*Colonel Cassad
La retirada, por parte de un tribunal de Odessa, del estatus de lengua regional a la lengua rusa, estatus del que disfrutaba desde los tiempos de Yanukovich, demuestra la continuidad de la sistemática política de derrusificación que se sigue realizando con la administración de Zelensky, igual que se hiciera con la de Poroshenko.
En realidad, fue el Partido de las Regiones el que saboteó la adopción del bilingüismo como política oficial y el que ignoró completamente la cuestión de un referéndum nacional sobre el tema tal y como proponían el Partido Comunista de Ucrania, el Partido Socialista Progresista de Ucrania y otros partidos. Como toda otra serie de formaciones “prorrusas” antes que él, el Partido de las Regiones fácilmente olvidó sus promesas electorales sobre la cuestión de la lengua, de la misma forma que ocurriera en los tiempos de Kravchuk y Kuchma. Ante las elecciones se prometía una solución, pero en la práctica no hicieron nada a pesar de tener todo el poder, los datos sociológicos de su lado y una propuesta pública.
Para no arreglar la cuestión de una vez por todas se adoptó la escasa ley Kolesnichenko, que en realidad consolidó el estatus inferior de la lengua rusa como lengua regional pese al hecho de que era la lengua que el 80% de la población de Ucrania prefería para hablar en el día a día. El Partido de las Regiones lo ignoró y dio a la lengua rusa una postura limitada y subordinada, e incluso entonces, solo en ciertas regiones. Así que cuando ahora algunos funcionarios de la etapa de Yanukovich y miembros del Partido de las Regiones hipócritamente critican la política de derrusificación, es preciso recordar que ellos también tuvieron un papel en ella creando las condiciones para la posterior segregación sobre base de la lengua.
Después del golpe de Estado, se inició una ofensiva abierta contra la lengua rusa siguiendo las “propuestas” de Tyahnibok y Farion [destacados miembros de Svoboda]. Eso llevó a las rebeliones de Crimea y Donbass y a la modificación de las antiguas fronteras de Ucrania, pero eso no paró el curso que se tomó inmediatamente después de la toma del poder en Kiev, cuando Tyahnibok y Farion solo dieron voz a algo que ya se había planeado de antemano.
La abolición del estatus de lengua regional a la lengua rusa en el contexto de la eliminación de las consecuencias de la ley Kolesnichenko es parte de una política sistemática que incluye excluir al ruso de los procesos educativos en colegios y universidades, borrarlo de la radio y la televisión, prohibirlo en el ámbito oficial, bloquearlo de las redes sociales, prohibir las películas y libros rusos y soviéticos, etc. La tarea está clara: eliminar las bases históricas, culturales y lingüísticas para la posibilidad de que pudiera haber alguna influencia rusa en Ucrania. Esta política no es nueva y tampoco empezó en 2014. Sus orígenes se remontan a la desaparición de la Unión Soviética y principios de los años noventa. Pero entonces era minoritario, se escondía, pero desde 2014 pudo hacerse abiertamente, con el completo apoyo de los intelectuales patrióticos y el “Occidente civilizado”. Sustituir a Poroshenko por Zelensky no ha cambiado nada, ya que son parte de un proceso más amplio en el que son solo cadenas de una sistemática política antirrusa y rusófoba.
Así que, con la tradición de ignorar a los votantes, el último “representante de las aspiraciones del sudeste” continúa con el curso de derrusificación cuyas tesis expresaron Tyahnibok y Farion. No es solo cuestión de palabras sino de hechos. Un año y medio después de la investidura de Zelensky, todas las ilusiones de quienes votaron por él porque “es mejor que Poroshenko” se han esfumado. De hecho, no es más que un cambio de cromos y quienes llamaron a votarle en 2019, quienes hicieron campaña por él o ya se han arrepentido o permanecen en silencio sobre su apoyo a alguien que continúa la política e Poroshenko. Así que la ley sobre el uso de la lengua sigue en vigor, se perpetúan las prácticas represivas y los pocos mecanismos que las limitan desaparecen de forma gradual y consistente.
Se puede decir también que la cuestión de la lengua es uno de los motivos de la pérdida de Crimea y Donbass y que los hechos muestran lo correcto de la decisión de los residentes de estos territorios, que en 2014 claramente comprendieron que los intentos de prohibir la lengua rusa no eran una metáfora sino una amenaza para un futuro inmediato. Las posteriores acciones de la junta ucraniana no hicieron más que confirmarlo y cuanto más se alarga la guerra en Donbass, más se confirma. Es más, las esperanzas de algunos círculos en Moscú de que Ucrania volvería a su sano juicio y a una política más racional han resultado ser inútiles, lo que perpetúa también los mismos errores que se cometieron antes de Euromaidan en relación con Ucrania.
Se puede decir también que Zelensky ya ha recogido los frutos de su política, una copia de la de Poroshenko. La popularidad de Zelensky y de Servidor del Pueblo cae y es evidente que sigue el camino de Yuschenko. Pero esos círculos que le llevaron al poder sobrevivirán sin problemas, ya que Zelensky será sustituido por otro títere de los oligarcas, que en ningún caso podrá contradecir el curso general de rusofobia que se ha instalado en Ucrania.