Boyan Tsonev / 14 Milimetros
Cada vez que se produce una escalada de tensión entre Armenia y Azerbaiyán, las noticias y redes sociales se llenan de acusaciones por parte de ambos bandos sobre quién es el responsable de violar el alto el fuego. En este caso nos encontramos ante unas hostilidades peligrosas que, si bien por ahora parecen quedar lejos en cuanto a número de bajas de las de hace 4 años durante la denominada “Guerra de abril” (más de 200 muertos), se están prolongando de forma preocupante; porque el conflicto comenzó el 12 de julio. El reinicio de las hostilidades no parece haberse dado en la línea de contacto entre la República de Nagorno Karabaj (apoyada por Armenia) y la frontera azerí, sino en la propia frontera entre Armenia y Azerbaiyán. La reanudación de este conflicto congelado ha generado las reacciones de la UE y el grupo de la OSCE en Minsk encabezado por EE.UU, Francia y Rusia, que instan a abandonar la lucha.
Fuentes armenias afirman que el detonante de la violencia parece haber sido un nuevo puesto de control construido por el ejercito armenio, el cual le habría dado superioridad táctica. Esto habría conllevado un ataque azerí con intención de destruirlo. Aún si cuestionamos estas afirmaciones, mirando el estado del conflicto, Armenia tiene el control político de Nagorno Karabaj, así como el control de diversos distritos de territorio azerí adyacentes. Armenia no tendría ningún incentivo para romper el statu quo. Azerbaiyán tampoco puede permitirse una guerra en toda regla, pero busca que Armenia no obtenga más superioridad, además de evaluar su capacidad de respuesta.
Lo peligroso de este nuevo conflicto es el gran uso de drones que parecen estar empleando las dos partes; ambos emitiendo a su vez vídeos propagandísticos donde se muestra la destrucción de diversos objetivos en la zona montañosa. Por el momento los muertos en ambos bandos, incluyendo civiles, rondarían los 16. No obstante el flujo de información es continuo, y en ocasiones se disuelve en un mar de noticias sin confirmar o alteradas. Aun así, algo que sí se ha confirmado y que probablemente cause un enfado mayor de lo habitual en Bakú (capital de Azerbaiyán) es el ataque de artillería de precisión llevado a cabo por Armenia contra un puesto de mando azerí, el cual se ha cobrado la vida del Comandante en Jefe del 3º Cuerpo de Azerbaiyán, Polad Hashimov, así como la del jefe de artillería de dicho cuerpo, el Coronel Ilgar Mirzeev.
Si damos por cierto que Azerbaiyán ha sido el primero en atacar, sus actuaciones podrían tener el objetivo de comprobar el estado de las relaciones armenio-rusa, concretamente la reacción de ésta última, después del cambio de poder que hubo en Armenia en 2018 y que trajo figuras más favorables a Occidente y contrarias a Rusia. Armenia es miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), encabezada por Rusia, y se debería esperar que ésta se posicionase más favorablemente hacia Armenia en caso de provocaciones. Si bien Rusia salió en defensa de su socio, su reacción no ha sido tan pasional y energética como la de Turquía, lo cual no obstante, es ya habitual. Desde la OTSC han expresado su preocupación por las hostilidades y han llamado al alto el fuego a las dos partes, pero no han lanzado acusaciones directas contra Azerbaiyán (que no es miembro de la OTSC).
El ministro de exteriores ruso Serguei Lavrov, conversó con sus homólogos armenio y azerí, pero se limitó a llamar a la calma. La posición rusa es complicada porque parece no querer tomar partido de forma clara y enemistarse directamente con otro de sus vecinos. Por estas razones, estos sucesos juegan un poco a favor de Azerbaiyán, que obtiene los apoyos claros de Turquía y siembra más dudas sobre la hipotética efectividad del OTSC. Irónicamente, también hay factores que juegan a favor de los sectores políticos y mediáticos antirrusos en Armenia, que adquieren motivos para acusar a su vecino eslavo de no ser un socio de verdad y, por ende, proponer el acercamiento hacia otros actores.
Las hostilidades han provocado que ciudadanos de Bakú se lanzasen anoche a las calles (la policía cifra 10.000 manifestantes) exigiendo el fin de la cuarentena y la declaración de la guerra. El ministerio de defensa animó a quienes estuviesen dispuestos a ir a la guerra a que se alistasen, pero a su vez comunicaba que la situación en la frontera se estaba calmando. Los manifestantes exigieron dimisiones en la cúpula militar, lanzaron proclamas contra el ejército -acusándoles de inacción- e ingresaron de forma temporal en el parlamento del país, siendo posteriormente expulsados por la policía. Es probable que las movilizaciones continúen, al menos durante los funerales de los líderes militares y en caso de que continúen los enfrentamientos en la frontera.
Conviene aclarar brevemente el origen de la enemistad entre Armenia y Azerbaiyán. Algunos consideran que ésta nace a raíz del colapso soviético, pero dicha creencia es errónea.
Gran parte de la enemistad entre Armenia y Azerbaiyán se remonta a algo muy típico, sobre todo en el Cáucaso: disputas fronterizas y todo lo que conllevan. En este caso, la disputa por el territorio de mayor peso es la de Nagorno Karabaj. Es un territorio de mayoría armenia, pero situado dentro de las fronteras de Azerbaiyán. El territorio es conocido por los armenios como Artsaj, y tiene gran importancia para su historia debido a que siempre ha hecho las veces de último reducto contra las múltiples invasiones que ha sufrido el país a lo largo de su historia.
Durante la Guerra Civil Rusa se produjo el surgimiento o resurgimiento de varios estados, siendo Armenia y Azerbaiyán dos de los que proclamaron su independencia. Se estableció la República Democrática Federal de Transcaucasia (integrada por Georgia, Armenia y Azerbaiyán), la cual tuvo una corta duración y las disputas fronterizas no tardaron en aflorar. Tuvo lugar una guerra entre armenios y azeríes con motivo de la delimitación de las fronteras (1918-1920). Pogromos como el de Shusha contra la población armenia en Nagorno Karabaj y la disputa por dicho territorio con intervención británica apoyando a los azeríes, no sentaron un buen precedente. Cuando la Unión Soviética intervino, trató de reorganizar las fronteras y de refundar la República Transcaucásica. Las múltiples disputas políticas y protestas de armenios y azeríes, condujeron a la polémica decisión soviética, a última hora y contraviniendo lo acordado en un principio, de incluir Nagorno Karabaj dentro de Azerbaiyán a pesar de que estuviese poblado por una mayoría armenia. Los motivos que llevaron a esta decisión todavía son objeto de debate.
El conflicto volvió a resurgir cuando la URSS estaba prácticamente sentenciada, primero con disputas verbales o de generalmente poca importancia, pero más tarde con enfrentamientos civiles que acabaron por insuflar más tensión. Pogromos como el de Bakú, el sábado negro o la masacre en Kirovabad son solo algunos de los ejemplos de actuaciones violentas que la URSS no pudo evitar, aún decretando la ley marcial o enviando tropas. El colapso soviético definitivo y el vacío de poder político y armado, llevaron a todavía más crímenes entre la población civil, y condenaron al problema a resolverse por la fuerza mientras ambos bandos creaban y pertrechaban a sus ejércitos gracias al arsenal soviético. Junto a las independencias de ambos estados de la URSS, el parlamento de Nagorno Karabaj votó a favor de la unión con Armenia, a la vez se producía un plebiscito en el que la población apoyó la independencia. Se temía una “azerbaiyanización” del Nagorno Karabaj, y el territorio contó con ayuda política, económica y logística armenia. Esto causó gran indignación en Azerbaiyán, donde se organizaron diversas masacres contra los armenios en distintas ciudades, lo cual también provocó respuestas en Armenia contra los azeríes.
El conflicto armado fue escalando a pesar de tratarse de una guerra no declarada. Se pasó de pequeñas escaramuzas en las montañas, a batallas y operaciones a gran escala que se prolongaron hasta 1994. Especialmente cruentas fueron las limpiezas étnicas (masacres de Maraga o Joyali, entre otras). Los armenios, a pesar de estar generalmente peor equipados y en inferioridad numérica, tuvieron mejor desempeño y la balanza se comenzó a inclinar a su favor en la guerra. En primavera de 1994 Azerbaiyán no podía más, y los armenios tenían vía libre hacia la capital azerí. Con Rusia como mediador, ambas partes pactaron el alto el fuego. Nagorno Karabaj permanece desde entonces bajo la jurisdicción de un gobierno propio independiente de facto de Azerbaiyán, pero sin reconocimientos internacionales.
Nagorno Karabaj es uno de los conflictos postsoviéticos todavía latentes, foco de tensión regional, pero también internacional, ya que no solo es un campo de pruebas para la industria armamentística de grandes poderes, sino que también es una región clave para grandes proyectos económicos y de infraestructura que en ocasiones han excluido a Armenia. La naturaleza del conflicto y las partes implicadas, condenan a la región al bloqueo eterno.
Un articulo muy interesante. Gracias por la información. Saludos.