*Sergio Mario Guilli / Revista La Comuna
Hace 104 años, en 1917, la humanidad empezaba el lento, escabroso y serpenteante camino para abandonar la prehistoria y comenzar la historia del ser humano con la Gran Revolución Socialista de Octubre. El calendario juliano, vigente en la Rusia zarista, fijaba la fecha del 25 de octubre, pero en nuestro calendario gregoriano la fecha corresponde al 7 de noviembre.
Nada fue fácil para la naciente revolución. Rusia estaba desbastada por la Primera Guerra Mundial y a los seis meses de tomado el poder, a las tropas del Ejército Blanco, zarista y contrarrevolucionario, se sumó una Guerra de Intervención, un intento de ahogar el grito de libertad que contó con soldados de 13 países. El primer intento de los bolcheviques por construir una economía en estas condiciones fue el “comunismo de guerra” la confiscación directa a los productores agropecuarios para abastecer a los que estaban dando su vida en el frente. A poco de andar, la producción se desplomó y el fantasma de la hambruna apareció en el horizonte. En 1921 surge la NEP, Nueva Economía Política, por medio de la cual se pagaban los productos agrícolas a precio de mercado. Años de duros combates, con territorios que se ganan y que se pierden, pero prontamente se reestablece el metabolismo económico y ya para 1924 la producción agrícola vuelve a los niveles previos a la guerra.
En 1920 Lenin había planteado que el comunismo eran los soviets más electricidad. Así que la atrasada matriz productiva zarista fue prontamente convertida: electrificación, industria pesada, vías férreas, aun con bloqueos y sanciones, con sacrificio, la joven república soviética hizo posible un gran avance económico, basado en la planificación socialista. Los planes quinquenales demostraban su superioridad en relación a la anarquía de la producción capitalista.
Los latifundios en la URSS habían sido repartidos a los campesinos, sin embargo, esta reforma agraria reproducía relaciones capitalistas y prontamente los campesinos más ricos (los kulaks y nepistas) comenzaron a disputar el poder a la revolución con violencia. En 1927 y ya bajo la conducción de Stalin se realiza la colectivización del campo, a la vez que se envían experimentados obreros bolcheviques de las ciudades a las enormes regiones rurales.
El imperialismo crea el nazifascismo por un lado y el new deal por otro para frenar la influencia de los soviets. En 1941 comenzaba la Gran Guerra Patria, pero la tarea preparatoria ya estaba realizada: la industria bélica, trasladada al oriente, estuvo a la altura del desafío y con un gran sacrificio en vidas, en 1945 las tropas soviéticas llegan en su empuje más allá de Berlín.
Nuevos prodigios mostrarían las capacidades soviéticas: en 1949 la URSS consigue su propia bomba atómica, en 1957 se pone en órbita el satélite Sputnik y en el ’61 Yuri Gagarin se convierte en el primer cosmonauta en llegar al espacio.
El imperialismo apuró el paso, incrementó la explotación del tercer mundo y generó un nivel de consumo superior al de los países socialistas cuya producción estaba comparativamente más estancada. Este factor junto a otros, se da la caída de la URSS, ya Mikhail Gorbachov lo confesó “El objetivo de mi vida fue la aniquilación del comunismo” y la CIA desclasificó documentos donde muestran como junto a George Soros apoyaron la implosión soviética. Sin embargo, esa experiencia ha dejado enormes lecciones para la clase trabajadora mundial.