El fascista Stetsko con sus amigos de EEUU
Los crímenes de las organizaciones fascistas ucranianas que colaboraron con los Nazis durante la Segunda Guerra Mundial son ya de sobra conocidas. Pero la trayectoria del Ejército Insurgente Ucraniano o la Organización de Ucranianos Nacionalistas no termina con el final de la guerra, sino que pasa a una fase distinta en la que se convierte en un instrumento político en la lucha entre los dos bloques dominantes.
A continuación, la parte que corresponde a la Guerra Fría de un extenso artículo de Konrad Kreft y Clara Weiss para World Socialist Website que pone en contexto la aparición y evolución de estas organizaciones fascistas ucranianas en relación al momento histórico.
Post de SLAVYANGRAD.es
Los fascistas ucranianos en la Guerra Fría
Traducción de Nahia Sanzo
Inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial, el ejército y el servicio secreto de Estados Unidos comenzaron a reclutar nazis de alto rango y colaboradores para la lucha ideológica, política y militar contra la Unión Soviética. Fascistas y criminales de guerra directamente involucrados en el Holocausto y en el asesinato de millones de civiles soviéticos participaron en actividades encubiertas de las agencias de inteligencia estadounidenses o trabajaron para medios de propaganda estadounidense como Radio Free Europe.
El nazi Reinhard Gehlen
Según Harry Rositzke, responsable de las operaciones secretas de la CIA dentro de la Unión Soviética, “cualquier cabrón” era bueno “mientras sea anticomunista”. La red construida por la CIA en los años 40 y 50 en Europa del Este y la Unión Soviética se basaba fundamentalmente en agentes que habían colaborado con los nazis.
Reinhard Gehlen, que había dirigido el servicio de inteligencia militar de Hitler en el frente del Este y después se había convertido en el primer presidente de la Agencia Federal de Inteligencia de Alemania del Este (BND), responsable de las operaciones de inteligencia en el extranjero, tuvo un papel decisivo. Trabajó para Washington desde 1946, donde sacó partido de sus contactos entre los colaboradores ucranianos, el ejército antisoviético ruso del General Vlasov y otras redes nazis.
El primer proyecto a gran escala de la CIA para desestabilizar la Unión Soviético incluía la intervención en la guerra civil ucraniana. El antecesor de la CIA, el OSS, junto con el Servicio Secreto Británico (SIS), ya había suministrado material y logística para guerra encubierta que libraban el Ejército Insurgente Ucraniano (UPA9 y la Organización de Ucranianos Nacionalistas (OUN) antes incluso del final de la guerra mundial. Esta ayuda incluyó, no solo entrenamiento militar, sino también el envío de agentes a territorio polaco y soviético. La guerra de guerrillas ucraniana se convirtió en el modelo para operaciones similares que la CIA promovería durante toda la Guerra Fría.
El enlace de la UPA más importante para la CIA fue Mykola Lebed, a quien la inteligencia militar estadounidense había descrito en 1946 como “un conocido sádico y colaboracionista de los alemanes”. En 1949, la CIA patrocinó su entrada en Estados Unidos y tapó sus crímenes de guerra. Desde el exilio encabezó OUN-Z, un brazo separado de la OUN de Bandera, financiada por Estados Unidos. Su tarea era proporcionar contacto entre Estados Unidos y los soldados de UPA.
Mykola Lebed “un conocido sádico y colaboracionista de los alemanes”
A partir de 1953, Lebed participó en la dirección de editorial Prolog, financiada por la CIA, que se dedicaba a promover literatura nacionalista, anticomunista y revisionista. Entre 1945 y 1975, Prolog publicó desde Múnich material en el que se mostraba a los fascistas ucranianos como luchadores por la libertad y contra el comunismo, negando los crímenes o tapando su participación en ellos.
A partir de 1943, UPA se centró en crear el mito de los “luchadores por la libertad y la democracia” para que Estados Unidos pudiera así justificar su alianza. La mentira estándar dice: OUN/UPA lucharon por la democracia tanto contra los nazis como contra los comunistas.
El historiador sueco Per Anders Rudling escribe sobre la diáspora fascista ucraniana: “la línea entre la investigación académica la política de la diáspora era borrosa, ya que los académicos combinaban propaganda y activismo con su trabajo escolar. Él círculo de Lebed nunca condenó los crímenes y los asesinatos masivos de la OUN y ni siquiera admitió que estos hubieran ocurrido. Al contrario, hizo de la negación, ofuscación y encubrimiento de los crímenes de guerra de OUN/UPA el aspecto central de sus actividades intelectuales”.
Durante años, “la vía principal del contrabando” de literatura producida por los servicios secretos occidentales “hacia la Unión Soviética era a través de Polonia y Checoslovaquia.
Cuando Zbigniew Brzezinski, nacido en Polonia, se convirtió en asesor de seguridad nacional de la administración del presidente Jimmy Carter, Estados Unidos aumentó la financiación de la propaganda ucraniana antisoviética. Además de literatura y emisiones de radio, se empezó a producir también material audiovisual.
Durante la presidencia de Reagan, se intensificó el uso de la cuestión de las nacionalidades dentro de la estrategia para desestabilizar a la Unión Soviética. La CIA produjo material dirigido a diferentes grupos étnicos en la Unión Soviética y trataba de fomentar las tendencias nacionalistas y separatistas. En 1983, el presidente Reagan recibió al líder de la OUN-B y criminal de guerra Yaroslav Stetsko en la Casa Blanca y afirmó: “Vuestra lucha es nuestra lucha. Vuestro sueño es nuestro sueño”.
Según el historiador Taras Kuzio, especializado en el nacionalismo ucraniano, Prolog llegó a producir propaganda por un valor de 3,5 millones de dólares en la Unión Soviética gracias al apoyo económico estadounidense. Estas publicaciones pagadas y el uso de nuevas tecnologías, según Kuzio, “tuvieron un gran impacto a la hora de soportar y aumentar las actividades contrarias al régimen y de los grupos de oposición a finales de los 80 y fueron el empujón definitivo hacia la independencia de Ucrania”.
En Alemania Occidental, y en otros países en los que numerosos antiguos agentes nazis seguían en activo, el BND apoyó a los nacionalistas exiliados en sus actividades contra la Unión Soviética. En Múnich, donde se encontraba la sede del BND, se estableció después de la guerra un centro de la emigración ucraniana que distribuía propaganda. Bandera y Stetsko, los dos líderes más importantes de la OUN-B, vivieron allí bajo nombres falsos. En octubre de 1959, un agente de la KGB descubrió y asesinó a Bandera en Múnich. Stetsko, líder en el exilio de la OUN-B, vivió en Múnich hasta su muerte en 1986.
Durante años, muchos académicos han encubierto la cooperación entre Occidente y los fascistas ucranianos. En los años 50, se publicó un buen número de libros sobre la Segunda Guerra Mundial en los que se ocultaba el papel de los colaboracionistas en Ucrania y en Europa del Este y en los que se les glorificaba. La prensa también guardó silencio.
En su libro de 1988 Blowback: America‘s Recruitment of Nazis and Its Effects on the Cold War, el periodista estadounidense Christopher Simpson, que reveló la red encubierta de antiguos nazis al servicio de la CIA escribió:
“Hasta hace poco tiempo, se podía contar con la prensa estadounidense para mantener un discreto silencio sobre los líderes exiliados con pasado nazi al servicio de la CIA. Según los documentos desclasificados obtenidos a través del Freedom of Information Act, numeras organizaciones de prensa de este país, en ocasiones trabajando en conexión directa con la CIA, fueron básicas a la hora de promover los mitos de la Guerra Fría y convertir a ciertos exiliados que habían colaborado con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial en luchadores por la libertad y héroes de la renovada lucha contra el comunismo”.
La actual propaganda para glorificar a los fascistas ucranianos como modelo democrático deriva directamente de esta tradición.