¿Independencia y socialismo en Europa? Sí, ¡es posible!

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(Oxandabaratz)

Hoy en día, en 2014, en el siglo XXI, en el corazón de Europa, está teniendo lugar acontecimiento muy importante. Está naciendo un nuevo Estado, la Unión de Repúblicas Populares de Novorrosiya (1), por el momento formada por la República Popular de Donetsk y por la República Popular de Lugansk, pero un proyecto con el propósito de reunir más repúblicas populares. Como consecuencia del golpe de estado que tuvo lugar en Kiev el 22 de febrero de 2014 o, mejor dicho, como respuesta a ello, ha surgido un nuevo Estado.

¿Por qué es tan importante el nacimiento de Novorrosiya? ¿Qué aporta de nuevo este acontecimiento? Conlleva algunas aportaciones a tener en cuenta desde la izquierda. En primer lugar, supone la resistencia a un golpe de Estado llevado a cabo con el apoyo de EE.UU. y la Unión Europea. Pero el proyecto de Novorrosiya no es regresar a la situación anterior a febrero de 2014. De hecho, Ucrania, en el momento en el que desapareció la URSS era una de la repúblicas más ricas, ahora en cambio, es una de las repúblicas más pobres de la antigua URSS (debemos recordar que en 1991 más del 70% de la población de Ucrania se opuso a la desintegración de la URSS). El Estado ha permanecido durante 20 años supeditado al dominio sin control de la oligarquía, bajo gobiernos de todos los colores (también bajo mandato de Yanukovich, pese a que respetaba las formas democráticas). Por ese motivo, el proyecto Novorrosiya no es únicamente una respuesta al Maidan, es mucho más que eso.

¿Qué más supone?

Por una parte, tenemos algunos indicios de la política de Novorrosiya. Primero, han expresado su deseo de confiscar y devolver al pueblo los bienes de los oligarcas y lo han llevado a cabo. En segundo lugar, han manifestado que la gran industria pasará a manos de la “propiedad popular”, (palabras del comandante Mozgovoy). Además de esto, sus dirigentes han manifestado que en Novorrosiya la sanidad será pública y el suelo, propiedad del pueblo, no sujeto a especulación. Querer poner la economía al servicio del pueblo y no al servicio de los oligarcas supone, en cierto modo, una pequeña revolución. Por otro lado, no se puede olvidar que también están presentes los valores nacionalistas o bien eslavófilos. Tal vez esto ponga nervioso a algún izquierdista, y es normal. Sin embargo, en el actual mundo globalista (aún más en un contexto de ataque imperialista a Rusia y al mundo eslavo), valores colectivos como patria o pueblo pueden llegar a ser eficaces para vertebrar la resistencia; por otro lado, muchos pensadores del mundo eslavo (Chernishevski, Hertzen, Lavrov) han interpretado el valor del eslavismo basado en el comunitarismo. La misma bandera de Novorrosiya también muestra esa conjunción entre los valores colectivos socialistas y nacionales.

Esta expropiación de la oligarquía, junto al derrocamiento de esta clase social que, tras la caída de la URSS se adueñó del Estado y de la economía tanto en Ucrania como en Rusia, conlleva la impugnación de ese mismo proceso político de desaparición de la URSS. Las amplias masas de la antigua URSS, ven de por sí que la aparición de los nuevos Estados capitalistas no les ha beneficiado en absoluto. El mito de la victoria definitiva del capitalismo se ha desmoronado. De esta manera, aunque Novorrosiya signifique algo nuevo, plantea al mismo tiempo un “retorno”, la devolución de “algo que nos robaron”. Las conquistas históricas de los trabajadores y de la URSS, así como la victoria lograda en la Gran Guerra Patria, se están valorando de nuevo en Novorrosiya.

El periodista catalán Rafael Poch decía que la clave del éxito en las movilizaciones de Euromaidan (además de la intervención exterior) era la capacidad de “vender un sueño”; ya que la Unión Europea tenía más atractivo que Rusia para un amplio sector de la población (sobre todo para los jóvenes). Y el sueño, como todos sabemos, es un factor de movilización importante. Pero, ¿por qué las Repúblicas Populares de Novorrosiya han conseguido no solamente que la gente rechazase el sueño de la Unión Europea sino también que se identifiquen con Rusia y, además, estar dispuestos a movilizarse en una guerra contra un ejército mucho más poderoso?

Por un lado, tenemos a la Unión Europea y sus políticas, establecidos como consecuencia del golpe de Estado del Maidan. Recordemos que el Maidan se inició ante la negativa del anterior gobierno de Ucrania a integrarse en Europa Occidental. Y las banderas que se vieron en el Maidan fueron las de la Unión Europea, contando con toda la ayuda de los políticos de la Unión Europea. Por otro lado, las fuerzas de choque del Maidan han sido los partidos de extrema derecha y los grupos paramilitares, los mismos partidos que en este momento componen los batallones que están atacando Donbass. La política impuesta por la Unión Europea al gobierno maidanista ha supuesto precisamente una mayor desprotección de los trabajadores: de hecho, el gasto público y el gasto social (transporte, agricultura, jubilación, productos farmacéuticos) han disminuido. Los límites impuestos a la industria nacional, están perjudicando precisamente a las zonas industriales, las del Este, las que están viendo nacer el Estado de Novorrosiya. Y para finalizar, el Maidan ha colocado como presidente a un oligarca de la época negra, Petro Poroshenko. La realidad del Maidan ha fortalecido a los oligarcas de Ucrania y debilitado a la clase trabajadora.

Por otra parte, cuando ahora en Novorrosiya se menciona a “Rusia”, no se está mencionando el apego a las políticas del Kremlin y, en muchos casos, tampoco el deseo de incorporarse al (actual) Estado Ruso. Para ellos “Ruso” posee otro sentimiento y significado: la resistencia a la integración europea y a su programa político y económico (los cuales tendrán un efecto muy negativo en las industrias de Donbass), la fraternidad con Rusia, sentirse parte del “mundo ruso” (cuyo significado es más amplio que “Rusia” o “Estado Ruso”) y de su tradición histórica; por ejemplo, la revolución de 1917 y sobre todo la Gran Guerra Patria de 1941 a 1945 se tienen muy en cuenta entre las masas de Novorrosiya. Al decir “Rusia” no se refieren tanto a las políticas actuales del Kremlin (conjunción de estatalismo y capitalismo, con cierto barniz conservador) sino a “No a Occidente”. Y la alternativa a Occidente hoy en día la encuentran en la “idea de Rusia” o “el mundo ruso”. No se refieren a la Federación Rusa sino a un proyecto nuevo que se construirá en “nombre de Rusia”. Al mismo tiempo, quieren poner de manifiesto su rechazo a esta “post-Ucrania” surgida como consecuencia del golpe de estado. (2)

Novorrosiya está naciendo y, como hemos dicho, es un proyecto basado en una economía popular antioligárquica y en el eslavismo. En este momento, es difícil adelantar cuál será la forma concreta que tomará siendo una composición de elementos tan plurales. De hecho, también se dan ciertas diferencias entre los líderes; por ejemplo entre el más nacionalista ruso Igor Strelkov y o los más rojos Aleksei Mozgovoy y “Motorola”. Quizá pueda darse otro 1917. ¿O quizá pueda surgir un socialismo comunitarista eslavo que una el socialismo con los valores comunitarios eslavos? De un modo u otro, quedará quebrada la continuación de la victoria del liberalismo de 1991. De hecho, nacerá un Estado diferente a los de estilo individualista o capitalista. Hoy en día, los diferentes imperialismos occidentales (tanto EE.UU. como la UE), santifican el individualismo y el liberalismo. Los Estados soberanos o antiatlantistas del mundo (de muy diversas ideologías), además de la soberanía, han desarrollado un cierto tipo de ideocratismo, es decir, tienen un ideología-fuerza y actúan de acuerdo a él (el bolivarianismo, el nacionalismo o el islamismo), sirviendo esto al mismo tiempo para hacer frente al atlantismo y a la globalización; pero también simultáneamente haciendo cambiar de dirección a la sociedad hacia los principios enfocados más a la “comunidad” (3). De este modo, el nacimiento de un Estado “comunitario” nuevo, será un fracaso político, económico y geopolítico del liberal-capitalismo.

Karl Marx, a propósito de la revolución europea de 1848 (en la que apareció por primera vez el proletariado como sujeto político, a pesar de no obtener una victoria política), dedujo que la burguesía nunca cumplía por completo el programa de la revoluciones democrático-burguesas, es decir, el programa de sus revoluciones; que el mejor modo de cumplir el programa democrático de la burguesía era la victoria del proletariado. El alzamiento del Maidan, totalmente apoyado por los oligarcas “liberales” y alentado por los “liberales” europeos, se convirtió en masivo en torno a las consignas “democracia”, “independencia” y “terminar con el poder de la oligarquía!”. En ese alzamiento se reunieron miles de personas desesperadas que quisieron buscar una solución a la deriva del Estado y la sociedad ucranianos y, por supuesto, una gran parte del pueblo se pudo sentir identificado. Pero el Euromaidan no cumplió el programa de sus eslóganes; ¿cómo podía cumplirlo un movimiento financiado y apoyado por oligarcas internos y externos, y llevado al poder por los paramilitares de extrema derecha? Aunque parezca paradójico, los tres puntos del programa del Maidan: la democracia (la elección de autoridades locales, en lugar de colocar gobernadores de ultraderecha en el Este, pluralidad en vez de prohibición de partidos), la soberanía (la economía para el pueblo y no para los oligarcas o para Bruselas) y el derrocamiento de los oligarcas (y no darles poder, que es precisamente lo que Maidan ha supuesto), se han cumplido en Novorrosiya. ¿Es acaso Novorrosiya la verdadera materialización del programa del Maidan? ¡Qué paradoja! (4). Sin embargo, existen dos claves para comprender esta paradoja: por un lado, el Estado que debía derrocar el Euromaidan y el mismo Euromaidan eran sostenidos por la misma clase, la oligarquía. No ocurrió como en 1848, donde el liberalismo derrocó al anterior feudalismo, sino que un grupo de oligarcas derrocó a otro grupo de oligarcas para perpetuar la situación posterior a 1991. No fue una “revolución burguesa” (1789-1848), sino una “continuación burguesa” y mucho menos “democrática”, ya que ha supuesto una restricción de la democracia. En segundo lugar, la ideología utilizada para cumplir el programa movilizador del Maidan fueron el banderismo (5), el anticomunismo y el ultranacionalismo ucraniano; para muchos trabajadores ucranianos, que recuerdan la guerra de 1941-45, esto resulta totalmente insultante. La idea central para la movilización de Novorrosiya, ha sido la tradición soviética y sus logros. Como ideología movilizadora igualitarista el socialismo soviético es mucho más apropiado que el fascismo banderista.

Hay diversas maneras de entender el nacimiento de Novorrosiya, pero Novorrosiya, por el simple hecho de existir y de luchar en este momento, ha ofrecido tres aportaciones importantes a la izquierda mundial. Las aportaciones son las siguientes:

-La importancia del proletariado: Novorossiya es un Estado que ha surgido (de momento) principalmente en la zona minera e industrial de Donbass. El pilar social del nuevo Estado son los mineros y obreros metalúrgicos de Donbass. Las ideas que una y otra vez mencionan tanto los luchadores del nuevo Estado como sus líderes han sido recuperar la “dignidad de los trabajadores” y “devolver al pueblo los bienes robados por los oligarcas”. La recuperación de un tipo de economía popular es la primera preocupación del Estado (en cierto modo algo parecido a lo que sucedió en la época de la URSS o, al menos, similar a los esquemas de aquellos tiempos); restituir la gigantesca usurpación de los oligarcas de 1991. Debemos tener en cuenta que el Maidan ha fortalecido el poder de los oligarcas, y su programa económico, esto es, la integración en la UE, la pérdida de la soberanía económica de Ucrania y la reducción del gasto público hacían peligrar el futuro de las industrias de Donbass. Es decir, esto prueba que estaban equivocados los que pensaban que en Europa el proletariado estaba muerto como sujeto político (principal) y había que supeditarlo a nuevos sujetos (“ciudadanos”, “precarios”, “jóvenes”, etc.).

-Está sucediendo en la misma Europa, no en Latinoamérica, en África o en Asia. Es decir, no en territorios lejanos, en territorios en los que no se ha dado de por sí un sólido capitalismo liberal (o según la propaganda liberal occidental, “en los territorios que, de por sí, son dados al populismo”); sino en un continente en el que el capitalismo se ha desarrollado por completo, es decir, en un territorio donde el capitalismo “completo” (liberal, que ha tenido cierta continuidad) existe como alternativa. Novorrosiya demuestra que el capitalismo no es el camino hacia la prosperidad o la democracia.

-Recupera de nuevo para la izquierda, para los socialistas y para los pueblos soberanos el cambio de gobierno y la rebelión como instrumento e icono. Desde el año 2000 hasta ahora, las “rebeliones” y “movilizaciones populares” se han convertido en un instrumento utilizado por George Soros y sus cachorros: señal de ello ha sido la sucesión de “revoluciones de colores”. En esas “revoluciones de colores” (en las que la pilar social solía ser la población joven de la clase media), se evocaba la “utopía”, el “futuro”. También se utilizaban símbolos anticapitalistas (no así el discurso y la práctica anticapitalista, pero sí los símbolos y los gestos de visibilidad asociados al mismo). Las nuevas generaciones de la derecha neoliberal han conseguido interiorizar (y utilizar) ese anticapitalismo icónico confundiendo a la izquierda y condenando a la izquierda antiimperialista a una situación de pasividad. En esta última década, palabras como “revolución” se han utilizado contra la soberanía y la resistencia, y el “poder popular” contra las clases populares. De este modo se ha conseguido confundir a la izquierda (también a la “izquierda radical”) y, en algunos casos, colocarla a favor de la agenda imperial. Después de la sublevación del pueblo de Novorrosiya, la izquierda ha planteado por su cuenta un nuevo proyecto quebrando el llamado “statu quo” (el poder de los partidarios del Maidan y los oligarcas). En la iniciativa política se ha dado un cambio: los símbolos asociados al arsenal icónico del anticapitalismo, “utopía”, “futuro” o armas como la “protesta social” ya no están en manos de los capitalistas neoliberales o de los globalistas. El anticapitalismo y el antiimperialismo pueden recuperar la iniciativa política e ideológica en lugar de limitarse a defender un “statu quo” “mejor posible”.

Alguien puede decir que el Estado de Novorrosiya no es “completamente socialista”, que no defiende al 100% el marxismo, que también están presentes valores en cierto modo nacionalistas o tradicionalistas, o que su tipo de socialismo no es el de nuestro modelo. Pero nos sorprende el poco apoyo que ha recibido por parte de la izquierda de Europa siendo el eje el socialismo y el antifascismo.

¿Por qué la izquierda (radical) europea no ama a Novorossiya?

Este nuevo Estado no entra en ninguna lista de “modelos ejemplares” que maneja la izquierda europea actual, que prefiere proyectos y modelos inconcretos. Tampoco en la lista de menciones de los independentistas, que mencionan a Cataluña y a Escocia, pero no a un Estado independizado y ya constituido. Además, Novorossiya nos plantea un modelo socioeconómico propio; esto es su independencia va aparejada a un proyecto políticamente alternativo. Hoy en día en el independentismo se han puesto de moda los discursos que van “más allá del nacionalismo”; Novorrosiya es ahora la pionera en utilizar la independencia para promover políticas diferentes. El proyecto del nuevo Estado se ornamenta en un discurso que descansa sobre bases materialistas y con centralidad en la clase obrera.

Ante esta realidad debemos de preguntarnos por qué la izquierda europea no ha hecho suyo el intento de Novorossiya. Podemos aducir muchas razones para ello, pero todas ellas se resumen en una: que este proyecto es incómodo para los esquemas ideológicos mentales previamente construidos (el politólogo George Lakoff ya advirtió que antes una contradicción entre el esquema teórico y la realidad, se tiende a desechar ésta última). Concretando, podemos enumerar esas razones de esta manera:

-Políticas del poder y/o militarismo: dentro de la izquierda occidental se ha extendido en demasía un discurso opuesto a los ejércitos, o por lo menos al llamado “pensamiento militar” o los “Ejércitos jerarquizados” (no tanto contra las organizaciones militares que mantienen una imagen de “insurgencia”, debido a que estos no entran en la categoría de “ejércitos disciplinados”). Debido a esto, el proceso de Novorossiya les/nos disgusta, ya que el ejército y la disciplina ocupan un lugar central en el mismo. Como en cualquier revolución nos encontramos ante un proyecto para tomar el poder, o mejor dicho, para destruir las estructuras de poder del enemigo. Ahí se sitúa el campo político clásico de las revoluciones: los clásicos de la revolución siempre dijeron que “todo lo que no es poder es ilusión”. Esto es, la dialéctica entre las clases se coloca en la cuestión del poder (Lenin). Pero hace mucho tiempo que la izquierda occidental se olvidó de crear una interpretación positiva del poder, todas las interpretaciones del mismo son negativas (la izquierda radical europea se define en muchas ocasiones como “antipoder”. El “contrapoder” hoy en día, en palabra de la “izquierda radical”, no es entendido como el embrión del nuevo poder; sino como un eslogan o dogma filosófico). Entonces nos encontramos que la “izquierda radical” no tiene ninguna estrategia para tomar el poder, ya que condena esa misma noción. Así las cosas, no es sorprendente que mientras se abusa retóricamente de la “revolución” no se dé ningún paso, ni teórico ni organizativo, hacia dicha revolución. De este modo la revolución se convierte (rebaja) a objeto de culto, a deseo. La izquierda europea es capaz de elevar a la categoría de “revolución” cualquier protesta vecinal, como si en su propia impotencia esperase que “otro alguien” le haga la revolución “por encargo”; pero como no ama las características de las verdaderas revoluciones (consecución del poder, dialéctica del poder, disciplina), condena las revoluciones reales.

-Sistema de valores “periférico”: Una parte del proyecto político de Novorossiya se basa en el reconocimiento de los valores eslavos o “rusos”, o mejor dicho en el rechazo de los valores occidentales. La izquierda actual, sobre todo tras la caída de 1991, ha aceptado el mito eurocentrista sobre la “civilización occidental” como único camino de progreso, y como parte del mismo, el lema de “Europa, patria de la Ilustración” y que cuya cultura es la única cultura “neutral” (6). De ahí deduce que todos los proyectos políticos ajenos a este sistema de valores son a-democráticos, “reaccionarios” y/o “autoritarios”, y más en el caso de una civilización como la rusa, tan denostada últimamente. La izquierda europea, también la “izquierda radical”, toma el liberalismo “democrático”, que es el objetivo del sistema de valores occidental, como una “estación histórica necesaria”, como un paso necesario para cualquier proceso progresista. Prácticamente, la izquierda está repitiendo el mismo error que los mencheviques cometieron en 1917: Rusia necesitaba “modernizarse” antes de emprender el camino al capitalismo, debía de aprender primero del capitalismo occidental para estar realmente “madura” para el socialismo (Lenin, desarrollando el “análisis concreto de la realidad concreta” les dio una magnífica respuesta en forma de Revolución Socialista de Octubre).

La izquierda europea (también la radical) desconfía de los antes mencionados Estados ideocráticos, y así se aproxima demasiado a sentir la necesidad de “liberalizar” dichos Estados, a atraerlos hacia el sistema de valores occidental. Esto es, los atlantistas y una parte de la izquierda europea sostienen que para que Rusia sea un ejemplo político o para que sea un terreno o actor legítimo de un programa de cambio debe renunciar a su personalidad o a su camino propio para el desarrollo cultural y económico, debe “occidentalizarse” (¿o acaso “desrusificarse?”); aunque todos, y también la izquierda europea, sabemos que la muerte de la ideocracia puede abrir las puertas al peligro del neoliberalismo. Y aquí aparece el peligro de identificarse con las políticas de “revoluciones de colores” de Soros, debido a que este filántropo utiliza símbolos tan atractivos como “revolución” o “protesta” para forzar la occidentalización de sistemas de valores no-occidentales, solucionando de paso ese dilema de la izquierda. Esto es, utiliza formas e instrumentos del gusto de la izquierda para cumplir con sus objetivos políticos y para confirmar los “análisis” de cierta “izquierda radical”. Unos, la izquierda eurocentrista, ven la “liberalización” del sistema de valores ruso como un paso intermedio, otros, los liberal-atlantistas, como su objetivo final; pero ambos coinciden en el camino de este proyecto histórico (7). Contextualizando este ejemplo en nuestro país, numerosos políticos, intelectuales y opinadores que “comentan” sobre el País Vasco presentan la identidad vasca (o sus características) como “nacionalista”, “identitaria” o “premoderna” per se, mientras que los la identidad española sería “neutral” o sobre todo “democrática e ilustrada” (esto es, el único camino para ser demócrata y/o progresista sería tener la identidad española). Así consigue el nacionalismo español (tan o más nacionalista y agresivo que otros nacionalismos) presentarse a sí mismo como “no-nacionalista”, mientras de paso ata las manos de parte de la izquierda española que cree seguir el mandato ideológico de la “oposición al nacionalismo”.

-Porque la izquierda occidental ha perdido capacidad de “proponer”, limitándose a “oponer”. La izquierda occidental ha sustituido el análisis materialista por el postmodernismo, el programa por la “actitud opositora” y la lucha de clases por la “deconstrucción del sistema”. Esto es, la “izquierda radical”, llevada por la reproducción y atomización de luchas y sujetos (ecologismo, “participacionismo”, horizontalismo, ciudadanismo, lucha estudiantil), identifica al enemigo… pero no en términos de clase o económicos sino en términos maniqueos o morales (por tanto, trascendiendo las categorías de clase): el terreno de la lucha pasa de ser colectivo (de clase) a ser individual (moral), convirtiendo la liberación de la conciencia en un objetivo primordial; ahora es imperativo desarrollar la “oposición al sistema” cotidiana de cada individuo, a pesar ser incapaces de plantear acciones colectivas influyentes. Una de dos: o para la izquierda europea la liberación de clase ya no es suficiente, o ha desarrollado cierto “desprecio” por la clase trabajadora como parte necesaria del sistema productivo (en lugar de ser una víctima del mismo por la extracción de la plusvalía; sería cómplice por el nivel de consumo, la “baja” concienciación, o por no compartir los nuevos cánones de la “izquierda radical”, o por cualquier otra razón). Esto es, los nuevos paradigmas ideológicos han llevado a que la izquierda europea arrincone a la clase obrera en lugar de tratar de atraerla. Y aquí nos encontramos con otro problema de la “izquierda radical” europea: se ha exigido tanto a sí misma en tan diversos campos que ha dejado el avance de la clase obrera en su segundo plano, que ve las luchas basadas en la centralidad de los trabajadores como “incompletas”. La “izquierda radical” ha acabado por arrinconar toda la tradición clásica-clasista de la izquierda. Las grandes victorias y logros pasados de la izquierda hoy en día se ocultan en nombre de la condena de la “ortodoxia”. Las ideologías o teorías coherentes y sólidas son denostadas como ejemplo de “ortodoxia”. Se ha endiosado la “heterodoxia” que paradójicamente se convierte en una nueva ortodoxia. Y la antes mencionada política del poder es condenada por “autoritarismo”, ya que el “antiautoritarismo” se ha convertido en un nuevo dogma. Y siendo la URSS el “Gran Satán” que encarna “ortodoxia” y “autoritarismo” a un tiempo, la izquierda influenciada por las modas ideológicas actuales se siente incómoda ante una Novorossiya que recuerda en cierto modo a una nueva URSS.

-Purismo: Como antes hemos comentado, una parte de la izquierda radical no ama los procesos “eclécticos”, esto es los que no siguen rígidamente (según una rigidez preestablecida por uno mismo) el marxismo-leninismo. A menudo, estos mismos son quienes tildan de “reformistas” los procesos bolivarianos de América Latina. Pero la capacidad que estos críticos han mostrado para la construcción o como poco para la influencia en sus países, en Europa, (quizás, salvo en Grecia) ha sido mínima. Pero… ¿no es la crítica un deber de todos los revolucionarios para el bien de la revolución? ¿No es la crítica dialéctica el camino hacia el progreso? ¿No tiene Novorossiya aspectos criticables desde un punto de vista marxista? La respuesta a las tres preguntas es un sí; son preguntas muy razonables. Pero la crítica, para que sea honesta, debe ser formulada siempre en pos de ayudar en la dirección revolucionaria, para mejorar esta. Para ello, además de mencionar los elementos negativos de un proceso, deben de señalarse las razones de la presencia de dichos elementos, además de contrastarlos con los elementos positivos. En este caso se debería de examinar y valorar el potencial obrero de Novorossiya. Estamos ante el primer desafío político a los regímenes oligárquicos que sucedieron a la URSS, un desafío político que abre nuevas oportunidades (y no ha costado barato, han muerto más de 6000 civiles en Donbass). Esta voluntad de resistencia no ha demostrado ningún otro pueblo europeo en los últimos años.

-Algunos movimientos de izquierda o independentistas consideran a la Unión Europea como un aliado. También en nuestro país se ha llegado a ensalzar el hundimiento de los Estados socialistas multinacionales y la aparición en su lugar de Estados-nación capitalistas como “procesos ejemplares para la independencia” (casos de la URSS y Yugoslavia); aunque esos Estados no hayan sido tanto fruto de un deseo de “liberación nacional”, sino de la desestructuración de los anteriores Estados multinacionales (desestructuración que ha afectado negativamente sobre todo a las clases populares). Esos procesos fueron patrocinados por la UE, y por ellos algunos pueden esperar que la UE se comporte también en su caso como “defensor del derecho de autodeterminación”; olvidando que la UE se mueve por sus propios objetivos políticos y geopolíticos, no por la defensa de la autodeterminación.

Además aquí nos encontramos con otro factor. Muchos movimientos de izquierda independentista, ante el análisis de un conflicto internacional, quizá con el deseo de establecer paralelismos con su caso propio, acuden a revisar la posición de la “minoría nacional” de turno, como si el hecho de ser “minoría étnica” presupusiese una posición política progresista (eso explica la posición irresponsable ante las agresiones a Yugoslavia y Siria). Se preestablece que allí donde hay una minoría étnica esa minoría está siempre oprimida, si sentir ninguna necesidad de analizar la historia local (y suponiendo que las posiciones de esa minoría son monolíticas); por tanto, estos movimientos actúan como si la contradicción principal universal fuese entre la “minoría étnica” y el “Estado local”. Esto nos lleva a confundir el defender el derecho inalienable a la autodeterminación de los pueblos, con defender un proyecto-consecuencia que puede derivar del mismo, la consecución del “mapa de las etnias/naciones” en mapa político (por tanto a defender el Estado-nación como el único modelo posible en todos los lugares y en todo el mundo, y por tanto, a atacar los Estados multinacionales, también a los socialistas). Este tipo de visión no tiene en cuenta es aspecto político del problema ni el análisis concreto de la situación. Al fin y al cabo nos lleva a considerar las etnias y los pueblos como parte de un “mundo abigarrado” postmoderno, y no como sujetos con proyectos políticos o parte de una lucha internacional; y a considerar la autodeterminación y la independencia más que como un derecho o un proyecto (y son ambas cosas: derecho y proyecto), como un fetiche. Esta visión deja a la izquierda inerte cuando el imperialismo juega la “carta nacional” contra los Estados soberanos.

¡Pero, ojo! ¿No se han dado casos de limpieza étnica contra los “ucranianos orientales” en Ucrania? ¿Acaso no ha vaciado Slaviansk para llenarlo de “población leal”, de ucranianos del oeste? ¿No se han dado casos de violaciones y masacres masivas? ¿No se ha dado el mayor desplazamiento de población civil desde la II Guerra Mundial? Sí, así ha sido. ¿Entonces por qué no se muestra solidaridad con ésta “minoría nacional”? La respuesta es bastante simple: los “rusos” (ucranianos prorrusos) no están “oficializados” como “minoría étnica”; los “rusos” nunca son “víctimas”. Esto se vincula con algunos de los puntos ya mencionados: es tanto el rechazo hacia los “rusos” que se nos hace imposible pensar que los rusos puedan ser víctimas. Un caso es el de Crimea: se mencionaba una y otra vez a los tártaros en lugar de a los rusos (pueblo en riesgo por la Junta golpista, mayoría en Crimea, y además, Crimea fue Rusia hasta 1954) antes de tomar una posición.

-El “mito Putin”: Se ve a manudo la sombra de Putin tras Novorossiya (al igual que antes se veía tras la decisión de Yanukovich de decir “no” a la UE). Y hoy en día en Occidente es necesario renegar totalmente de Putin. Aun siendo paradójico, se imputa a Putin tanto el mantenimiento de la legalidad (Yanukovich) como la incitación a la rebelión (Novorossiya). Esto es, como hay “imperialismo ruso” y como todo imperialismo es malo, se encuentra la excusa perfecta para que nuestras conciencias se abstengan de tomar partido. Además este mito tiene un complemento, el de la homofobia y/o el machismo de Putin (que ha formado parte desde el inicio de todos los análisis), como si fuese la encarnación del patriarcado, tal y como un grupo de performance ha establecido y la izquierda europea inocentemente ha difundido (causando el conocido efecto psicológico obvio entre los partidarios de la izquierda). Aun así, en relación con este mito debemos plantearnos ciertas cosas. La primera en torno a la verdadera implicación de Putin. Casi nadie se ha planteado esto, pero la realidad es que las relaciones entre Yanukovich y Putin eran muy tirantes y que la implicación de Putin en el conflicto ha sido mucho menor que la de Occidente tanto en la fase anterior como posterior de la toma del poder por parte del movimiento Euromaidan (no pidió a Yanukovich el paso libre sin aranceles de productos rusos por Ucrania, tampoco que se uniese a la Unión Aduanera, después ha reconocido Poroshenko y ha impulsado un alto el fuego contrariando a los rebeldes). La segunda sobre su machismo y/o homofobia y la utilización de esto en torno al conflicto ucraniano. No seré yo quien defienda la ley rusa sobre la homosexualidad, me parece bastante perjudicial; pero me parece legítimo plantear que se expliquen las verdaderas consecuencias de esta ley (ha habido múltiples falsedades y exageraciones: como que se prohíbe el sexo homosexual o que se envía a los homosexuales a hacer trabajos forzados). Hay que recordar que Putin no es un dirigente ucraniano, por tanto si queremos analizar la situación de Ucrania sería más coherente preguntarnos por las consecuencias del movimiento Euromaidan para los derechos de los homosexuales ucranianos que por las opiniones de un político extranjero. Los que mencionan una y otra vez a los “homosexuales oprimidos por Putin” deberían (si de verdad les importan los homosexuales) preocuparse más por lo que puede suponer la toma de poder por un Gobierno repleto por los ultraderechistas para los homosexuales ucranianos. Por otra parte, no he visto a nadie que difundía el mito del “dictador machista” denunciar las violaciones sistemáticas de la Guardia Nacional Ucraniana (por ejemplo en Saurovka), crímenes denunciados por organizaciones feministas ucranianas. Esto hace suponer que la mención reiterada a Putin no es más que una excusa para mantener una posición supuestamente neutralista.

Cuando la independencia y el socialismo se están gestándose en la misma Europa, miramos a este proceso con más desconfianza que ilusión. Estamos a tiempo de corregir esto. Pero para eso debemos de superar el “complejo carlista” tan enraizado en la izquierda, que nos condena a estancarnos en una pura pose rebelde sin ninguna estrategia eficaz, a aguantar renunciando a la dialéctica del poder, y en último término a la derrota. Debemos de dejar de buscar el permiso o la legitimidad moral de nadie.

Notas:

(1) A partir de aquí nos referiremos al nuevo Estado (tanto a la parte constituida como a la “parte-proyecto”) como “Novorossiya”, con el objeto de abreviar. También se ha utilizado el nombre de “Estado Federal de Novorossiya”.

(2) Ucrania, como Estado, se creó por vez primera en el marco de la URSS (y bajo ésta se configuró con las fronteras que han durado hasta 2014), y como Estado independiente nació en 1991. Dentro de ésta última Ucrania se encontraron bolsas de población con historia y valores totalmente contrapuestos; encontrándonos con una división entre Ucrania Occidental y Oriental. Desde 1991 hasta nuestros días, pese a que el Estado ucraniano intentó equilibrar ambas almas, falló en crear y en socializar una narrativa compartida de la nación. El golpe de Estado de febrero de 2014 ha traído la monopolización de la idea de Ucrania por un sector de la misma, por el sector occidental; mientras que la población oriental se ha alejado de esa “nueva Ucrania”.

(3) El concepto de Estado ideocrático que utilizamos en este artículo no debe confundirse con el concepto de un Estado anticapitalista o socialista (ya que algunos Estados que englobamos en esta categoría se rigen por el modo de producción capitalista). Las características que comparten los Estados clasificados en esta categoría son: a) no se reivindican como parte de la “cultura de la victoria” del final de la Guerra Fría; b) tienen valores culturales comunitarios, diferentes a los hegemónicos; c) la principal definición ideológica de la relación entre Estado y población no es el “mercado libre” (o derivados); y d) debido a la voluntad de conservar los anteriores valores, tienen un comportamiento geopolítico independiente.

(4) Algunos líderes de Novorossiya, como Alexandr Zajarchenko o el comandante Alexei Mozgovoy ha expresado también esta idea.

(5) Hacemos aquí una referencia al cabecilla fascista ucraniano Stepan Bandera (1909-1959). Bandera fue un colaboracionista de Alemania durante la II Guerra Mundial, y hoy en día es un ídolo de fascistas y anticomunistas ucranianos.

(6) Marx dijo que “las ideas de la sociedad son las ideas de la clase dominante”; trayendo esa definición al sistema de valores, podemos decir que la cultura hegemónica presenta sus ideas como “la cultura estándar del mundo”, como el reflejo del progreso civilizatorio. Cualquier propagandista colonial conoce esta lección y la aplica; los izquierdistas también deberían conocerlo.

(7) Un ejemplo paradigmático de lo dicho aquí lo tenemos en el caso de Pussy Riot (el objeto de este artículo no es defender o atacar a dicho grupo, y menos defender la limpieza del sistema judicial ruso, pero es preciso aclarar unas cosas). Cuando este grupo realizó su famosa acción, a la izquierda el análisis le pareció fácil: un grupo “punk”; “anarquista”, “feminista”, “revolucionario” de un lado; y del otro la Iglesia Ortodoxa “conservadora” y “autoritaria”. Por tanto se nos hizo fácil tomar partido. Pero analizando más detenidamente la situación, nos damos cuenta de qué contexto salió ese grupo y por qué eligieron la Iglesia Ortodoxa como blanco. El activismo político de Pussy Riot se ha circunscrito en el de las clases medias “modernas” de Moscú (esto es, típica clase que ese el pilar de las “revoluciones de colores”), no es casualidad su apoyo al político liberal de derecha Aleksey Navalny. Por otra parte, una vez que Rusia se ha alejado de la década “liberal” de los 90 (la peor década de la Rusia moderna) evolucionando hacia un modelo “ideocrático”, precisamente son los símbolos de esa “ideocracia” las puestas en mira por Pussy Riot: la acción en la Iglesia Ortodoxa fue la más conocida pero ya atacaron antes a símbolos del pasado soviético (y en el juicio, para denunciar el sistema judicial ruso, lo equipararon al “sistema judicial soviético”, impregnando de negatividad el concepto “soviético”); pero nunca contra los símbolos del capitalismo liberal que llevó a Rusia al cataclismo en los 90. Y es que sus mensajes no iban dirigidos a la población rusa (que vio este caso con indiferencia) sino a la población occidental: a los izquierdistas primero y a los liberales después (poco a poco iban solicitando a diferentes Estados sanciones a Rusia o ayuda para la “oposición liberal”). A fin de cuentas, mientras unos pensaban que defendían la “libertad punk”, insospechadamente había una agenda mayor oculta (nunca se realizó una campaña igual por los músicos detenidos en España). Prácticamente, los atlantistas consiguieron que los izquierdistas viesen con mejores ojos el “proyecto de liberalización de Rusia”.

2 comentarios en «¿Independencia y socialismo en Europa? Sí, ¡es posible!»

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