El empeoramiento de la ya grave crisis socio-económica en Ucrania ha hecho al Gobierno conservador exigir al pueblo que se abroche aún más el cinturón. Ya no sorprende a nadie que esta práctica no va a desaparecer. Después de todo, la Unión Europea, que es también nuestro gobierno, sostiene la llamada política de austeridad a base de destruir el Estado del bienestar de los países de la Unión. Las consecuencias de estas políticas se pueden ver en Grecia, donde han causado un deterioro significativo de los indicadores económicos y un declive general del nivel de vida de los griegos.
Pero como se dice en Ucrania, “mientras los gordos pierden peso, los flacos mueren”. Si bien la ofensiva neoliberal se encuentra con la oposición de organizaciones de izquierdas y la influencia de los sindicatos, que al menos de forma parcial pueden lograr la ralentizar el ritmo de las reformas antisociales, en Ucrania sus adeptos se pueden permitir hacer lo que quieran sin temor a encontrar resistencia seria alguna a s planes y acciones.
Entre otras medidas, el gobierno neoliberal planea ahora una ofensiva a nivel presupuestario que puede llevar a la eliminación de las becas. Es más, representantes del Ministerio de Educación, encabezados por el ideólogo ultraderechista Sergei Kvit, tienen tal confianza en que nadie podrá parar esta iniciativa, que ya hacen cínicos comentarios que abiertamente se mofan de miles de estudiantes ucranianos.
Esto es lo que Inna Sovsun, patriota-liberal y activista de Maidan, ahora segunda del Ministerio del Interior, escribió en Facebook: “Estoy hablando del hecho de que, para la mayor parte de los estudiantes, esta beca equivale a un par de compras compulsivas. Lo veo entre mis estudiantes: para la mayoría es un buen regalo, no un problema de supervivencia. Especialmente si se compara con la necesidad de chalecos antibalas para los chicos en la guerra”.
Esta frase, aunque breve, lo dice todo. En primer lugar, “los chicos en la guerra”, de los que se aprovechan estos “activistas de la sociedad civil” en el poder, se han convertido en la excusa perfecta para justificar cualquier medida antisocial del nuevo Gobierno. En segundo lugar, autoridades y diputados de “Euromaidan” no comprenden el nivel de ingresos y de consumo de la mayor parte de familias ucranianas. Inna Sovsun únicamente repite, a su manera, las escandalosas declaraciones de Mustafa Nayyem, que afirmó que hoy en día no se puede sobrevivir en Kiev con el salario de 5000UAH de un diputado, aunque muchos en Kiev estarían encantados de poder cobrar un salario así.
Por supuesto, también hay estudiantes para los que una beca es razón para salir a cenar, pero existe un gran número de familias en las que los ingresos mensuales no superan las 4000-8000 hryvias. Esto implica que esa beca de 800 hryvnia puede llegar a equivaler al 10-20% del presupuesto familiar, algo común en algunas zonas empobrecidas en regiones como Zhytomyr o Chernihiv, donde la población subsiste con sus pensiones y salarios equivalentes a $100-200.
La etapa de Yanukovich dio lugar a una política no escrita de recortar puntos para reducir el número de estudiantes receptores de becas. Pero el Gobierno del primer ministro Azarov nunca se atrevió a hablar seriamente de la reducción o eliminación de las becas. Y si se hubiera hecho, Kvit y Sovsun habrían sido los primeros en gritar indignados que el “régimen contrario al pueblo” estaba robando a los estudiantes hasta el último céntimo y en llamar a los jóvenes a la protesta y a la rebeldía.
Ahora, la recién nombrada viceministra, que se presentó como una defensora de los derechos de los estudiantes, justifica la necesidad de privarles de su dinero, comentando, con cierta sorna, que muchos jóvenes holgazanes siguen deambulando. Aparentemente, como estudiante, Inna Sovsun entregó su beca a los pobres de la plaza Kontraktova. Y seguro que nunca se permitió ir de compras.
Hablando de dinero, el activista de Euromaidan Oleg Yeltsov recientemente declaró en “Ukrainskaya Pravda” que el banco del oligarca Igor Kolomoisky, uno de los patrocinadores principales del Gobierno ucraniano, se anuncia abiertamente en los colegios ucranianos. No hay duda de que las autoridades del Ministerio de Educación han permitido estos anuncios y que seguro lo han hecho de forma completamente desinteresada y nunca buscando beneficio personal. En este sentido, es curioso recordar que algunos de los izquierdistas y liberales que apoyaron a Maidan se hayan congratulado de la iniciativa de Kvit y Sovsun de dar acceso a la documentación del Ministerio de Educación. Puede que los documentos sobre la cooperación ilegal con Kolomoisky también estén colgados en esa web.
Pero incluso si asumimos que los estudiantes se gastan sus becas únicamente en ocio, tal y como el neoliberal Ministerio de Educación ucraniano parece creer, esto supone que supermercados, cafés y la industria del ocio perderán esos ingresos, lo que resultará en una reducción de la demanda y en el agravamiento de la crisis. Este es el tipo de resultado que se observa en Grecia, Italia o España, países que han “equilibrado” sus presupuestos recortando gasto social, alegando que sus ciudadanos deben trabajar en lugar de salir. Aunque también es necesario recordar que las mofas de Sovsun habrían provocado graves protestas estudiantiles en esos países.
¿Pero qué pasa si un día los estudiantes ucranianos no salen para acudir a la próxima manifestación patriótica sino para una protesta seria frente al Ministerio de Educación de Ucrania? Parece claro que en un futuro no tan lejano, la propaganda sobre “los chicos en la guerra” no será suficiente para el Gobierno maidanita para justificar el rápido empobrecimiento de la población. Es por eso que el bloque de Poroshenko representado por Kvit y Sovsun trata de proteger la retaguardia. Ya en los primeros días de la nueva legislatura, Irinna Friz introdujo, con una rapidez sin precedentes, una enmienda represiva al Código Penal en lo que respecta a la responsabilidad por incitar a la desobediencia.
Así es como Alex Motchalov, que no debe ser confundido con un académico, describió en Facebook la esencia de la nueva ley. Curiosamente, también recordó que se trata de los estudiantes:
“La idea se puede resumir en cuatro líneas: Si fomentas a los estudiantes a la resistencia, te caen tres años. Si lo haces con alguien más, entre tres y siete. Y si tú mismo te resistes, entre cinco y ocho. Si algo de esto pasa en ley marcial, de ocho a diez”.
Aunque se ha convertido en blanco de las críticas por su incompetencia, Irene Friz ha mantenido altos cargos en organizaciones relacionadas con el presidente Petro Poroshenko. Su biografía indica que no es más que una marioneta del Gobierno y que esa ley viene desde arriba, a iniciativa del Gobierno y del presidente.
Las reformas neoliberales, la destrucción de los servicios sociales, el empobrecimiento de la población no pueden venir acompañadas de protestas ni de rebelión. Esto supone que el Gobierno híbrido ucraniano, una unión para nada accidental de neoliberales y ultraderechistas, es, conscientemente, la política de las élites, que combina robar a la población, lavado de cerebro nacionalista y refuerzo del aparato represivo del Estado, infiltrado este por nazis dispuestos a luchar contra cualquier contratiempo. Incluso aunque la reforma de Friz no se apruebe en su forma actual, será un vuelo de prueba, mostrado por las autoridades para ver qué tipo de restricciones a los derechos y a las libertades está dispuesta a aguantar la sociedad ucraniana, borracha de nacionalismo patriótico. En realidad, esperamos iniciativas legislativas que harán parecer una broma a las “leyes dictatoriales” de Yanukovich.
Ucrania necesita urgentemente una nueva ola de protestas estudiantiles revolucionarias. No es un secreto que las viejas organizaciones de estudiantes, de las organizaciones de derechas a los grupos supuestamente de izquierdas, estaban controlados por coaliciones políticas liberales y nacionalistas cuya misión no iba más allá de reemplazar a Tabachnik con Kvit. Cumplido este objetivo, simplemente se disolvieron, habiendo perdido de repente todo interés en la lucha por los derechos de los estudiantes. Después de todo, esos que auparon a Kvit y Sovsun al poder nunca organizaron ninguna protesta seria contra las políticas reaccionarias, contra los tratos ilegales con los oligarcas, contra la propaganda nacionalista en colegios y universidades, que ahora toma formas insospechadas, contra los despidos de profesores disidentes o circulares de policía que exigen a los educadores que denuncien y acoses a sus colegas por sus ideas políticas.
Los actuales activistas, que compartes los dogmas neoliberales y que apoyan a los fascistas contra los “enemigos de la nación”, no son capaces de protestar de forma seria y efectiva contra la eliminación de las becas, los despidos masivos de profesores, la reducción del número de escuelas rurales o la abolición del sistema obligatorio y universal de educación secundaria (todas estas iniciativas ya han sido anunciadas por representantes del Gobierno de Maidan). En lugar de ello, ayudarán a los “chicos con chalecos antibalas” a pacificar las protestas populares espontáneas.
Pero el tiempo pasará y las reformas antisociales del Ministerio de Educación conseguirán crear una generación de estudiantes que sabrán que el Gobierno les ha retirado sus becas y, parafraseando a Inna Sovsun, que les ha hecho más difícil sobrevivir. Y entonces disfrutarán de una buena compra a expensas de esos oficiales que tan cínicamente han acabado con su futuro.