Artículo de Manlio Dinucci
Las pruebas que Washington posee sobre la responsabilidad de Rusia en la catástrofe del avión de pasajeros malasio que sobrevolaba Ucrania son inapelables. El problema es que no hay cómo verificarlas y que parecen tan «serias» como aquellas que otro secretario de Estado, Colin Powell, presentó solemnemente al Consejo de Seguridad de la ONU para justificar la invasión contra Irak.
a «tragedia mundial», así calificó Barack Obama la destrucción del avión malasio en Ucrania durante su conversación telefónica con Vladimir Putin. En esa conversación, Obama acusó además a Rusia de armar a los rebeldes ucranianos proporcionándoles incluso misiles antiaéreos.
En otras palabras, Obama acusó a Moscú de ser, directa o indirectamente, responsable de la trágica muerte de 298 personas de diversas nacionalidades. Esa versión se basa en una serie de «pruebas» que los servicios secretos de Estados Unidos divulgaron, a través de Kiev, en los medios de prensa «mainstream» sólo horas después de la caída del avión. Entre esas pruebas, hay una comunicación telefónica en la que un comandante rebelde informa a un coronel de la inteligencia militar rusa que las fuerzas separatistas han derribado un avión, un video –en la zona controlada por los rebeldes– en el que se ve una batería rusa SA-11 a la que le falta un misil, el que supuestamente derribó el avión.
Después de eso, el secretario de Estado Kerry declaró a la CNN que tenía las pruebas de que Moscú no sólo entregó misiles SA-11 a los separatistas sino que además los entrenó para los utilizaran.
A partir de ahí, la creación de una comisión investigadora internacional parece superflua porque las «pruebas» de Washington ya demostraron que el avión civil fue derribado – ni siquiera por error sino voluntariamente ya que los vuelos civiles se identifican con la transmisión de un código especial– con una batería de misiles rusos, por ucranianos rusos, dirigidos de hecho por un comando ruso y que lo primero que hicieron fue telefonear a la inteligencia rusa, aun sabiendo perfectamente que todas las comunicaciones telefónicas están interceptadas.
Resultado: Moscú puesto en el banquillo de los acusados por la «comunidad internacional» (léase, Estados Unidos y sus aliados); los ucranianos rusos estigmatizados como terroristas; la atención de los medios concentrada en la tragedia del avión, haciendo pasar a un segundo plano la tragedia de la masacre de palestinos que Israel sigue perpetrando en Gaza.
Esa técnica funciona tan bien que ya ha sido utilizada repetidamente por Washington para fabricar otros casus belli [1]
Basta con recordar el incidente del golfo de Tonkín, o sea el ataque de varias lanchas torpederas de Vietnam del Norte contra el destructor USS Maddox, ataque que posteriormente resultó falso. Pero en 1964 ese incidente le permitió al presidente Johnson obtener la luz verde del Congreso para extender la guerra al norte de Vietnam.
También están las pruebas sobre las armas iraquíes de destrucción masiva, presentadas por el secretario de Estado Colin Powell al Consejo de Seguridad de la ONU… y posteriormente reconocidas como falsas por el propio Powell. Pero en 2003 aquellas «pruebas» le permitieron al presidente Bush obtener la luz verde del Congreso para atacar y ocupar Irak [2].
Ya sabemos cómo funciona el mecanismo. Así que… poco importa que en 2024 –o quizás más tarde– aparezca algún documento desclasificado donde se dice que el avión malasio abatido en 2014 fue derribado premeditadamente por una de las baterías de SA-11 de fabricación rusa desplegadas días antes por las fuerzas armadas de Kiev en el límite del territorio controlado por los rebeldes, zona extrañamente no prohibida a los vuelos civiles. Y que toda la operación fue organizada por los servicios secretos de Estados Unidos.
Lo que importa es el resultado de hoy: la acusación de que Rusia es responsable de la destrucción voluntaria del avión malasio –un acto que, para Moscú, sería poco menos que equivalente a un suicidio– permite que el presidente Obama obtenga la luz verde del Congreso para reforzar la guerra fría contra Rusia.
El Congreso de Estados Unidos adoptó, el 17 de julio, un «Acta de prevención de la agresión rusa» que garantiza a Ucrania, Georgia y Moldavia el estatus de «aliados importantes de Estados Unidos a pesar de no ser miembros de la OTAN», en la que se autoriza al presidente a proporcionar a esos países –y a otros países del este–, directamente o a través de la OTAN, el máximo de ayuda militar y económica con pbjetivos anti-rusos [3].
Fuente
Il Manifesto (Italia)
http://www.voltairenet.org/article184838.html