Amparo Lasheras, periodista
De nuevo ante el ordenador para contarles historias en una página que aún huele a verano. Desde la última columna sólo han transcurrido tres meses, pero si miro cuanto me rodea, cuesta creer que el mundo se haya desbaratado tanto con guerras que, aunque ahora les llamemos conflictos geoestratégicos, mantienen la misma esencia de muerte, destrucción y genocidio de todas ls viejas guerras capitalistas que un día se llamaron por su nombre. Pero sobretodo indigna comprobar cómo la verdad de esas guerras se oculta con la manipulación informativa y el silencio medido de informar cuanto menos mejor. Porque eso es lo que está ocurriendo con la lucha de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, un pueblo que en mayo se declaró independiente con el voto a favor del 95% de sus habitantes. Durante todo el verano, las informaciones han reducido el problema a una confrotnación entre Ucrania y Rusia y a tensiones militaristas entre Putin y la OTAN o al argumento simplista de ucranianos separatistas que quieren ser rusos. la razón es más profunda y subyace en esa lucha inacabada de los pueblos por su libertad. En Ucrania se está librando una guerra con un fuerte contenido de clase y hay que situarla en la lucha del pueblo trabajador del Donbás por su independencia y, también, como una respuesta contra el fascismo que gobierna en Ucrania con el visto bueno del FMI, que ve en los dirigentes ucranianos unos aliados perfectos. «Luchamos con las armas en la mano por nuestras vidas, esta es nuestra tierra. No nos vamos a rendir», afirman los mineros de Donetsk en un trágico mensaje dirigido al los trabajadores europeos. La respuesta es clara, la solidaridad.
Publicada en su columna de Gara (13/IX/2014)