Entrevista a Aleksandr Bednov, “Batman”

Entrevista a Aleksandr Bednov, el famoso comandante de las fuerzas de respuesta rápida de las Fuerzas Armadas de Novorrusia más conocido por su nombre de guerra, Batman, que habla de las batallas nocturnas, las torturas y la ejecución de sus soldados por parte del batallón Aidar.

batman“Bajo contol ucraniano, vuestros cuerpos se estarían pudriendo colgados de un cerezo”


Conocí a Batman en Moscú en abril. Este hombre joven sonriente y modesto, vestido con pantalones y camisa negra, me reconoció. “Eres Alexander Chalenko, ¿verdad? Me gustaba leer tus artículos en Ukrainskaya Pravda. Tu escritura va al grano”, me dijo.

Nos sentamos en un hotel del sur de Moscú, bebiendo brandy. La Primavera Rusa no había hecho más que empezar y pasaba entonces de la fase pacífica a la fase militar.

Esta entrevista tuvo lugar a finales de año, no lejos de la Plaza Roja, en presencia de su esposa, una doctora que sirve en la misma unidad. En tiempos de paz era ginecóloga, pero ha tenido que tomar un curso de reciclaje para poder cuidar de los soldados, no solo de los soldados de Novorrusia sino también de los prisioneros de guerra ucranianos.

Recuérdanos cómo te involucraste en la resistencia armada contra la junta. ¿Por qué, alguien como tú, residente en Lugansk, se une a Mozgovoi y no a Bolotov, que había sido elegido “gobernador popular” de Lugansk durante la Primavera Rusa?

Porque en aquel momento, Mozgovoi había adoptado una posición más activa en lo que respecta al fascismo, que estaba avanzando en Donbass, mientras que Bolotov era más pasivo. Yo soy muy activo. No puedo parar quieto (Mira a su mujer). Mi esposa estaba muy preocupada en aquel momento.

¿No quería dejarte ir a la guerra?

Estaba muy preocupada. Pero cuando me uní a la unidad de Mozgovoi, me convertí en comandante de pelotón. Eso fue a finales de marzo. Nos habíamos mudado del distrito de Sverdlov, en la región de Lugansk. Ahí había unas grandes instalaciones recreativas, donde instalamos un campo de entrenamiento. Cuando vi que, después el referéndum, la junta se acercaba sigilosamente a nuestra república, Alexei y yo nos dirigimos a nuestra región, Lugansk.

¿Cuánta gente había entonces?

Esto ya se ha convertido en una leyenda. Éramos 12, yo incluido. Teníamos seis rifles de asalto Kalashnikov y dos carabinas de caza Saiga. Una de ellas la había traído yo. Fui a la guerra con mi propia arma. También había una metralleta Kalashnikov.

¿Qué tipo de hombres había?

Todos ellos venían de mi ciudad natal de Lugansk.

¿Soldados?

No. Yo tampoco soy un soldado. Soy policía, aunque tenía algo de entrenamiento de fuerzas especiales. Todos nuestros chicos tenían profesiones pacíficas. Uno de ellos era empresario y tenía varias tiendas. Otro de ellos era uno de los dueños de un servicio de taxis. Un tercero tenía un pequeño café. Otro era guardia de seguridad en una discoteca. Otro era taxista. Profesiones normales. Al venir de la misma  ciudad, algunos ya nos conocíamos antes de la guerra y otros se conocieron por primera vez en la unidad de autodefensa de Mozgovoi.

¿Por qué Batman?

Creé mi unidad como una unidad de fuerzas especiales que lleva a cabo distintas misiones, incluida inteligencia. Y batman es el signo de un servicio de inteligencia. Pero en realidad, es un tótem, un símbolo de una unidad que actúa en la sombra.  Los murciélagos son capaces de detectas enemigos y saboteadores. Un golpe preciso, sin ruido, y todo el que es ajeno ni se dará cuenta. De hecho, nunca están afectados. Nunca hemos dado publicidad a nuestras acciones.

¿Recuerdas tu primera batalla?

Fue a finales de abril. Llegamos a un puesto de frontera en la región de Lugansk. Teníamos información de que unas 30 fuerzas especiales, incluyendo mercenarios polacos, habían tomado el puesto. También había un general ucraniano ahí.

Les pedimos que abandonaran nuestra región. Simplemente no queríamos que nos atacaran por la espalda y que se iniciara una guerra. Se negaron. Les dimos un ultimátum. Se volvieron a negar. Entonces decidimos entrar en el puesto de control tirando la puerta. Nuestro tractor se aproximó a la verja y empezaron a dispararnos intensamente. Tomamos posiciones alrededor. Usamos armas ligeras, lanzagranadas portátiles y lanzagranadas Mukha. En aquel momento no teníamos ningún mortero.

Dejamos a dos hombres con las carabinas Saiga haciendo guardia en nuestro campamento. Teníamos información de que hombres de fuerzas especiales podrían aproximarse por la retaguardia. Así que seis hombres con armas de asalto nos aproximamos al puesto de control. Otros dos hombres iban desarmados. Solo uno de ellos tenía un chaleco antibalas ligero. Les dije que se fueran inmediatamente, pero dijeron que esperaban hacerse con algunas armas. Teníamos escasez de munición, contábamos cada bala.

Se unieron otros dos hombres con rifles de francotirador. Uno de ellos mató a una mercenaria polaca. Se había escondido en un refugio en el tejado. Había una pequeña ventana. Nuestro francotirador dijo que había visto uñas pintadas por el visor. Primero pensó que era una ilusión. Utilizaron balas rastreadoras. Había destellos por todas partes. La francotiradora nos mantuvo abajo, pero hubo otro destello y la cogimos. Unos días después nos enteramos de que había una mujer con heridas de bala en la morgue local. Luego nos dimos cuenta de que era polaca.

No pudimos tomar el puesto de control. Después de reforzaron y a nosotros nos faltaba material. Pero no tuvimos ninguna baja durante la operación. Había unos 100 hombres del otro bando. A nosotros nos acompañaron unos 10 hombres de Stanitsa Luganskaya. Se repitieron los ataques. Dos personas murieron.

¿Cómo fue la batalla a partir de entonces?

Cuando se empezó a infiltrar la Guardia Nacional, empezamos a lanzar ataques directos. Acosamos continuamente en puesto de Makarovsky. Los ucranianos acabaron llamándolo el puesto kamikaze. Cuando empezaron a tomar posiciones por fin empezamos a hacernos con mortero.

Nos enteramos de que los ucranianos iban a instalar un puesto de control. Fuimos allí. Éramos unos 40, uno armados y otros no. Tenían dos vehículos blindados, un lanzacohetes Shilka y equipamiento de construcción. Tomaron posiciones y comenzaron a fortificarse. Tenían un equipo de mortero. Así que una parte de nuestro equipo bloqueó la carretera mientras otro tomó posiciones a 1,5-2 kilómetros de las posiciones ucranianas. Estaban ahí, en medio del campo, y su Shilka apuntaba en la dirección contraria.

Trajimos el mortero y lo montamos al borde del campo. Y entonces empezó la batalla. Fue nuestro bautismo de fuego a plena luz. Vi armas de 23mm disparando en nuestra dirección, entre los árboles. Era una visión terrible, claro. Cuando te enfrentas a 1200 rondas por minuto, tienes que pegarte al suelo con todas tus fuerzas. No es lo más agradable.

Teníamos una buena posición. Estábamos detrás de un montículo. A principio, los ucranianos no sabían qué estaba pasando. Nuestros morteros estaban algo lejos. Se quedaban a unos 500 metros. Después de eso, su excavadora hizo un giro de 180º y huyó del campo. Esa fue nuestra primera experiencia con mortero: solo los últimos cinco proyectiles de los 42 dieron en su objetivo.

¿Algún caso curioso en tu unidad?

Había uno. Beard, le dueño de un café. En un momento de calma en la batalla, oí roncar a alguien. Me di la vuelta y vi a Beard. Se había cubierto la cara con el casco y estaba roncando como un oso. Fue su reacción al estrés. Le di un golpe en las costillas. “Hombre, ¿qué quieres, que nos oigan los ucranianos?

¿Eran fundamentalmente operaciones nocturnas?

Sí. Eran superiores en cuanto a material. Usábamos tácticas de guerra de guerrillas.

¿Había algún  personaje interesante en su unidad?

Tenía un tipo particular que había servido en el ejército noruego, un operador de metralleta. Era de San Petersburgo. En Noruega rompió su contrato. Tengo un grupo llamado Rusichi. Ahí todos eran rusos. Uno de mis soldados era un motero de Khabarovsk. Había llegado en su propia moto: había viajado 10.000 kilómetros. Abandonó su moto en el club de los Lobos de la Noche en Lugansk. Tenemos mujeres francotiradoras. Tenemos kazajos. Se dan cuenta de que la guerra no es por la RPD o la RPL, sino entre Occidente y el mundo eslavo. Si el fascismo pone un pie aquí, se extenderá a Rusia. Esa una guerra de civilizaciones. Es un intento de genocidio y de exterminio de la etnia rusa. Lo peor de todo es que son eslavos los que luchan contra otros eslavos.

¿Has hablado con prisioneros de guerra?

El primer prisionero de guerra fue un hombre de mi ciudad, Lugansk. Servía en la Guardia Nacional. Era medio voluntario. Era ingeniero técnico, instalaba antenas de telefonía móvil. Un día, cuando volvían del trabajo, le pararon en un puesto de control y le preguntaron por qué no estaba en el ejército. Así que tuvo que unirse al batallón Aidar. Pero era mecánico ahí.

¿Quién más luchaba con el batallón Aidar?

Mi unidad fue parte activa de la destrucción de dos de sus equipos. La mayor parte de sus soldados eran pro-occidentales de las regiones de Lvov o Volyn.

¿Qué te ha sorprendido más al hablar con prisioneros de guerra ucranianos?

En Novosvetlovka, localidad que tomaron el 15 de agosto, mataron y torturaron a civiles. Borrachos, los soldados de Aidar dispararon a las viviendas desde sus tanques y cometieron otras atrocidades. Cuando tomaron parte de la carretera entre Lugansk y Krasnodon, con un blindado y un tanque, dispararon a las viviendas civiles porque sí, para divertirse. En una ocasión, encerraron a residentes del pueblo en una iglesia y fijaron su cuartel general al lado para usar a la población como escudo humano, para que no pudiéramos atacarles.

Uno de mis hombres fue capturado en Novosvetlovka. Le tuvieron ahí semana y media. A los tres días, le pidió al verdugo que simplemente lo matara. Pero el Aidar pelirrojo le dijo: “No, no te vas a librar tan fácilmente”. Le apalearon.

Los torturaban. Cogían a los miembros de las autodefensas y les ataban las manos a los tubos de escape de los tanques y abrían gas.  Unos minutos después, ya no tenían manos. Sus atrocidades son peores que las de los nazis. Lo que salvó a mi hombre es que no admitió que fuera un soldado activo. Dijo que solo suministraba comida.

Todos los que bajo tortura admitieron que eran soldados eran disparados al instante. Les cortaban el dedo índice y luego los ejecutaban.

¿Por qué?

Porque si se escapaba algún prisionero, no sería capaz de disparar. Los ucranianos cortaban el brazo a los francotiradores en público. Un Aidar estiró el brazo y otro se lo cortó y luego le disparó en la cara y en el pecho. Cuando el cuerpo caía al suelo, le cortaron el otro brazo.

¿No se ha detenido a estos verdugos?

La mayoría de esa unidad concreta murió cuando los expulsábamos. Sus cuerpos apestaban.

¿Cómo tratáis a los civiles? ¿Se quejan de que no reciben sus sueldos y pensiones?

A veces se quejan. Las tropas ucranianas, que usan tácticas inhumanas de Estados Unidos, tienen la culpa de eso. No entran en las ciudades. Simplemente sitian la ciudad y bombardean y matan a la población civil.

Pero la mayor parte de los civiles entienden que la guerra es sangrienta, especialmente una guerra injusta. Algunos vienen a decirme que estarían mejor bajo control ucraniano. Les dije que, bajo control ucraniano, sus cuerpos se estarían pudriendo en una farola o en ese cerezo de ahí.

 

Entrevista Original: Ukraina.ru
slavyangrad

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