Hace 75 años capitulaba la Alemania nazi, era el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Cuanto más nos alejamos en el tiempo de los hechos en cuestión, más son manipulados, utilizados de arma arrojadiza entre vecinos y en coyunturas políticas locales. Presuntamente ya no queda tan claro ni quiénes eran los enemigos de la humanidad, ni quiénes fueron los vencedores, ni que significó ese terrible conflicto que se llevó más de 70 millones de vidas humanas. Analicemos el caso con datos en la mano.
*Pablo Gonzalez / Eulixe
El 8 de mayo de 1945 el tercer Reich alemán capituló ante los aliados: soviéticos, estadounidenses, británicos y, con cierta sorpresa, alemanes y franceses. La Segunda Guerra Mundial llegó a su fin en el continente Europeo, el teatro de operaciones más sangriento de ese conflicto con aproximadamente dos terceras partes de las pérdidas totales.
La luz había vencido a la oscuridad con un esfuerzo heroico. Eso al menos pensaban la mayor parte de la opinión mundial, pero cuanto más tiempo pasa, más activo es el revanchismo, tanto de los perdedores, como de aquellos que no pudieron defenderse por si mismos, por una serie de razones, tanto objetivas, como subjetivas.
Los que fueron vencedores tampoco lo son ya de la misma manera. Gracias a los hechos posteriores, diferencias políticas y sobre todo ideológicas, los que le rompieron el pescuezo a Hitler y sus aliados, que tuvo, y muchos, ahora son equiparados a los propios nazis. Aquello de que los vencedores escriben la historia ya no parece actual. Quién ganó la guerra lo dictan los medios, y sobre todo las películas y las series. Se reinterpretan hechos que parecían claros y sin espacio para discusiones, ya que a cualquier opinión disidente, aunque se base en documentos y datos indiscutibles, se la ataca y margina.
El ejemplo claro de este cambio de tendencias es el estudio de la opinión pública francesa, un clásico para ilustrar estos temas, de mayo de 1945, 1994 y 2004. Refleja a la perfección como los “salvadores del soldado Ryan” estadounidenses se volvieron más vencedores fuera del campo de batalla que en él. Y no es que la aportación norteamericana no fuera importante, tanto militar, como la industrial de ayuda a la URSS y al Reino Unido (el denominado lend-lease) pero para cuando desembarcan en Europa, la URSS a todas luces tenía la balanza militar con la Alemania nazi inclinada a su favor sin posibilidad de recuperación para los nazis. Las derrotas de Moscú, Stalingrado, Kursk, Bielorrusia (operación Bagration) habían desgastado de manera irreversible a los nazis y sus aliados para cuando los anglosajones pisaron las playas de Normandía.
Sin embargo, no es el tema de la victoria y quién la consiguió el que realmente despierta las polémicas más furibundas hoy en día. Lo que de verdad enciende el debate son las ganas de revancha de algunos países y la deriva ideológica de otros. Así tenemos homenajes a la tropas de la SS y sus sirvientes locales en Estonia y Letonia, rehabilitación y culto de genocidas y colaboracionistas de los nazis en Ucrania, o la equiparación de liberadores soviéticos y ocupantes nazis en Polonia o la República Checa.
La responsabilidad envenenada
Una de las polémicas mas extendidas en los últimos años es la de la responsabilidad de porqué empezó el conflicto.
Aquí nuevamente es sorprendente como han girado las tornas dependiendo de quién cuente la historia.
Un ejemplo claro en este sentido es Polonia. Un país que llevó en los años veinte y treinta del siglo XX una política bastante agresiva, atacando a la joven Rusia soviética, ocupando parte de sus ciudades Bálticos, o quedándose con parte de Checoslovaquia después de que la ocupara la Alemania nazi. Después ese país no fue capaz de defenderse y en menos de un mes dejó de existir. Dejó de existir hasta que el Ejército Rojo y Stalin, su comandante en jefe, lo devolvieron al mapa, de paso salvando de la aniquilación a su población.
Hoy en día en Polonia han equiparado la URSS a la Alemania nazi, la ideología comunista al nazismo. Una visión que se dedican a exportar y gritar a los cuatro vientos, a los que quieren y a los que no quieren oír.
Un altavoz de esta visión es la periodista, ahora convertida en historiadora aficionada Anne Applebaum (estadounidense de origen polaco, casada con el político polaco Radoslaw Sikorski). En enero de este año el presidente ruso tuvo una polémica con diplomáticos polacos por quién provocó el inicio de la guerra (la parte polaca no invitó a la parte rusa al 75 aniversario de la liberación del campo de concentración nazi de Auschwitz, la parte israelí sí invito a los rusos a Jerusalem, y no dio voz ni a polacos, ni a ucranianos). Putin indicó que Polonia tenía parte de responsabilidad del inicio de la Segunda Guerra Mundial, como por participar en la repartición de Checoslovaquia en 1938.
Applebaum hizo rápidamente un texto en respuesta a Putin, un texto que es poco probable que el leyera. En él, como era de esperar, la autora repasa todos los tópicos habidos y por haber, pacto Ribbentrop-Molotov, comunismo, Ucrania, y Putin. No habla prácticamente de la propia Polonia, de Pilsudski (dirigente dictatorial polaco de los años 20 y 30 delo siglo XX), y por supuesto no menciona 1938 ni otros datos de interés.
No menciona los bien que se entendían Hitler y Pisudski, hasta se llegó a celebrar una ceremonia religiosa en honor de Pilsudski en Berlín, cuando este falleció. Una de las pocas veces que se vio a Hitler en una iglesia. No habla que Polonia se quedó sin problema alguno con una parte de Checoslovaquia en el complot de Munich. No menciona que la propia Polonia firmó un acuerdo igual al Ribbentrop-Molotov, un acuerdo de no agresión, con la Alemania nazi en 1934. Y que el sueño húmedo de los dirigentes polacos era ir junto a los alemanes al este. Lástima para ellos que Hitler no los tuviera por iguales, sino por un pueblo inferior.
En general toda la obra de Applebaum tiene una indisimulada inclinación anticomunista. Represiones y campos de trabajo, y la supuesta hambruna de Ucrania son algunos de los temas que ha tratado en sus obras, dándoles un aire de obra histórica bien documentada. Nada más lejano de la verdad. La autora, muy en la línea de las tendencias de reinterpretación de la historia de la IIGM que recorre Europa central, por ejemplo aumenta el mito del “golodomor”, la supuesta hambruna de las autoridades soviéticas contra los ucranianos.
Por supuesto que hubo una terrible hambruna en los años 1932-33, pero desde luego no era una operación contra un pueblo en concreto, sino contra una clase.
Esa hambruna por ejemplo no fue urbana, fue eminentemente rural. Fue una tragedia para millones de personas que vivían en los territorios de la actual Ucrania, Rusia y Kazajistán entre otros, pero fue la implementación del programa soviético de reformas económicas, siendo el campo uno de sus objetivos principales. Esto es algo que queda muy claro viendo mapas y analizando archivos y memorias de la época. Por supuesto no para Applebaum, los datos que no concuerdan con su imaginario son descartados. Lo mismo ocurre con el tema de la SGM y quién tiene qué responsabilidad.
Los teoréticos sobre la equiparación entre soviéticos y nazis olvidan datos de manera sorprendente. Olvidan que la URSS convocó el 18 de marzo de 1939 a Reino Unido, Francia, Polonia, Rumanía y Turquía a conversaciones por la expansión y actitud agresiva de la Alemania nazi. No accedieron a entablar negociaciones sobre una posible alianza en caso de guerra. Franceses y británicos finalmente accedieron a conversaciones militares a principios de agosto del 39. Se reunieron en Moscú, por parte soviética el comisario (ministro) de defensa Voroshilov y el jefe del estado mayor Shaposhnikov, por la parte británica Drax, un almirante retirado, por la francesa Doumenc, un general comandante de un distrito militar en aquel entonces. Ni el británico, ni el francés tenían potestad para llegar a acuerdo alguno. Además los polacos dejaron claro que en caso de conflicto no dejarían que ni un solo soldado soviético pisara suelo polaco para participar en una guerra común contra Alemania.
Algo muy diferente a lo que ocurrió en septiembre de 1938 en Munich, dónde los dirigentes de Alemania, Francia, Italia y Reino Unido se reunieron a puerta cerrada para decidir el destino de Checoslovaquia, sin dejar a los representantes de esta participar en la decisión de su futuro. En esta partición además sí participó Polonia, quién se quedó con la región de Zaolzie. Estos son los aliados con los que la URSS estuvo buscando aliarse contra Hitler hasta mediados de agosto de 1939. Finalmente sí, la URSS firmó el pacto Ribbentrop-Molotov, pero como dejan claro los hechos, lo hizo tras agotar todas las demás opciones.
Sorprende aun así la tenacidad soviética en la búsqueda de soluciones con los mismos países que no dudaron en intervenir, invadir, al joven estado soviético en el periodo 1919-1920. Polonia llegó a tomar Kiev, y solo se salvó gracias a un golpe de suerte a las afueras de Varsovia cuando contra-atacó el Ejército Rojo. Británicos y franceses, junto a estadounidenses, japoneses o italianos habían así mismo intervenido en el norte, sur y este del país. Intervenciones en alto grado sangrientas y represivas.
La postura occidental ante la Alemania nazi era bien diferente. Mientras que el comercio entre la URSS y Alemania se reducía año tras año tras la llegada de Hitler al poder, siendo en 1937 cinco veces menor que en 1932, con el Reino Unido o los EE.UU. no dejaba de aumentar. Cuando Hitler llegó al poder había 60 filiales de empresas americanas en suelo alemán, bajo su mandato en poco tiempo esta cifra se dobló.
A Hitler se le permitió dejar de pagar las deudas contraídas a raíz de la Primera Guerra Mundial. Se ignoró cuando convocó un referéndum para reunificar la región del Sarre, hasta entonces bajo mandato internacional, el 13 de enero de 1935. Cuando puso fin a los acuerdos de Versalles, que significaron el fin de la PGM, el 18 de marzo de 1935. Reino Unido firmó un nuevo acuerdo naval el 18 de junio del mismo año por el cual Alemania podía tener legalmente la misma flota de submarinos que los británicos y una flota de superficie equiparable al 35% de la británica, aunque Hitler luego salió y de este acuerdo.
Nadie hizo nada cuando las tropas nazis entraron en la cuenca del Rin, desmilitarizada hasta entonces, el 7 de marzo de 1937. No dijeron nada cuando el 13 de marzo de 1938 Alemania se anexionó Austria, algo que era de voluntad popular de ambos lados, pero que en 1919 los aliados impidieron que se produjera. Ya en septiembre de 1938 como ya se ha mencionado se firmaron los acuerdos de Munich sin tener en cuenta a los propios checos o eslovacos.
Ni qué decir que los países occidentales ayudaron de manera activa en el crecimiento del potencial militar alemán.
Como curiosidad en este sentido, cabe señalar que aviones como el Bf-109 o el Ju-87 volaron al comienzo con motores Rolls-Royce británicos al no estar disponibles motores alemanes. Si no se hubiera prestado esta y otras muchas ayudas, los alemanes hubieran necesitado mucho más tiempo para su esfuerzo de militarización.
El porqué de esta actitud francesa y sobre todo británica sigue siendo un tema poco tratado para la importancia que tiene para entender mejor la situación de por que se produjo esa guerra. Quizás, y solo quizás, una de las razones es que ellos mismo habían leído el libro “Mi lucha” que Hitler había escrito mientras estaba en prisión a consecuencia de su fallido golpe de estado.
Hitler lo tenía claro, este fragmento de su libro ilustra sus planes, su objetivo era la tierra rusa, no soviética, sino rusa:
Muchos Estados europeos semejan en la actualidad una pirámide invertida. Su superficie territorial en Europa es de proporciones sencillamente ridículas en relación a sus dominios coloniales, su comercio exterior, etc. Bien se puede decir: el vértice en Europa y la base en el mundo entero, contrariamente a lo que ocurre con los Estados Unidos de Norte América, cuya base radica en su propio continente no tocando el resto del mundo, sino por su vértice. De allí emana la enorme potencialidad de esta nación y, tratándose de Europa, la escasa vitalidad de muchos países europeos con inmensos dominios coloniales.
El caso de Inglaterra mismo no prueba lo contrario, pues al considerar el Imperio Británico, se suele muy fácilmente dejar de asociar la existencia del mundo anglosajón. Desde luego, la situación de Inglaterra, por el solo hecho de su comunidad de cultura y lengua con los Estados Unidos de Norte América, no es susceptible de compararse con la de ningún otro país europeo.
En consecuencia, al única posibilidad hacia la realización de una sana política territorial reside para Alemania en la adquisición de nuevas tierras en el continente mismo. Las colonias no responden a ese propósito si es que no se prestan para ser pobladas en gran escala por elementos europeos. En el siglo XIX ya no era posible adquirir por medios pacíficos zonas apropiadas a la colonización. Una política colonial semejante habría sido, pues, sólo factible si se empeñaba una tenaz lucha, que en realidad habría resultado más provechosa aplicada a adquirir territorios en el propio continente y no en los países de ultramar.
Y si esa adquisición quería hacerse en Europa, no podía ser en resumen sinó a costa de Rusia.
Por cierto que para una política de esa tendencia, había en Europa un solo aliado posible: Inglaterra.
Únicamente contando con el apoyo de este país, hubiese podido darse comienzo a la nueva cruzada del germanismo. El derecho, a invocarse en este caso, no habría sido menos justificado que el de nuestros antepasados.
Por ello no es de extrañar que desde Londres vieran con buenos ojos a los nazis y su militarización. Además compartían un sentimiento, por cierto muy presente hoy en día, de anticomunismo. Algo que han heredado a la perfección los estamentos gobernantes en bastantes países europeos. Ello no debe sorprender en países que lucharon al lado de Hitler, como los países Bálticos, en Eslovaquia, Rumanía, Croacia, Bulgaria, Finlandia, Italia o Hungría, o en países dónde hubo gran cantidad de voluntarios que se alistaron en el bando nazi como Bélgica, Holanda, los países Escandinavos, o España. Sorprende más que en posiciones similares estén países como Polonia o Chequia.
Doble moral (filonazi)
En la actualidad vemos como se hacen homenajes a los soldados de Hitler de diferentes países. Autoridades españolas recuerdan a la División Azul (división 250 de la Wehrmacht), en los países Bálticos hacen desfiles recordando a las tropas locales de la SS, en Ucrania también recuerdan a sus soldados de la SS o a los nacionalistas filonazis que no dudaban en aniquilar a todo el que no consideraran ucraniano “puro”.
En Polonia, Hungría, Chequia, Bulgaria, Rumania, Ucrania, Estonia, Letonia o Lituania no dudan a día de hoy en reconsiderar toda la historia en beneficio propio. Obvian los elementos incómodos, no hacen autocrítica alguna sobre los actos de sus nacionalistas y evitan toda responsabilidad histórica por sus actos (como su participación en la exterminación de sus propios vecinos por que eran judíos, comunistas o de otra etnia). Dejándolo todo sobre los nazis y comunistas. De estos últimos formaron parte durante más de cuarenta años, pero con el nuevo amo en Washington, vienen y nuevas realidades. Nada personal, solo negocios.
Toda esta tendencia anticomunista a momentos y antirrusa en otros, deja después de todo una nueva moral, que junto a la permisividad internacional y la corta memoria histórica le da alas a las ideas revanchistas filonazis.
La guerra pasada como religión
Tampoco se puede dejar de lado a la propia Rusia. En este país en los últimos años el recuerdo de la guerra se convierte en un tótem al rededor del cual las autoridades construyen un relato que va mucho más allá del simple recuerdo de las víctimas y las gestas. Se utiliza para razonar el gasto bélico, las políticas agresivas en el vecindario y la búsqueda de recuperar un espacio de dominio propio a costa de la independencia de sus vecinos.
Incluso tomando en cuenta que la sociedad rusa es más militarizada históricamente que otras, y que los desfiles gustan a pequeños y adultos, la celebración anual de un gran desfile militar en numerosas ciudades, el más grande en Moscú, es visto cada vez más por la ciudadanía como algo excesivo.
Hacer de una guerra pasada prácticamente una religión, un tema sacro sobre el que no se puede hablar al menos que sea en un tono de gran respeto y alabanza podría ser más lógico si el país se desarrollara de una manera importante, pero cuando se vive más del pasado que del presente y los planes de futuro, es mala señal.
Incluso en tiempos de la URSS los desfiles no eran tan habituales y el recuerdo de la guerra estaba más normalizado, seguramente por que había muchos más veteranos vivos. Y si ellos no le daban esa importancia, parece un poco extraño ensalzar esos hecho ahora, aumentando el discurso año tras año. Quizás también es una respuesta al agravio que sienten de sus vecinos y los agravios como el desmontaje de monumentos, pero eso es algo que Moscú también recoge después de muchos años de difíciles relaciones con estos países.
Sea como sea, con un recuerdo cada vez más personalizado en cada país, las lecciones importantes que dejó la guerra sobre la maldad que representaba el nazismo dejan lugar a rencores regionales, política casera y un extraño blanqueamiento de las ideas perdedoras, y acusaciones contra los que hicieron posible la victoria de la luz sobre la oscuridad.
Por ello el texto se cierra con una cita de uno de los últimos discursos públicos de I.Stalin, pronunciado el 14 de octubre de 1952:
Antes la burguesía se permitía a sí misma ser liberal, defendiendo las libertades democrático-burguesas y por tanto, aumentando su popularidad entre el pueblo. Ahora del liberalismo no ha quedado ni huella. Ya no existe más así llamadas libertades personales, las libertades personales sólo son reconocidas a aquellos que poseen capital, y todos los demás ciudadanos son considerados como cruda materia prima humana sólo adecuada para la explotación. Rompieron el principio de la igualdad del hombre y de las naciones, el cual es reemplazado por el principio de plenos derechos para la minoría explotadora y la falta de derechos para la mayoría explotada de los ciudadanos. La bandera de las libertades democrático-burguesas es arrojada por la borda. Yo creo que os tocará a vosotros levantar esta bandera, a los representantes de los partidos comunistas y demócratas, y llevarlo adelante, si es que quieren reunir alrededor de sí mismos a la mayoría del pueblo. No hay nadie más que pueda levantarlo.
Antes la burguesía era considerada el jefe de la nación, ella defendía los derechos y la independencia de la nación poniéndolos «por encima de todo».
Ahora ya no ha quedado ni rastro del «principio nacional». Ahora la burguesía vende los derechos y la independencia de la nación por dólares. La bandera de la independencia nacional y la soberanía nacional ha sido arrojada por la borda. No hay duda de que esta bandera la tendrán que levantar ustedes, los representantes de los partidos comunistas y demócratas, y llevarlo adelante, si es que quieren ser patriotas de su país, si quieren ser una fuerza dirigente de su nación. Nadie más la puede levantar.
El nazismo fue derrotado por una alianza internacional en la que la URSS comunista hizo la mayor aportación del bando aliado, la aportación clave, algo que se hizo posible entre otras cosas por la tenacidad de sus gentes y su ideología.
Esto no blanquea para nada los crímenes que se cometieran en la URSS en nombre de lo que fuera. No quita la trágica historia de las personas represaliadas. No hace que lo malo que se cometiera allí lo sea en menor medida. Sin embargo, especialmente hablando de historia, los dobles estándares son terriblemente perjudiciales. Una historia manipulada es una historia que no dejará las lecciones correctas, algo fundamental para no repetir los errores cometidos.