La reconfiguración del proceso de Minsk: pasos que no suponen un cambio de rumbo

*Nahia Sanzo / slavyangrad.es

El pasado miércoles, dos semanas después de lo esperado e imponiendo su tiempo y  en sus términos, Kiev acordó, por escrito, su adhesión a la llamada “fórmula Steinmeier”, que busca complementar el paquete de medidas de los acuerdos de Minsk en busca de una resolución más rápida a la guerra en Donbass. Aunque su base está en los acuerdos firmados, la propuesta que en 2016 realizó el ahora presidente de Alemania y entonces ministro de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, plantea el cumplimiento de los puntos militares de los acuerdos de Minsk mientras, en paralelo, se impulsan los puntos políticos, en teoría planteados como posteriores al cumplimiento íntegro de los aspectos militares.

Aunque desde el lado ruso se ha planteado la adhesión de Ucrania a la fórmula Steinmeier, que tanto Moscú como las Repúblicas Populares llevaban años exigiendo, como un compromiso, un paso adelante hacia el cumplimiento de los acuerdos de Minsk (lo que supondría también el retorno de Donbass a Ucrania), el optimismo de Moscú oculta algunos aspectos políticos importantes.

En primer lugar, Kiev no ha firmado un documento aceptando esa fórmula, con lo que el documento sería un anexo a los acuerdos de Minsk, ratificados por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Ucrania únicamente ha aceptado, en una carta al enviado de la OSCE, el contenido de la fórmula.

En segundo lugar, Kiev acepta dicha fórmula en los términos negociados por los asesores de los ministros de Asuntos Exteriores en una reunión celebrada hace unas semanas para preparar la futura cumbre del Cuarteto de Normandía. Aunque ignorada por analistas, comentaristas y representantes políticos de Moscú, esta es quizá la parte más importante de lo ocurrido esta semana y puede dar a entender que el cambio que defensores y detractores de los acuerdos de Minsk han visto en la actuación de la administración de Zelensky con respecto a la de Poroshenko es menor de la aparente. La preferencia de Kiev siempre ha estado en el formato Normandía y la actuación de Ucrania esta semana deja claro que sigue siendo así. Ni la administración de Poroshenko ni la de Zelensky podían permitir que el documento de adhesión a la “fórmula Steinmeier”, con la que Ucrania se compromete a conceder estatus especial a la parte de Donbass bajo control de la RPD y la RPL, procediera del Grupo de Contacto de Minsk, donde están presentes las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.

De ahí que Kiev únicamente haya aceptado un documento procedente del formato Normandía, preferido por las autoridades ucranianas ya que en él Donbass no tiene presencia alguna. Al igual que ocurriera en tiempos de Poroshenko, Ucrania sigue prefiriendo negociar con Rusia, el “país agresor”, antes que con Donetsk y Lugansk, territorios que considera propios, en un formato en el que el pueblo de Donbass no tiene voz ni voto.

El entorno de Zelensky ha reafirmado esta semana que no cruzará sus líneas rojas, entre las que siempre ha estado la negociación directa con Donetsk y Lugansk, por lo que no puede considerarse lo ocurrido esta semana como un gran avance o un paso hacia la paz. El documento firmado no contiene garantías de cumplimiento del alto el fuego -es más, los bombardeos de las zonas del frente continúan-, ni el levantamiento del bloqueo económico, bancario y de transporte, por lo que la situación sobre el terreno no ha cambiado.

Sin embargo, políticamente sí se ha producido un cambio relevante. La adhesión a la fórmula Steinmeier es una garantía de que Ucrania se compromete a conceder un estatus especial a Donbass según una ley que debe ser aprobada en el Parlamento. Esa es la parte más importante de la fórmula porque es la base de los acuerdos de Minsk. Esa ley, que según la letra y el espíritu del texto debe ser negociada y consensuada por Kiev, Donetsk y Lugansk, determinaría el estatus y los derechos políticos con los que Donbass regresaría a Ucrania en caso de cumplimiento completo de los acuerdos de Minsk. Pese al optimismo de algunos representantes ucranianos, que hablan ya de preparar el retorno de Donbass (otros incluyen también a Crimea), hay que recordar que no se ha cumplido íntegramente uno solo de los puntos de los acuerdos de Minsk, por lo que no se puede asumir sin más su cumplimiento a corto plazo.

Pese a la aceptación de Kiev de que tendrá que haber un estatus especial para Donbass -como afirmó Zelensky, según una ley que aún no existe-, las declaraciones del entorno de presidente esta semana no presagian un gran cambio con respecto a su predecesor. Si la administración de Poroshenko aprobó una ley de estatus especial -vacía de contenido y que no iba a entrar en vigor- únicamente para cumplir formalmente con sus compromisos con los acuerdos de Minsk, la administración de Zelensky promete incumplir uno de los aspectos básicos: la negociación directa con Donetsk y Lugansk. El presidente ucraniano ha vuelto a insistir esta semana en que únicamente negociará con Rusia, de ahí las prisas por conseguir que finalmente se celebre una cumbre de los jefes de Estado o de Gobierno de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania.

La firmeza de Rusia con las condiciones para celebrar dicha cumbre y la exigencia de compromiso de un estatus especial para Donbass indican que no habrá concesiones por parte de Donetsk y Lugansk, que difícilmente se conformarán con el estatus especial vacío y no negociado que ofrecerá Zelensky, tampoco es de esperar que la presión rusa -o las posibles presiones de los socios europeos- vayan a conseguir que Ucrania conceda la independencia de facto que Pushilin y Pasechnik pretenden conseguir.

Pese a lo incierto de la situación, que podría acabar con el bloqueo diplomático aunque no hay garantía de ello, un aspecto ha quedado claro: con la adhesión a la fórmula Steinmeier y, con ello a la concesión de un estatus especial aún por definir para Donbass, Ucrania recupera la iniciativa. Donbass cede a Ucrania la iniciativa, aunque sigue manteniéndose firme exigiendo al menos los derechos que le otorgan los acuerdos de Minsk.

En realidad, este paso coloca el proceso en el mismo lugar en el que ya estuviera en 2016, cuando se celebró la última cumbre de Normandía y en la que se esperaba que Ucrania presentara un proyecto de ley electoral para Donbass. Lo mismo se espera ahora de Kiev: una ley electoral aceptable para ambos bandos y según la cual se puedan celebrar unas elecciones locales que den inicio al verdadero proceso político de reconfiguración de las relaciones entre Kiev, Donetsk y Lugansk. El contenido de esas medidas legislativas -la ley electoral y la ley sobre el estatus especial para Donbass- determinarán si puede producirse un avance en la dirección que marcan los acuerdos de Minsk o si el bloqueo se mantiene y Donbass continúa integrándose política y económicamente en el área de influencia rusa.

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