L@s corresponsales de Televisión Española (TVE) y su peligrosa y reiterativa propaganda política

*Mikel Itulain /  ¿Es posible la paz?:

Érika Reija con Poroshenko

Es ya una tradición diaria ver a las corresponsales de Televisión española en Estados Unidos, Sara Rancaño y Cristina Olea, hacer campaña adulatoria de Joe Biden, donde todo parece ser maravilloso, aunque el tipo y el equipo que está formando tengan el historial más siniestro de cuantos gobiernos haya en la Tierra. Involucrados en todo tipo de fechorías y crímenes, imaginables y no tanto. Las guerras contra Yugoslavia, (1) Irak, Libia, Siria, Yemen, Afganistán,  el golpe de Estado en Ucrania…, no son pecata minuta. Aunque a las mencionadas corresponsales  esto parece venirles grande y no importarles en demasía, y se centran, tal como les mandan, en meterse con Trump, pues es alguien  no del gusto  de las transnacionales  y esto a pesar, y seguramente también  por eso,  de que sea el presidente que menos gente ha matado  de  la historia reciente norteamericana.

Biden hizo mucho más que solo votar por la guerra. Aunque su papel en posibilitar aquella guerra permanece desconocido o malentendido por el público. Cuando la guerra fue debatida y entonces autorizada por el Congreso de los EE.UU. en 2002, los Demócratas controlaban el Senado y Biden era el Jefe del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Biden tenía una enorme influencia como Director y habló decididamente en favor de la resolución de 2002 concediendo al presidente Bush la autoridad para invadir Iraq. […]

Pero tenía un poder mucho mayor que sus propias palabras. Él podía escoger los 18 testigos en las principales comisiones del Senado sobre Iraq. Y él eligió principalmente gente que apoyaba una posición  proguerra. (2)

Los «argumentos» en favor de esa guerra, como de las tantas otras, se repetían y repetirían: «Quitar al régimen», «al dictador», «traer la democracia», que los iraquíes «apoyarían una rebelión», que «darían la bienvenida» a los invasores y por supuesto, » las armas de destrucción masiva»; incluso, y aprovechando la monumental ignorancia  de la masa social occidental, decir que Saddam Hussein colaboraba con Al Qaeda,  cuando, si hay un hecho cierto, es que la agresión exterior  trajo a los terroristas islamistas donde antes no podían estar.

Otra de las corresponsales habituales es Érika Reija, que inyecta en cada aparición importantes dosis de carácter antiruso. Rusia es el gran enemigo a batir, además de China, por su poderosa influencia mundial y sus colosales  riquezas, y a eso están. Recientemente nos mostraba, como un colectivo de «periodistas independientes», denominado Bellingcat, «probaba» la enésima acusación contra su presidente y sobre los maldecidos servicios secretos eslavos que parecía que querían perder el tiempo con una inexistente «oposición» política, que en realidad trabaja como mercenaria al servicio de intereses extranjeros y por eso es tan despreciada en Rusia, como ocurre con el tal Navalny.

No hay que investigar demasiado para ver que tal colectivo es lo que es, un órgano de propaganda para demonizar a los rivales, y recibe el dinero de donde lo recibe. De hecho, nos lo dice la persona que pusieron como fundador de tal entramado, Eliot Higgins: la plata viene de la NED (National Endowment for Democracy) o de la misma o de la Open Society  (OSF), de George Soros, un conocido delincuente financiero y político.

 

Él mismo es miembro de un think-tank,   el Atlantic Council, (3) donde las corporaciones planifican su piratería sobre el mundo.

Como han hecho con Libia y Siria, y prevén para Irán. De hecho, Rand Corporation en su Extending Russia: Competing from Advantageous Ground, (4) de 2019, apostaba por medidas tan dentro de la barbarie como incrementar el apoyo a los «rebeldes» en Siria, es decir a las hordas de matones de Al Qaeda y afiliados, aportar ayuda letal a la junta neonazi de Ucrania, promover el «cambio de régimen en Bielorrusia», que hemos visto este año 2020 o provocar tensiones en el sur de Caucaso. Además, como hace la corresponsal de TVE, de desprestigiar a las instituciones y personalidades rusas, para así justificar  cualquier ataque contra ellas. Las corporaciones escriben el guion y los «periodistas» lo cumplen. Todo esto requiere una intensa campaña propagandística, como la que hacen, para engañar a la población occidental y dar la vuelta a la realidad. Lo describía certeramente el escritor Fernando Sánchez Dragó:

El único estadista que queda en el mundo se llama Putin. Por eso lo demonizan, por eso lo calumnian, por eso le atribuyen los crímenes que los demás cometen, por eso han orquestado contra él una de las mayores campañas publicitarias que la historia universal ha conocido, superada sólo en cuantía de inversión oligárquica y en lavado colectivo de cerebros por la que condujo al despacho oval a un fantoche llamado Obama. La agresión perpetrada por Turquía y avalada por la OTAN y el Pentágono contra el caza ruso es una declaración de guerra que sólo beneficia al IS. (5)

La Rusia que quieren es una saqueada, anulada, corrompida, colonizada, sin esperanza y con millones de mendigos y prostitutas por las calles, como empezaron a hacerlo con Gorbachov y el peor Yeltsin.

Al fin Moscú despierta, ha despertado tal que ayer, al fin la Rusia profunda, la del 17 y el trabajo, se ha echado a la calle para decir, para gritar lo que otros callan, pero también sienten: que la democratización ha sido un fraude, la perestroika unas rebajas de enero a la inversa y Yeltsin el hombre de la CIA. (6)

Francisco Umbral hablaba de la gran manifestación en Moscú en enero de 1992 contra la corrupción de sus líderes y en defensa de sus vidas y los logros de la URSS.

A Érika Reija ya la vimos como enviada especial a Bengasi, allí, con los mismos «rebeldes» que asolarían luego Siria, como el Combating Terrorism Center del Ejército de los Estados Unidos (7) había investigado y estudiado, los mercenarios de Al Qaeda que iban de Bengasi a Irak, ahora eran los protagonistas de la insurrección islamista en Libia. Reija nos contaría una ficción terrible en suelo libio, pero también lo haría en Egipto, ocultando como Estados Unidos trataban de imponer a los violentos e intolerantes Hermanos Musulmanes, pero en este caso los egipcios pudieron decir que no.

Verán muchos telediarios con sus corresponsales contando muchas historias inventadas, demonizando y creando enemigos artificiales, generando odio, con el propósito final, no se engañen, de satisfacer la codicia y tiranía de las corporaciones occidentales. Y esto supondría llevarnos a una guerra fatal, que destruiría y nos destruiría. Si todavía permanecen cuerdos, desprécienlos y denuncien tales villanías.

Como nos recordaba el sabio y honesto Arthur Ponsonby, la inyección del veneno del odio por medio de la falsedad, es uno de los peores males, fuente de enormes tragedias. La corrupción del alma es peor que la destrucción de su cuerpo. (8)

Referencias-Notas:

1. Nauman Sadiq. The Yugoslav Wars: Biden’s Belligerent Militarism Revisited. Global Research. 11.10.2020.

2. Mark Weisbrot. Joe Biden Championed the Iraq War. Will That Come Back to Haunt Him Now? The Guardian. 18.02.2020.

3. Tony Cartalucci. Atlantic Council: Is Libya a «Global Con?». Land Destroyer. September 2011.

4. Extending Russia: Competing from Advantageous Ground. Rand Corporation. 2019.

5. Fernando Sánchez Dragó. Santa Rusia. El Mundo. 29.11.2015.

6.  Francisco Umbral. Moscú. El Mundo. 14.01.1992.

7. Al-Qa´ida´s foreign fighters in Iraq. Combating Terrorism Center, West Point, New York. 2007. Enlace

El estudio del Combating Terrorism Center está basado en los llamados Registros de Sinjar, que son la base para la publicación Al Qaida foreign fighters in Iraq, y donde se expone y explica el flujo de miembros de Al Qaeda hacia Iraq en los años 2006 y 2007. Posteriormente este centro del Ejército de los Estados Unidos publicó una ampliación de este estudio en  2008: «Bombers, Bank Accounts and Bleedout: al-Qa’ida’s Road In and Out of Iraq

8. Arthur Augustus William Harry Ponsonby.  Falsehood in Wartime: Propaganda Lies of the First World WarGeorge Allen and Unwin, 1928.

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