobra de Rusia, que quiere explotar el fracaso de la negociación como pretexto para invadir Ucrania”. Por otra parte el senador republicano Roger Wicker, (cercano en su momento a Obama y a Biden en la actualidad) miembro de la Comisión de Servicios Armados del Senado señaló en una entrevista televisiva el 8 de diciembre: “Ustedes saben que nosotros no excluimos la acción nuclear en primer uso”. Mientras la OTAN en su conjunto espera órdenes. El gobierno español también calla obediente, esperando.
La situación política en Occidente, y esto es especialmente grave, es caótica. La nave carece de timón y de timonel. EEUU tiene un grave problema de liderazgo; a la lucha entre sectores de la administración Biden por imponer sus criterios se le une la indigencia intelectual de los dirigentes de la OTAN que amenazan a Moscú con desplegar armas nucleares en su frontera, como si esto fuera un juego. Todo ello sumado a la aparición de nuevos personajes deseosos de dejar una impronta en la historia. El inefable Josep Borrell reivindica negociaciones directas entre la UE y Moscú al margen de la OTAN. El que dice ser ministro de exteriores de la UE no ignora que un agravamiento de la situación político-militar pondría a la UE de rodillas ya que necesita ese 30% de gas proveniente de Rusia. El colapso de los puertos y la falta de barcos metaneros suficientes hace imposible el aprovisionamiento vía EEUU.
El viejo Marx, siempre tan joven, elevó casi al rango de ley histórica que la decadencia de los Imperios va asociada a una gran guerra. El Imperio estadounidense decae y es por ello que la tensión militar se incrementa. Las derrotas cosechadas a lo largo de varias décadas en Medio Oriente cuyo colofón fue la derrota en Afganistán, muestran claramente las dificultades cada vez más insalvables del Imperio para mantener su hegemonía. El costo de las aventuras militares impacta cada vez en una situación social explosiva, donde la iniquidad social se ha ido agravando en la misma medida que crece el presupuesto militar. La enorme mortandad provocada por la epidemia, los miles de fallecidos provocados por las sobredosis de opiáceos son otro, uno más, de los síntomas de una sociedad rota. Las imágenes de la toma del Capitolio por una turba de fanáticos de extrema derecha, hace un año, señala la gravedad de la situación social. Voces como la del expresidente Jimmy Carter alertan del peligro de enfrentamiento civil, en declaraciones al The New York Times afirmaba: “(…) Nuestra gran nación ahora se tambalea al borde de un abismo cada vez mayor». Las clases dirigentes pretenden ocultar la fractura social galvanizando a la población tras la bandera. Todo ello oculta la lucha sorda de las élites dirigentes. Se pretenden ocultar los problemas sociales con el recurso de la “niebla de guerra”. Desde hace décadas se ha formateado la población Occidental en la creencia del peligro ruso, de tanto escuchar el mismo sonsonete al final acabamos dándolo por hecho.
El conflicto ucraniano no nace en 2014 con la “Revolución del Maidan”; su origen se remonta a la propia desarticulación de la Unión Soviética tras el tratado de Belavezha (8 de diciembre de 1991). Posteriormente al desmembramiento de la antigua URSS; Occidente no cumplió ninguno de los acuerdos, se reinterpretaron, especialmente la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas. Entre las décadas de 1980 y 1990 la OTAN realizó cinco oleadas expansivas. Las revoluciones de colores en las antiguas repúblicas ex-soviéticas situaron en el poder a dirigentes fuertemente dependientes de EEUU y la UE. Occidente promovió la guerra en Yugoslavia, un aliado clave de Rusia en los Balcanes, para imponer posteriormente el golpe de Estado en Ucrania disfrazándolo de Revolución democrática.
Esta experiencia es la que enarbolan ahora Putin y Lavrov para exigir a EEUU garantías por escrito y vinculantes internacionalmente de que la política de cerco y estrangulamiento hacia Rusia no continuará. Fue el núcleo de la conversación entre Biden y Putin hace pocos días. Al final el encuentro virtual fue un intercambio de advertencias.
Rusia no representa un peligro ideológico para Occidente. Pero sin embargo su desarticulación como Estado es un objetivo largamente perseguido por Washington. La década iniciada por Putin permitió que el país recuperara sus grandes recursos naturales, que estuvieron a punto de ser mal vendidos a Occidente, fue un enorme contratiempo para el Imperio. El control sobre esas riquezas habría permitido a EEUU mantener su poder unilateral durante otro siglo. Limitando el crecimiento chino como rival económico y político. En este momento Rusia está siendo cercada y se la empuja contra las cuerdas. El intento de golpe de Estado fallido en Bielorrusia, promovido desde occidente, como el actual en Kazajstán persigue un claro objetivo, aislar y dificultar la conexión económica y de recursos desde Rusia hacia China. La nueva revolución de los colores en la ex-república soviética está perfectamente coordinada con la crisis ucraniana, nada sucede al azar.
La crisis de Ucrania es también un programa de marketing de armamentos al por mayor. Gran parte de los senadores republicanos o demócratas norteamericanos y no pocos políticos europeos, los que abogan por un incremento de la tensión, hace tiempo que extendieron la mano esperando los cheques de los vendedores de armas. Unos y otros solo ven el negocio a corto plazo, no tienen en cuenta la gravedad de la situación y aún menos las consecuencias de la escalada.
Los mercaderes ven en la crisis ucraniana una ventana de oportunidad para colocar sus armas: Finlandia ha anunciado la compra de 64 aviones de combate F-35A a Lockheed Martin (8400 millones de euros) o Raytheon Technologies. Estos aviones tienen capacidad nuclear y se posicionaran a 200 km de San Petersburgo. Polonia ha comprado en los últimos días cerca más de 200 vehículos blindados de segunda mano de EEUU, las repúblicas Bálticas, en especial Lituania ha firmado la compra por 125 millones de dólares de una partida de misiles anticarro javelin, (una parte importante de ese material será transferido con toda seguridad a la propia Ucrania). Se proporcionan armas prohibidas a las brigadas neonazis que proliferan en el seno de las tropas ucranianas. Ucrania se rearma con créditos de EEUU (2400 millones) y Reino Unido (200 millones). EEUU aumenta su presupuesto militar en un 5%, España con, “el gobierno más progresista de la historia” invierte en nuevos submarinos (el presupuesto inicial de la serie era de 1800 millones, el costo final superará los 4000 millones), adquiere decenas de cazas Eurofighter por valor de más de 2000 millones y también gastaremos otros 1800 en modernizar nuestros Helicópteros Apache. La excusa: la defensa de la Islas Canarias: la realidad: aviones y helicópteros que irán al escenario ucraniano. Posiblemente se estacionarán en Bulgaria, que conjuntamente con los situados en Rumanía y Lituana nos coloca en el epicentro del conflicto militar si este estalla. Las obligaciones impuestas por el ex-presidente Trump a la OTAN han incrementado el presupuesto militar en más de 2% respecto al PIB hasta 2014. Nuestro gobierno de coalición obedece. Ni una sola voz se ha alzado en el Consejo de Ministros sobre esta escalada tan peligrosa.
El 11 de diciembre el presidente Biden, en lugar de desescalar, informó sobre su intención de desplegar más tropas en Bulgaria, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania, Eslovaquia, la República Checa y Estonia. La excusa defender a estos países de la amenaza rusa. Moscú arguye que sus maniobras se realizan dentro de su territorio y responden a la necesidad de la autodefensa. Rusia ha advertido que pisar las líneas rojas en Ucrania y Georgia implicarían unas consecuencias “nefastas”. En un mundo con líderes políticos medianamente inteligentes, esas declaraciones, proviniendo de una potencia nuclear, deberían tomarse muy en serio. En cambio el Secretario General de la OTAN presumía que estaban entrenando a las tropas ucranianas y proporcionando armamento sofisticado. Occidente es un mundo de arrogancia presidido por inteligencias limitadas. La OTAN desdeña que Rusia tenga intereses legítimos de Seguridad Nacional, aunque EEUU durante 200 años y gracias a la doctrina Monroe ha considerado a Latinoamérica su patio trasero.
A diferencia de otras épocas, en las universidades occidentales, existían pensadores independientes que no estaban financiados por el conglomerado militar. Hoy la privatización de los sistemas de enseñanza eleva al estrellato a meros Rusofóbos pagados por el conglomerado militar estadounidense. Uno de estos personajes es el Asesor de seguridad Nacional de Biden, Jake Sullivan quien informa día sí y día también que las agencias de inteligencia creen que Putin está “considerando” la invasión de Ucrania. La mentira repetida desde 2014 ha hecho que el Consejo de Seguridad Nacional de EEUU sea incapaz de nada más que repetir la propaganda de los medios.
Mientras las sociedades occidentales agobiadas por pandemias y restricciones no se dan cuenta de que el dedo oculta la luna. El 16 de noviembre se producía un hecho significativo: Rusia presentaba en la ONU un documento titulado: “Combatir la glorificación del nazismo, neonazismo y otras prácticas que contribuyen a exacerbar las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia” la votación, obtuvo el apoyo de 130 países, 49 naciones se abstuvieron (entre ellos España), mientras que EE.UU. y Ucrania votaron en contra. La misma idea de Washington apoyando al nazismo nos da idea de la bajeza moral que están alcanzando las relaciones internacionales.
Los preparativos militares se acentúan. El Kremlin ha puesto en servicio las fuerzas estratégicas de misiles nucleares, se está cerrando la ruta del mar del norte mientras los regimientos de interferencia electrónica se optimizan para dejar ciegos a los radares norteamericanos (el ejército ruso tiene una reconocida ventaja en este campo), la paciencia del Kremlin tiene también un límite y si continúan las provocaciones en el Mar Negro no es descartable que Rusia lo cierre.
El 30 de diciembre, Vladimir Putin conversó nuevamente con Joseph Biden. La videoconferencia retomó la conversación del 7 de diciembre; ¿cómo proporcionar a Rusia las garantías jurídicas que pide? El hecho más significativo es el acuerdo para continuar las negociaciones en Ginebra el 9 y 10 de enero y más tarde con la OTAN el 12 y finalmente con la OSCE el 13. El acuerdo de los dos presidentes es supervisar personalmente estas vías de negociación especialmente las bilaterales con el objetivo de alcanzar resultados rápidamente. Queremos pensar que se abre un ventanuco al acuerdo.